Por Darío Dávila
Había una vez una lavadora que una noche de lluvia se la tragó la tierra. La noticia en 2004 estremeció a este barrio de calles pandeadas por la furia de una corriente subterránea de agua.
Hace más de 16 años que la corriente quiere alimentarse de los muros, muebles, tuberías y personas que estén cerca.
Si uno alza la mirada encontrará que en estos cerros pintados por el sol y rodeados por una vía de ferrocarril, el fraccionamiento Rincón Guadalupano es una cisterna que por debajo de la tierra está creando cavidades (como las que se tragaron la lavadora).
También hay tres tiros de mina. Una suerte de bandejas que captan el agua que se filtra hacia las casas de unas 280 familias que ven desmoronar su patrimonio por hundimientos, caídas de loza, fractura de muros y humedad.
Parte de esta historia es retratada en el Cortometraje “Carta a mi hogar mazapán” realizado por Paola Alejandra Villa Hernández, habitante de Rincón Guadalupano y por Fernanda Itzel Caldera Ramos.
La pieza relata: “No había notado que estabas enferma, pensé que solo se trataba de pequeñas grietas comunes que con un poco de cuidado sanarían; lo deje pasar, las bacterias comenzaron a consumirte, esas manchas verdes de humedad impregnaron tus muros, los temblores del tren y el insano suelo, te lastimaron; siento pena, quise retocar todas tus imperfecciones, más hace tiempo que entendí que no se puede tapar el sol con un dedo…”.
Estos los rostros de algunos de los vecinos de Rincón Guadalupano.