Por Juan Gómez
El próximo año cumpliremos 50 años de crisis recurrentes en nuestro país, producto de la pésima visión de los gobiernos, de su incapacidad, de la rampante corrupción en las administraciones federal y estatales, factores que no han cambiado en medio siglo, a pesar de la alternancia en el poder.
Las recurrentes crisis financieras en México y la corrupción de la clase política aliada con algunos empresarios voraces, nos han impedido el desarrollo y el crecimiento en México.
Recuerdo la crisis de 1976, en la transición del gobierno de Luis Echeverría a José López Portillo, con la devaluación del Peso que rompió con la política del “Desarrollo estabilizador” que implementó don Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda.
Seis años más tarde, siguió la de 1982 de López Portillo, originada por la petrolización de las exportaciones, que pasó del 10 por ciento al 75 por ciento. Sin embargo la caida de los precios del crudo mexicano en el mercado internacional, complicó el endeudamiento con la banca internacional, lo que originó la fuga de capitales.
Los inversionistas mexicanos y extranjeros se llevaron masivamente su dinero a la banca exterior, en donde les dieran certeza y confianza a sus capitales, lo que provocó el revanchismo de López Portillo al nacionalizar la banca mexicana.
Miguel de la Madrid (1982-1988) asumió el poder con un país en recesión, moratoria de pagos de la deuda con la banca internacional, descontrol de la paridad Peso-Dólar, desconfianza de inversionistas extranjeros, etc.
El ex mandatario tuvo que aplicar lo que llamó una política de “ajuste estructural”, negociación de la deuda con el FMI y la banca internacional, e implementó una serie de medidas de austeridad para controlar la crisis económica, abrió la economía al mercado internacional y México entró al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), el antecedente del Tratado de Libre Comercio con América del Norte que haría Carlos Salinas de Gortari.
Al término del sexenio de Salinas e inicio del presidente Ernesto Zedillo, en 1994 estalló la crisis financiera con el llamado “Efecto tequila” por el crecimiento del mercado financiero en México y la volatilidad de los capitales.
Cuando las tasas de interes en Estados Unidos empezaron a subir, los inversionistas comenzaron a abandonar el mercado bursatil en México, lo que provocó despidos y la devaluación de nuestra moneda de hasta 95% lo que elevó las tasas de interés que de 13.6% se elevaron a 70%, lo que detonó la crisis bancaria.
18 de las 19 instituciones bancarias que había en México, quedaron en situación de insolvencia. Ante esta situación el gobierno permitió a la banca el aumento en las tasas de interés en los créditos otorgados, lo que afectó a miles de acreedores del campo, de vivienda, profesionistas, al aumentar sus deudas que se volvieron impagables.
El presidente Zedillo aplicó medidas muy controversiales en la operación del rescate bancario, al convertir la deuda privada de bancos y grandes empresarios en deuda pública, costo político y económico que hoy es retomado -el Fobaproa- por la presidenta Sheinbaum para atacar las críticas a las políticas actuales del partido gobernante Morena.
Pero la situación actual no dista mucho de las crisis en las que los gobiernos pasados metieron a los mexicanos, puesto que el excesivo gasto público, la ineficacia gubernamental, la corrupción, la opacidad en las políticas públicas y el fuerte endeudamiento del país con la banca extranjera, nos hacen temer una nueva crisis financiera en México.
¿Habrá otra crisis en 2025?
Al tiempo.