¿Qué otra cosa hacemos durante toda nuestra vida si no la guerra? […]
Todos los libros de los cristianos, ya sea el Antiguo o el Nuevo Testamento,
no hablan de otra cosa que de la paz y de la unanimidad,
pero toda la vida de los cristianos no gira en torno a otra cosa que la guerra.
¿Qué es esta ferocidad …, que con tantas admoniciones no logra ser ni vencida ni apaciguada?
Deberían más bien dejar de enorgullecerse del título de cristianos
o testimoniar con su concordia la doctrina de Cristo.
¿Hasta cuándo habrá desacuerdo entre su vida y su nombre?
Adornad cuanto queráis vuestras casas y vestidos con el símbolo de la cruz;
pero Cristo no reconocerá la imagen si ella no simboliza a la concordia
que él mismo prescribió.
Erasmo de Rotterdam
Por Álvaro Luis López Limón
Erasmo de Rotterdam despliega una firme introspección acerca de la importancia de una cultura para la paz. Se amalgaman en él, la urgencia por ensamblar el pensamiento clásico con la dimensión espiritual, el equilibrio pacificador con la fidelidad a la iglesia. Contemporáneo de Maquiavelo y Lutero, destina su obra a la renovación moral de Europa, por medio del humanismo evangélico; parte de la toma de conciencia de las corrupciones acumuladas durante siglos por la Iglesia y de una urgente necesidad de reforma. Realiza una crítica mordaz al catolicismo tradicional, centrada en la ignorancia de los frailes, en sus prácticas sodomitas y supersticiosas, en las discuciones decadentes de los teólogos escolásticos.
Sus reflexiones sobre la política exterior se enfoca en la guerra y la paz. Para Erasmo el hombre se compone de tres elementos: naturaleza (que es común a todos los seres vivos y se rige por el principio de armonía); razón (lo que le hace ser privilegiado dentro de la naturaleza, y le lleva a la vida en sociedad); y gracia o sobrenaturaleza (el don propio del cristiano, que exige el amor al prójimo). Por lo tanto, la guerra es contraria a estos tres elementos, la guerra es irracional y su fin es siempre inútil. Su reflexión va más allá de la exhortación moral, pues anticipándose a los tiempos modernos, propone mecanismos específicos para una política pacifista, esto es, limitar con acuerdos estables las fronteras de los reinos de Europa; despojar a los príncipes del derecho a declarar la guerra para atribuirlo a la totalidad de la nación; suprimir los antagonismos nacionales mediante una correcta formación de los pueblos, que incluye el correcto conocimiento de los vecinos; organizar el arbitraje y la diplomacia para la solución de los conflictos.
Las enseñanzas de Erasmo de Rotterdam sobre la relevancia de la paz, son un ejemplo de valor y una gran intencionalidad pedagógica, sobre todo, cuando se refiere a la formación del príncipe cristiano, que debe ser capaz de mantener en paz a su pueblo dentro del mundo cristiano y, de ser posible, en medio de todos los pueblos de la tierra. Stefan Zweig nos comenta que: “Erasmo amó muchas cosas que son queridas hoy para nosotros: la poesía y la filosofía, los libros y las obras de arte, las lenguas y los pueblos, y, sin hacer diferencias entre ellos, a la humanidad entera, cuya misión era ser cada vez más civilizada. Y sólo una cosa odió de verdad sobre la tierra, como antagónica de la razón: el fanatismo. […] estaba convencido de que casi todos los conflictos entre hombres y entre pueblos podían resolverse pacíficamente gracias a la mutua condescendencia, pues todo se dirimiría en el ámbito de lo humano; y, análogamente, toda conflagración podía resolverse por medio de árbitros si los incitadores y exaltados de una y otra parte no dieran tensión al arco de la guerra. Por eso combatió cualquier fanatismo, ya fuera religioso nacional o ideológico porque lo consideraba el destructor cerril y confeso de cualquier forma de entendimiento. Odiaba a todos los obstinados y dogmáticos, ya aparecieran en hábitos sacerdotales o con togas académicas, a los que llevaban anteojeras en el pensamiento y a los fanáticos de toda clase y raza, que en todas partes exigen una obediencia ciega a sus opiniones, y llamaban despreciativamente herejía o infamia a los puntos de vista divergentes Así como a nadie quería constreñir a que aceptara las concepciones que él enseñaba, también oponía decidida resistencia a que le forzaran a seguir cualquier confesión religiosa o política”
Indudablemente los señalamientos de Zweig, son la base del análisis del humanismo de Erasmo y la comprensión de sus ideas. Ahora bien, habría que interrogarnos acerca de cuáles son las aportaciones de Erasmo de Rotterdam sobre la cultura para la paz?
