Por Elena Anatolievna Zhizhko
Uno de los elementos determinantes en el proceso educativo cuyo objetivo es desarrollar en el alumno una cultura de paz y crear las habilidades y patrones de comportamiento pacífico, es la interculturalidad. En este sentido, es relevante puntualizar que el concepto “la paz” debe de percibirse no sólo como lo opuesto a la guerra, conflicto, violencia, sino que además implica:
- La paz interior y exterior: la participación, el diálogo y la cooperación, cambio de padrones del comportamiento en los conflictos;
- La paz con el medio ambiente: promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta;
- Respeto a la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios;
- La no violencia activa, rechazando la exclusión, la injusticia y la opresión, la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica, social;
- Defensa de la libertad de expresión y la diversidad cultural privilegiando siempre la escucha y el diálogo;
- Desarrollo económico, social y cultural como condición para satisfacer las necesidades de los seres humanos;
- Respeto efectivo de todos los derechos humanos y de la dignidad inherente de todos los miembros de la familia humana.
De manera que la cultura de paz es una serie de valores, actitudes y comportamientos que privilegian el diálogo, la negociación, la comunicación intercultural y el pluralismo lógico; es lo contrario al positivismo, pragmatismo, sociedad de consumo no sustentable (no sostenible), competitividad, todas las formas de discriminación (sexual, racial, xenofóbica, chovinista, aporofóbica (odio al pobre), etc.). Asimismo, a partir de lo anterior, la interculturalidad, es:
[…] la interrelación e interacción equitativas entre diversas visiones y prácticas sociales, económicas, políticas y culturales […] la generación de condiciones de igualdad efectiva de derechos y obligaciones para sujetos individuales y colectivos distintos, reconociendo la interdependencia existente entre éstos por cuanto tienen relaciones convergentes y de complementariedad, así como fines comunes (Quiroga Trigo, 2012).
Según Martínez Guzmán (2015), la interculturalidad es un tipo de contacto entre diferentes culturas que supone una relación respetuosa entre ellas. Desde la filosofía de paz, la interculturalidad es la interpelación de nuestra cultura desde las otras culturas y la interpelación de las otras culturas desde la nuestra, pues todos nos constituimos en mutua reciprocidad (Martínez Guzmán, 2015, p. 151).
La interculturalidad, solamente es posible desde un diálogo y se concibe como el acoplamiento comunicativo de al menos dos lenguas, cada una de las cuales genera sus propios mecanismos de mantención y producción de diferencias (Teillier, 2015). Sin embargo, en palabras de Weber (1997),
El encuentro de las culturas no es forzosamente intercultural. Un fenómeno cultural no se debe a que las culturas se encuentran, puede haber simplemente agresión o eliminación de uno por el otro. El encuentro de las culturas se convierte en un fenómeno cultural si, de alguna manera, existe aceptación y proyecto común” (Weber, 1997, p. XII).
Una interculturalidad es posible solamente desde un diálogo basado en una perspectiva intracultural, ya que la comunicación/comprensión desde la intraculturalidad, es el primer paso en la realización de una comunicación/comprensión intercultural, toda vez que la interculturalidad se concibe como el acoplamiento de al menos dos códigos culturales, cada uno de los cuales genera sus propios mecanismos de mantención y producción de diferencias (Teillier, Llanquinao, Salamanca, 2016, pp. 137-161).
Pero para poder interactuar, es necesario comprender correctamente unos a otros interpretando las manifestaciones culturales de acuerdo con sus propios criterios culturales, tratando entender la complejidad simbólica de las prácticas culturales; intentando moderar un inevitable etnocentrismo que lleva a interpretar las prácticas culturales ajenas a partir de los criterios de la cultura del interpretante. Sin este esfuerzo de comprensión, la comunicación intercultural será difícil y aumentará la probabilidad de malentendidos (Schnitman, 1994).
De modo que la interculturalidad, siendo uno de los componentes clave de la cultura de paz, se refiere a la interrelación e interacción equitativas entre diversas visiones y prácticas sociales, económicas, políticas y culturales, creando la interdependencia entre ellas y relaciones convergentes y de complementariedad, así como fines comunes.
