El Papa Francisco pidió hoy a sus colaboradores de la Curia vaticana trabajar con profesionalismo y espíritu de servicio, para evadir la mediocridad, las habladurías o convertir en una “aduana burocrática”.
El pontífice efectuó este sábado su primer mensaje de fin de año pronunciado ante cardenales, superiores y oficiales de la Curia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano.
Ahí trazó el retrato del “buen curial” y agradeció el trabajo silencioso de quienes integran una realidad que pasa tiempos difíciles, en espera de una reforma.
“Gracias por su servicio cotidiano: por el celo, la diligencia, la creatividad”, dijo.
También añadió su agradecimiento “por el esfuerzo, no siempre fácil, de colaborar en el trabajo, de escucharse y confrontarse, de valorar personalidades y cualidades diferentes en el respeto recíproco”.
Confesó que admira a los monseñores que siguen el modelo de los “antiguos curiales” y son personas ejemplares, que trabajan con competencia, con rigor, con abnegación, desempeñando con esmero sus tareas de cada día.
“De este modelo y este testimonio, tomo las características del oficial de la Curia y, más aún, del superior que me gustaría destacar: la profesionalidad y el servicio”, subrayó el pontífice.
“La profesionalidad, que significa competencia, estudio, actualización. Es un requisito fundamental para trabajar en la Curia”, indicó.
“Naturalmente la profesionalidad se va formando y en parte también se adquiere; pero pienso que, precisamente para que se forme y para que se adquiera, es necesario que haya una buena base desde el principio”, agregó.
Sostuvo que cuando no hay profesionalidad lentamente se va resbalando hacia el área de la mediocridad, los expedientes se convierten en informes de “cliché” y en comunicaciones sin levadura de vida, incapaces de generar horizontes de grandeza.
Advirtió que cuando la actitud no es de servicio a las iglesias particulares y a sus obispos, crece entonces la estructura de la Curia como una pesada “aduana burocrática, controladora e inquisidora”.
Estableció que quien trabaja en El Vaticano debe tener “santidad de vida”, caracterizada por la “apertura del corazón, oración constante, humildad profunda, caridad fraterna en las relaciones con los colegas, apostolado, servicio pastoral discreto, fiel, ejercido con celo en contacto directo con el pueblo de Dios”.
Para el Papa esa es una característica “indispensable” del sacerdote. Y en la Curia, se debe traducir en poner en práctica una “objeción de conciencia a las habladurías”.
Recordó que los católicos suelen insistir mucho en el valor de la objeción de conciencia y lo hacen con razón, pero señaló que tal vez ellos mismos deberían ejercerla para oponerse a una “ley no escrita de nuestros ambientes, que por desgracia es la de la cháchara (el chismorreo ndr)”.
“Así pues, hagamos todos objeción de conciencia; y -fíjense ustedes- no lo digo sólo desde un punto de vista moral. La cháchara daña la calidad de las personas, del trabajo y del ambiente”, ponderó.