“Las mujeres solo deben doblegarse a la autoridad de la razón, en lugar de ser las modestas esclavas de la opinión”, Mary Wollstonecraft. ¡Las mujeres tenemos derecho a tener derechos!
Por Renata Ávila
Eres libre, siempre y cuando no levantes la voz. Eres libre, siempre y cuando, no te vistas de manera provocativa. Eres libre y estás en tu derecho de expresarte, toda vez y cuando, no me cuestiones. Eres libre, toda vez y cuando, te ajustes al estándar que he idealizado para las de tu género. Es decir, ¿solamente seremos verdaderamente libres y respetadas cuando no se vea lastimado el ego patriarcal? ¿A eso le podemos llamar libertad? Por supuesto que no.
Ya me imagino la cara de nuestras ancestras como Sor Juana Inés de la Cruz, Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, Sojourner Truth, Margaret Fuller, Nísia Floresta, Virginia Bolten, Flora Tristán, Rosa Luxemburgo, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, Elvira López, María Rojas Tejada, Adela Zamudio Rivero, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, Simone de Beauvoir, entre otras, que muchas de ellas arriesgaron hasta la vida por generarnos mejores condiciones, al ver que en pleno siglo XXI, a pesar de los avances en materia legal, aún nos seguimos topando contra una dura pared, bueno contra los “suelos pegajosos” y los “techos de cristal”. Hablamos de prejuicios atados a una visión androcentrista, tan enraizados en nuestra cultura que parecieran dogmas divinos, que incurrimos en un pecado al cuestionarlos.
Queridas hermanas, deben de saber que el problema no son ustedes, es esta sociedad que aún le cuesta dar el gran paso para entender y respetar que no somos propiedad de nadie y nadie nos puede dominar. De acuerdo con Max Weber, la dominación es una forma de legitimación que buscará “encontrar la obediencia dentro de un determinado grupo para mandatos específicos”.[1
Nosotras, y solo nosotras, podemos decidir sobre nuestro cuerpo, el curso de nuestras vidas y la profesión u oficio que queremos desempeñar. Por lo tanto, nadie puede cuestionar nuestras decisiones. Hermanas, tenemos derecho a tener derechos y nadie los puede vulnerar.
Queridas hermanas, no olvidemos que desde 1945 la Carta de las Naciones Unidas nos garantizan la igualdad y la no discriminación.[2] Por otra parte, de acuerdo con la Declaración de Viena (1993), “los derechos humanos de las mujeres y de las niñas son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación en condiciones de igualdad de las mujeres en la vida política, civil, económica, social y cultural en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad internacional.”[3]
Sin embargo, queridas hermanas, en este mundo de doble moral, dominado, como ya lo expresé, por una visión androcentrista, millones de mujeres y miembros del colectivo LGBTI siguen padeciendo discriminación en lo tocante al disfrute de sus derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales.
Además, muchas mujeres, entre ellas las transgénero, las de género diverso y las intersexuales, se enfrentan a formas complejas de discriminación, -por razones de edad, raza, condición étnica, discapacidad o situación socioeconómica-, que se añaden a la discriminación por motivos de género.
De acuerdo con Lipovetsky, “desde los mitos salvajes al relato del Génesis, domina la temática de la mujer como potencia misteriosa y maléfica. Elemento oscuro y diabólico, ser que se vale de encantos y de ardides, la mujer se asocia con las potencias del mal y del caos, con los actos de magia y de hechicería, con las fuerzas que agreden el orden social, que precipitan la putrefacción de las reservas y los productos alimentarios, que amenazan la economía doméstica”.[4]
No todas las mujeres somos y pensamos igual. Recordando al gran Eduardo Galeano, cada hermana brilla con luz propia entre todas las demás. “No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
Hoy, yo las exhorto a cada una a brillar con tal intensidad para que esta sociedad no las pueda apagar. La verdadera lucha que sí o sí tenemos que dar, no es la lucha de mujeres contra hombres, y mucho menos, de mujeres contra mujeres. La verdadera lucha que estamos obligadas a dar, y bueno, que nuestra sociedad está obligada a dar, es contra los moldes (paradigmas y constructos sociales) que el sistema imperante (capitalista-patriarcal) nos ha impuesto, muchas veces a través de la violencia, y que nosotros reproducimos de manera inconsciente, solo así lograremos alcanzar la igualdad sustantiva.
[1] Weber, Max. Los tipos de dominación. Vol. 38. NoBooks Editorial, 1984.
[2] Cartas de la ONU, portal electrónico de las Naciones Unidas, <https://www.un.org/es/impacto-acad%C3%A9mico/carta-de-la-onu#:~:text=La%20Carta%20de%20las%20Naciones,procesos%20de%20las%20Naciones%20Unidas>.
[3] Declaración y programa de acción de Viena, Conferencia Mundial de Derechos Humanos, 1993, <https://www.ohchr.org/sites/default/files/Documents/Events/OHCHR20/VDPA_booklet_Spanish.pdf>
[4] Lipovetsky, Gilles, y Luis Gabriel González Naranjo, La tercera mujer. Barcelona: Anagrama, 1999.