El uso de las redes sociales en nuestras vidas nos permite tener acceso instantáneo a un sinfín de eventos noticiosos y hechos que suceden en cualquier parte de este planeta. Además de ser testigos oculares también podemos expresar nuestra opinión ya sea a favor o en contra de quien esté generando la noticia.
Sin embargo, esta nueva modalidad en nuestras vidas socialmente digitales, la de no sólo observar un televisor, leer un periódico o escuchar el radio, sino de ser actores activos de lo que pasa a nuestro alrededor (física y digitalmente) nos ha llevado a romper con el paradigma de espectador, el que lee, escucha y calla. Hemos traspasado una frontera antes impensable de romper.
Al contrario de lo que muchos pudieran opinar yo soy creyente de que esta nueva era de la redes digitales resulta benéfica no sólo para estar al tanto de lo que sucede allá afuera, resulta mucho más interesante tener una herramienta para documentar, evidenciar y emitir opiniones acerca de temas que consideremos relevantes en nuestras vidas.
Sin embargo, como todo “nuevo poder” es indispensable responsabilizarnos y hacer un uso ético y civilizado. Aquí es donde sale a escena la hipersensibilización en el ánimo de las personas y sus comentarios, juicios, críticas y escarnio público. Cada vez es más frecuente (por no decir diario) toparnos con temas trending sobre alguna declaración formulada por un personaje famoso o popular seguido de una verdadera cacería de brujas digna de una escena de las Brujas de Salem.
Resulta peculiar pensar que por muchos años la sociedad buscaba la tolerancia y el respeto hacia temas delicados o controversiales, donde el objetivo era dejar de polarizar y llegar a un entendimiento entre distintos grupos sociales. Incluso ahora vamos navegando con la bandera de “soy tolerante, incluyente y respeto a los demás” ufanándonos de nuestro pensamiento abierto y moderno. Ajá.
Sólo es cuestión de ver por ahí un comentario o una tendencia de “los demás” para subirnos al tren de la crítica y hasta la violencia del lenguaje, total, detrás de mi pantalla estoy a salvo. Ya ni nos tomamos la molestia de indagar cuál fue el contexto o el origen de la noticia, simplemente nos dejamos ir como hilo de media atascando las redes de comentarios poco afortunados y que sólo sacan a la luz nuestro YO más oscuro y frustrado.
Bienvenidos a la era de la HIPERSENSIBILIDAD donde condenamos, descalificamos e insultamos a diestra y siniestra. Donde cualquier tema se puede usar en contra no sólo de quien lo emite, también se usa para tergiversarlo y usarlo en contra de intereses que van más allá de lo obvio, pues muchas veces (se sorprenderían cuantas) hay intereses (económicos, políticos, sociales y hasta morales) mucho más grandes que usan el enojo y el hartazgo de la gente para llevar agua a su molino.
Me quedo con la frase del filósofo, abogado y uno de las principales figuras de la Ilustración, Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida el derecho que tienes para expresarlo”
Tu opinión es válida y necesaria para estos tiempos, úsala con responsabilidad.