La cercanía del Mundial Brasil 2014 comenzó a interferir en la política argentina ante las múltiples especulaciones del impacto que puede tener para el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un eventual triunfo de la Selección.
La vinculación más directa entre la Copa del Mundo y la política interna surgió a partir del citatorio judicial que recibió el vicepresidente Amado Boudou por un escándalo de corrupción en el que está envuelto y por el que puede ser procesado.
El juez federal Ariel Lijo citó a Boudou para el 17 de julio, pero el vicepresidente impugnó la fecha al considerar que había sido establecida a propósito para no coincidir con el Mundial, el cual termina el 13 de julio.
De esta manera, según el gobierno, toda la atención estará puesta en la declaración de Boudou, quien de todas maneras ya se convirtió en el primer vicepresidente de Argentina en ser conminado a prestar declaración indagatoria.
Por eso es que el vicepresidente demandó este miércoles que la cita judicial se adelante para la semana próxima, pero la oposición denunció que Boudou quiere que su declaración coincida con el inicio del Mundial, que arranca el 12 de junio, para pasar desapercibida.
El caso del vicepresidente es sólo un ejemplo de la manera en la que los políticos argentinos medirán cada uno de sus pasos durante el próximo mes de acuerdo con lo que acontezca en la Copa del Mundo.
Algunos apuestan a que un fracaso de la Selección se lea como un fracaso para Fernández de Kirchner, sobre todo porque el técnico del equipo, Alejandro Sabella, es simpatizante del gobierno.
La semana pasada, Sabella defendió algunas de las medidas del kirchnerismo y de este modelo político en general en la entrevista La Garganta Poderosa, lo que le generó la inmediata animadversión de la influyente prensa opositora.
De hecho, periodistas enemigos del gobierno no dudaron en asegurar que la exclusión del defensor Carlos Tévez, el jugador más querido para los argentinos, en el Mundial se debía a una orden directa de Máximo Kirchner, hijo de la presidenta.
Por el lado del oficialismo, apuestan a que Argentina logre la hazaña de ganar su tercera Copa del Mundo en una final soñada frente a Brasil, ya que ello mejoraría el ánimo social en un año complicado para la economía, y en la recta final del gobierno.