Carlos Ernesto Alvarado Márquez
En México ya no te persiguen por robar. Eso lo premian con una candidatura. Tampoco por mentir; eso se llama narrativa política. Pero cuidado con opinar. Porque si te atreves a tuitear algo que incomode al poder, aunque sea con ironía y sin una sola grosería, puedes terminar sancionado, humillado públicamente, obligado a leer libros que no pediste y, para colmo, inscrito en un Registro Nacional de Personas Sancionadas. Todo por el crimen de pensar… y escribirlo.
Eso le pasó a Karla María Estrella Murrieta, una ciudadana sin fuero ni padrinos, que publicó en redes una crítica al sospechoso impulso conyugal de una candidata. No la insultó, no usó lenguaje sexista, no negó su derecho a competir. Solo señaló que, tal vez, su postulación tenía más que ver con su esposo diputado que con su trayectoria. Lo de siempre, pero sin adornos.
Y por eso, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en el expediente SUP-REC-252/2024, decidió que cometió violencia política de género. Dos votos contra dos, y la Magistrada Presidenta desempató con su voto de calidad, una sentencia que huele más a venganza institucional que a justicia de género. ¿El castigo? Multa, disculpa pública por 30 días, curso de reeducación, lectura obligatoria y un pase directo a la lista negra electoral del INE.
¿De verdad? ¿Así se protege a las mujeres? ¿Con castigos ejemplares a ciudadanas críticas? ¿Con biblioterapia judicial? ¿Qué sigue? ¿Un programa de “Desintoxicación del pensamiento libre” avalado por la SEP?
El derecho a la libertad de expresión no está para defender flores y aplausos. Está para proteger lo que molesta, lo que raspa, lo que irrita. Porque si la crítica se convierte en violencia, entonces ya no tenemos democracia, sino coreografía. La SCJN ya lo ha dicho en criterios como el Amparo en Revisión 492/2014; cualquier medida que genere un efecto inhibidor sobre la expresión ciudadana debe considerarse inconstitucional. Pero aquí no importó. Se trataba de proteger no a una mujer… sino a una estructura.
Usar el feminismo para blindar el poder es una burla para quienes sí enfrentan violencia real. El problema no es la perspectiva de género. El problema es su perversión institucional. No se protege a las mujeres negándoles el derecho a ser criticadas como cualquier figura pública. Se les protege enfrentando el acoso, la desigualdad, el abuso, la impunidad. No la sátira.
Moraleja. Hoy, Karla debe pedir disculpas. No por haber mentido, insultado o excluido. Sino por haber opinado. Por haber dicho lo que muchos piensan, pero no se atreven a tuitear.
Y mientras ella se somete al castigo, los verdaderos agresores de mujeres, los que las matan, las violan, las desaparecen, las relegan, siguen impunes, invisibles, e incluso en el poder.
Así que la próxima vez que vea usted a alguien sancionado por opinar, no pregunte qué dijo. Pregúntese a quién incomodó. Porque en México, cuando la ley se usa para proteger al poderoso de la crítica, todos estamos en riesgo de ser culpables… de pensar.