Importa señalar que a la interculturalidad le preceden la multiculturalidad que es la existencia de varios grupos con códigos culturales diferentes que no necesariamente interactúan unos con otros, o interactúan parcialmente (no equitativamente). Siguiendo al filósofo canadiense Will Kymlicka (1998), el multiculturalismo (o relaciones multisocietales) que prevalece actualmente en los países de América Latina, acepta la diversidad únicamente en la medida en que no afecta la preeminencia del particularismo de los sectores hegemónicos presentado como universalismo; no propone una transformación de las relaciones de poder y deja inalterada la situación de pobreza y exclusión de las poblaciones marginadas (indígenas, pobres, mujeres, etc.) (Tapia, 2002, p. 40).
Otro fenómeno precursor de la interculturalidad es la pluriculturalidad, o el reconocimiento del carácter heterogéneo de la sociedad, en la cual los distintos actores tienen los códigos culturales diferentes; se basa en el principio de respetar las diferencias, pero criticar las desigualdades y violación de derechos humanos (Quiroga Trigo, 2012).
En palabras de la socióloga boliviana María Soledad Quiroga Trigo (2012), la interculturalidad no es una realidad actual, sino un proyecto a desarrollar en la sociedad que implica una profunda transformación del poder, del sistema de dominación, para construir una sociedad genuinamente equitativa y justa. Supone desarrollo de un tipo distinto de ciudadanía: la ciudadanía intercultural que deberá a asegurar que el individuo no se subsuma en lo colectivo y que lo colectivo no se subordine a lo individual, sino que ambos se articulen y se complementen. Prevé también la recuperación de valores mínimos de convivencia, como la tolerancia, el respeto, la confianza entre los distintos grupos y sectores de la sociedad y la aceptación del disenso (desacuerdo) (Quiroga Trigo, 2012, p.15).
De ahí que la interculturalidad es la articulación equitativa de diferentes sin un centro hegemónico (o punto de universalidad); el reconocimiento de la diferencia, la igualdad efectiva de los derechos y las obligaciones, la equidad de las diferencias (étnicas, de clase, regionales, de género, de opción sexual, de posición económica, etc.); el relativismo cultural que admite como válida cualquier práctica por el solo hecho de ser producción de un pueblo o grupo social.
Cualquier comunicación podría definirse como intercultural, aunque en cada circunstancia, la comunicación tiene características distintas, de acuerdo con la proximidad o lejanía de las lenguas, estilos de vida, formas de pensar, sentir y actuar de las culturas que contactan: cuantos más elementos compartan, más sencilla será la comunicación entre ellas.
Para que el alumno logre una comunicación intercultural más eficaz, es necesario desarrollar en él las siguientes competencias:
- El interés por culturas distintas de la propia;
- Una toma de conciencia de la propia cultura, un esfuerzo de repensar la propia cultura y los valores que fundamentan la “identidad cultural” (denigración de la cultura ajena para ensalzar la propia); elevar la consciencia del alumno respecto a los valores que transmite en la interacción con el Otro; librarlo del etnocentrismo, del lenguaje discriminador y los estereotipos negativos de las culturas ajenas;
- Una nueva competencia lingüística (uso de la comunicación verbal y la no verbal: espacial, táctil, de gestos, etc.). No es suficiente conocer el idioma, hay que saber también el significado de la comunicación gestual del interlocutor; hay que establecer una “lengua común” para interaccionar;
- Un conocimiento lo más amplio posible de la cultura de la persona con la que se interrelaciona: el desconocimiento del Otro lo deshumaniza;
- Comprensión de la comunicación no como un simple intercambio de mensajes que tienen un sentido incuestionable, sino como discurso con distintos niveles de lectura que sólo las personas que conozcan bien la cultura, pueden alcanzar;
- Saber comunicarse, ser capaz de compartir emociones, aumentar la comprensión a través de ellas, crear una relación de empatía, recordar que los malentendidos pueden ser la norma y no la excepción, desarrollar la capacidad de metacomunicación (evitar los sobreentendidos, presuposiciones, eufemismos);
- Eliminar los prejuicios; prever el “choque cultural”, la incomprensión del comportamiento ajeno, emociones negativas: desconfianza, incomodidad, ansiedad, preocupación, etc.
- Establecer las bases para el intercambio cultural equilibrado y de mayor igualdad posible, reconociendo que la comunicación se produce en unas circunstancias determinadas que modifican las características del proceso comunicativo, en el cual se manifiestan las relaciones de poder: los interlocutores no siempre están en un plano de igualdad/equilibrio (Foerster, 1994, p. 95).
De manera que la comunicación intercultural se sitúa en el equilibrio entre lo universal y lo particular, entre lo común y lo diferente. De hecho, la comunicación intercultural impele a aprender a convivir con la paradoja de que todos somos iguales y todos somos distintos.