No hay camino para la paz
la paz es el camino.
Por el marco referencial en que se fundamenta el presente texto, un mejor título sería “Zacatecas y la paz negativa”. No puedo continuar sin agradecer a la Dra. Juana Elizabeth Salas y al Dr. Margil de Jesús Canizales, historiadores de la Universidad Autónoma de Zacatecas, por llamar mi atención hacia las obras que acuñan los conceptos de las distintas formas de paz.
En la madrugada del viernes 3 de octubre del año que transcurre, puntos carreteros zacatecanos de fundamental importancia fueron atacados por civiles, que hasta donde ha informado el gobierno del estado, no han sido ni ubicados ni identificados.
Para el ciudadano promedio no hay claridad acerca de los propósitos del ataque, de manera que, irremediablemente, se abre el espacio para la especulación. Mi versión es que se trata, en esencia, de mostrar músculo frente a la petulancia del ejecutivo estatal. Hasta donde se informa, no hubo personas lastimadas en esta acción, de manera que parece quedar claro que el objetivo no era la gente.
Queda en evidencia que no se ha mermado la capacidad de generación de violencia, ni las filas del crimen organizado. Las versiones más conservadoras reportan un mínimo de 30 vehículos incendiados, mientras otros señalan 70. ¿Qué capacidad logística, cuántas personas, cuántos recursos, cuánta corrupción son necesarios para llevar a cabo el asalto de referencia sin que se produzca una sola detención? La respuesta no es nada menos que aterradora.
Hay ocasiones en las que duele tener la razón, aunque alimente el ego, porque desalienta el espíritu. En una colaboración previa Los derechos estudiantiles y el modelo de seguridad, argumenté que la pacificación que pregona David Monreal no es más que inhibición, contención. No hay paz duradera, ni justa ni productiva: no hay tal paz.
El matemático y sociólogo noruego Johan Galtung (1930 – 2024), en su obra “Estudios para la paz”, desarrolla los conceptos de paz positiva y paz negativa, en estrecha relación con el de paz imperfecta, debido al historiador español Francisco Muñoz (1953 – 2014) .
La paz negativa es la forma más primitiva de armonía social, consiste en la ausencia de violencia directa y en una apariencia de orden con un enfoque inmediatista y muy limitado. Es frágil e inestable, pues con frecuencia se basa en una concesión del más fuerte, que sin violencia inmediata, mantiene las injusticias y el desequilibrio de fuerzas. Y eso es lo que puede observarse en nuestro querido Zacatecas. El activista norteamericano Martin Luther King (1929 – 1968), premio Nobel de la paz en 1964, siendo el galardonado más joven de la Historia hizo un genial resumen al pronunciar “La paz no es la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia”.
La paz positiva, por el contrario, es cualitativamente muy superior, y cumple con las tres siguientes características básicas. La paz estructural, que consiste en la eliminación de las causas que generan la violencia: pobreza, desigualdad e injusticia. La paz cultural, que promueve los valores de empatía, tolerancia y equidad, lo que se logra a través de la educación, el arte, el deporte. La paz constructiva, cuyos pilares son el entendimiento, la colaboración, y la capacidad para explotar las coincidencias.
Los adeudos al magisterio, la falta de entrega del impuesto correspondiente a la UAZ, el nulo impulso a la práctica deportiva y al ejercicio artístico, no contribuyen a la paz positiva, sino que empujan justo en sentido opuesto. De nada sirve una tranquilidad aparente que permite el brote de la violencia al menor descuido, no es lo que Zacatecas merece. La paz con justicia social es el mensaje tras la tan incomprendida consigna del ex presidente López Obrador: “Abrazos, no balazos”. Ya con anterioridad, Teresa de Calcuta (1910 – 1997) los resumió brillantemente en “La paz comienza con una sonrisa”.
Un paso digno de resaltarse al interior de la máxima casa de estudios del estado, en la dirección de la paz positiva, fue el comunicado conjunto de la rectoría y la secretaría general del SPAUAZ en relación con los relatados hechos violentos; la lección es que no son instancias adversarias, sino complementarias, y lo más importante: temporales y perentorias. El entendimiento y la colaboración que se finquen en el respeto de las funciones sustantivas de cada uno es un requisito insalvable para el desarrollo armónico de nuestra Alma Mater.
El general coreano Choi Hong Hi, padre del Taekwondo contemporáneo, solía decir que “la mejor manera de ganar una pelea es no tener que librarla”, en concordancia plena con la máxima latina: si vis pacem para pacem. Es decir, tan simple como que si quieres paz debes prepararte para ella, que en el caso de Zacatecas, se traduce en mejorar la educación y no regatear recursos para la mejora de la atención a las infancias y adolescencias. Un pueblo inculto, impreparado tiene un mejor entendimiento de la violencia que de la paz, como bien apunta en sus obras el ya citado Francisco Muñoz.
Un pueblo sin acceso a la práctica deportiva, a la que se accede solo después de mucho mendigar, seguirá celebrando goles logrados con gestos técnico tácticos ajenos a su comprensión y detrás de una caguama. La sociedad desprovista de acceso a la cultura no tendrá más remedio que aplaudir a Bad Bunny por sobre José Pablo Moncayo (1912 – 1958) o Amadeus Mozart (1756 – 1791). Sin educación artística las obras de Manuel Felguérez no pasarán de ser meras curiosidades (1928 – 2020), en las que el concepto de investigación estética carece de todo sentido.
Esos jóvenes que son carne de cañón no leen ni escriben poemas, necesitan estar aturdidos con ruidos primitivos para poder matar y envenenar. Lejos están del placer intelectual que encierran el Teorema de Pitágoras o la Relatividad especial. Esa fábrica de jóvenes hambrientos, ignorantes, insensibilizados, estupidizados, es la que hay que detener. Eso, señor David Monreal, eso es atender las causas, eso es la construcción de la paz verdadera, la paz positiva.
El médico griego Hipócrates (460 – 370 ane) primero, y su sucesor árabe Avicena (980 – 1037) después, advirtieron que el mejor medicamento es la prevención. No hay vejez amable sin una vida sana. Grandes pensadores nos han dejado grandes lecciones que amargamente desdeñamos, pues como bien expresara el filósofo alemán Friedrich Hegel (1770 – 1831) “Lo que aprendemos de la Historia, es que nada hemos aprendido de la Historia”.
Y mientras no se entienda y se actúe en consecuencia, viviremos en sosiego aparente bajo la espada de Damocles. ¿Recuerda usted, caro lector, cuando los niños podían jugar en la calle hasta bien entrada la noche y estar a salvo? Hoy están presos, encerrados por el miedo y la zozobra. Se antoja preguntarle, señor gobernador, como en la vieja canción de Stevens: ahora ¿dónde juegan los niños?