Por Renata Ávila
“El pueblo y sólo el pueblo es la fuerza motriz que hace la historia mundial.” – Mao Zedong
El Partido del Trabajo (PT) es una de las pocas organizaciones políticas en México que, desde su origen, ha reivindicado una línea marxista-leninista y de masas, basada en la organización popular y la lucha por los derechos de los sectores más desprotegidos. Su nacimiento en 1990 no fue un acto espontáneo ni producto de la inercia electoral, sino el resultado del esfuerzo de diversos movimientos sociales que, desde la década de los ochenta, resistieron el avance del neoliberalismo y la desigualdad estructural en el país. En este contexto, el PT se gestó como una herramienta política del pueblo, con el propósito de representar sus intereses en la arena electoral sin perder su esencia de lucha social.
Entre las organizaciones que dieron origen al PT destacan el Frente Popular Tierra y Libertad de Monterrey, que impulsó la organización popular para el acceso a la vivienda y la defensa de los derechos laborales, y el Frente de Lucha de Zacatecas, que articuló la resistencia de sectores campesinos y obreros frente a las políticas de exclusión económica. Estos movimientos, encabezados por mujeres y hombres que enfrentaban la precariedad, la represión y la falta de oportunidades, fueron la base sobre la que el PT construyó su identidad política. Desde entonces, el partido ha tenido la responsabilidad histórica de no solo representar electoralmente a los sectores populares, sino también acompañar sus luchas cotidianas.
A lo largo de los años, la izquierda en México ha enfrentado un desafío constante: mantenerse fiel a sus principios sin ser absorbida por la lógica institucional y burocrática del poder. La historia ha demostrado que cuando los partidos progresistas se alejan de los movimientos que les dieron vida, corren el riesgo de volverse estructuras vacías, preocupadas únicamente por la supervivencia electoral. Para el PT, este riesgo es latente si deja de trabajar de la mano con las organizaciones sociales, las mujeres, las trabajadoras, los pueblos indígenas y los sectores más vulnerables del país.
El papel de las mujeres en esta lucha ha sido fundamental. Desde los inicios del PT, las mujeres han sido parte esencial de los movimientos populares que lo impulsaron, ya sea en la defensa del derecho a la vivienda, la educación o el trabajo digno. Sin embargo, dentro del mismo partido y en la izquierda en general, las mujeres han tenido que luchar doblemente: contra la opresión del sistema capitalista y contra el machismo que persiste en las estructuras partidarias. Si el PT quiere mantenerse fiel a su esencia de izquierda, debe ser un partido feminista, que impulse la participación política de las mujeres en todos los espacios y que reconozca que la lucha por el socialismo no puede desvincularse de la lucha contra el patriarcado.
El PT no puede darse el lujo de convertirse en un partido más del sistema. Su razón de ser es la lucha organizada, la transformación desde abajo y la construcción de un modelo económico y social que ponga en el centro a las y los trabajadores, las comunidades indígenas, las juventudes y las mujeres. En un contexto donde el neoliberalismo sigue generando pobreza y exclusión, la izquierda debe recuperar su papel de organización popular y no solo de estructura electoral.
En este sentido, es urgente que el PT reafirme su compromiso con los movimientos sociales, fortalezca la formación política de sus militantes y promueva la articulación de luchas en defensa de los derechos humanos y la justicia social. No basta con estar en las boletas electorales; el verdadero desafío es seguir siendo una herramienta para la transformación real de las condiciones de vida de las mayorías.
Si el PT olvida sus raíces, perderá su legitimidad y se convertirá en lo mismo que ha criticado. La izquierda que se aleja de su base social está destinada a desaparecer o a ser absorbida por el sistema que prometió transformar. Por ello, el PT debe mirar hacia atrás, recuperar la esencia de las organizaciones que lo fundaron y caminar hacia adelante con las mismas banderas que enarbolaron las mujeres y hombres que, hace décadas, soñaron con un México más justo y equitativo.