Al estar ya convenida la extensión de nuestra participación, y haciendo un esfuerzo de síntesis, se pueden delinear tres grandes aportaciones a la cultura para la paz. Primera, el fruto y estado natural de la caridad recíproca entre los seres humanos, es la paz. Segunda, la guerra es el fruto de la avaricia, la discordia, la ambición y la venganza, es sin lugar a dudas, dirá Erasmo, un castigo de Dios y el peor de los males que pueden asolar a la humanidad.
“La guerra es algo tan monstruoso que corresponde a bestias salvajes más que a hombres, tan demencial que los poetas incluso la representan como invención de las furias, tan pestífera que comporta la corrupción de todas las costumbres, tan injusta que los que mejor la dirigen suelen ser los peores bandidos, tan impía, que nada tiene que ver con Cristo, no obstante, los papas lo descuidan todo por dedicarse a ella.”
Para Erasmo, la guerra y el espíritu belicoso son incompatibles con las enseñanzas de Jesucristo. Por ello exclama, Cristo y la guerra no tienen nada en común. Observemos un par de fragmentos que ilustran semejante afirmación:
“¡Oh, ceguedad de nuestro entendimiento! Que en lugar de abominar esto [la guerra], haya quien lo aplauda, quién con alabanza lo ensalce, quién a la cosa más abominable del mundo la llame santa, y avivando el enojo de los príncipes, cebe el fuego, hasta que suba al cielo la llama”.
Y bueno, ni siquiera podemos afirmar que en la cristiandad se viva en paz:
“Y no faltan eruditos aduladores que califican esta manifiesta insensatez como celo, piedad, heroísmo, pues parecen haber encontrado el medio para demostrar, que alguien que empuñe una arma mortal y la hunda en las entrañas de su propio hermano, no por ello deja de encontrarse dentro de los límites de aquella excelsa caridad, que debe a su prójimo el cristiano”.
Tercera, un elemento clave para el mantenimiento de la paz es el príncipe, pues tiene el poder político de declarar o no la guerra. En este sentido, Erasmo deplora que los príncipes de la época estuvieran creando un caos generalizado, para lograr beneficios territoriales mínimos y afirma sentirse avergonzado de los pretextos que estos príncipes, que se llaman a sí mismos cristianos, se complacen en inventar agravios con el fin de alzar en armas a sus súbditos. Por eso, el príncipe debe observar, con especial cuidado, no exponer jamás a sus súbditos y poner especial empeño en una política que no tenga como prioridad, para gobernar, uso de la guerra.
Entendámonos, el legado que nos deja Erasmo de Rotterdam es la búsqueda de la paz a través del diálogo, la persuasión, el acuerdo y la concordia y, para lograr este fin, es importante el estudio y la investigación como fuente de comprensión y entendimiento entre los seres humanos. Una cultura para paz fue y es un criterio y una condición para de buen gobierno, ya que un régimen belicoso nunca puede establecer tiempos de paz y concordia entre los pueblos.
Referencias bibliográficas
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Rotterdam, E, (2007). Elogio de locura. Ed. La Montaña Mágica. Barcelona-Bogotá.
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Rotterdam, E. (1964). Querella pacis, en obras escogidas. Editorial Aguilar. Madrid.
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§ Zweig, S. (1978). Erasmo de Rotterdam. Triunfo y tragedia de un humanista. Paidós. Barcelona.