Por Elsa Leticia García Argüelles
El cuento de análisis en este ensayo forma parte de los cuentos de Fin de semana (1964) designados por los días, el tiempo, el destino y la otredad: “Viernes: la hora inmóvil”, “Sábado: El verano de la mariposa” y “Domingo: el día de reposo”, relatos que ubican a Melo como un excelente narrador. Si bien el autor y su nombre han quedado grabados en mi memoria, también el personaje y su historia quedó en mí piel, como advierto en otros testimonios de lectura.[1]
En “Sábado: El Verano de la mariposa” el nombre del personaje femenino es Titina, o Ernestina, pero se elige la palabra que disminuye, no el nombre completo que tendría mayor fuerza. Titina parece un nombre de niña, que etimológicamente se remite a Ernestina: “el nombre tiene un origen germánico y significa fuerte, tenaz, águila, firme” (Salas, 2007:275-276). El nombre más amplio Ernestina significa lo contrario y tiene su origen en Ernesto. Melo decide llamar a su protagonista con el diminutivo (una forma de afecto, de nombrar con el sonido). De modo curioso, Titina se denomina a una proteína del cuerpo humano, pienso en la facilidad de ironía que caracterizaba a Melo, que pudo haber elegido el nombre de una proteína para tomar prestado el de su heroína, pues antes que escritor estudió medicina, y por qué no, la posibilidad es un acto lúdico del discurso médico hacia la ficción:
La titina, es la proteína más grande que se conoce, con una masa molecular de 3 a 4 millones. El gen que la codifica (TTN, con 281 kb) contiene 363 exones, más que ningún otro. La proteína está formada por múltiples dominios, aproximadamente 244, que contribuyen a su estructura. […] Siendo la proteína más grande, también su nombre químico es el más largo. Los lexicógrafos no consideran los nombres químicos como palabras, sino como fórmulas verbales; de no ser así, este nombre sería la palabra más larga, empezando con metioniltreoniltreonilglutaminilarginil… y acabando en .…asparaginilglutaminilglutaminilserilisoleucina con una longitud total de 189 819 letras. Se tarda más de tres horas en pronunciarla. [2]
Este dato puede parecer ocioso, no obstante, resulta válida la reflexión de una mujer valorada en términos no sólo socio-culturales sino también en lo que produce su cuerpo y sus transformaciones, es decir, la conjunción entre lo externo (la sociedad y sus valores) y lo interno (su deseo, las pulsaciones y reacciones del cuerpo).
Titina, como veremos más adelante, un día específico se da cuenta que tiene un cuerpo y sufre una serie de cambios que la hacen verse distinta a la que siempre fue, entonces inicia una lucha entre el yo interior (su historia personal, su darse cuenta, su negación y posterior aceptación), y lo que está afuera (la calle, el cielo, el mar, el vestido, el enemigo, metáforas e ilusiones): el límite para esta frontera es el propio cuerpo y la consecuente metamorfosis. Estamos frente a los sentidos de un personaje vital que crece y muere a lo largo del relato, al percibir su capacidad congnitiva de sí misma mediante la piel, su nombre, su verdadero significado y su poder.
El nombre de Titina se relaciona con la concepción que Melo tiene de su personaje y del acto de nombrar que aparece en casi toda su obra, con un carácter litúrgico y ritual: nombrar es bautizar, es volver a nacer, nombrar es un poder que se invoca con la voz y la escritura. Según nos dice Luis Arturo Ramos en su libro Melomanías. La ritualización del universo (1990), estudio ensayístico valioso porque revisa toda su obra y dialoga sobre los temas, el estilo, y las reiteraciones de su universo literario:
El poder de la palabra oral o escrita (si nombro: creo; si escribo: creo) resulta evidente en éste y otros cuentos de Melo. En éste que comento, reconfirma su calidad de invocación, convocación y conjuro. El nombre deviene objeto, suma física y subjetiva de todo lo que designa, asume su carácter único, primigenio y bíblico. Sólo existe el Verbo; existimos porque somos nombrables y podemos nombrar: “A fin de cuentas todo puede y debe llamarse Titina. (Lo muerto y lo vivo. Las fotografías y lo que sucederá mañana, mañana el primer día, el que sigue a la creación. La gaviota: Titina. La ciudad: Titina. El amor: Titina, Titina”. (Ramos, 1990: 67-68)
En la narrativa poética de este autor nombrar es una forma de dar un sentido distinto a las palabras, es crear el mundo desde la mirada y visión del escritor, pero aquí es el personaje quien toma ese poder. El oficio de escribir instaura la mentira para crear el mundo de nuevo, el que también remite al origen de todo. El escritor y el personaje nombran: se vuelven Dios. El personaje y su nombre Titina lo invade todo, ella descubre las palabras y sus sentidos (ingenuamente intenta escapar de su realidad y de la visión trágica). La repetición del nombre Titina toma fuerza e independencia, ella existe y tiene la capacidad de producir significados nuevos.
En otros cuentos de Juan Vicente la elección del nombre es un proceso obsesivo, por ejemplo, en La obediencia nocturna los nombres cifran un juego simbólico como el de Beatriz que remite a la imposibilidad del amor, con referente en La divina Comedia. Asimismo en Fin de Semana vemos cómo el nombre de los personajes los determina porque se repiten y señalan el destino de los mismos, en el relato “Viernes: La hora inmóvil” donde el nombre Roberto Gálvez recuerda el nombre del padre y los ancestros:
Me llamo como tú. Un día mi padre me dijo: “Si hubieras sido mujer llevarías el nombre de ella. […] Pero tengo que hacerlo. Tengo que hacerlo como tú harás las otras cosas. Tengo que decirte que él buscó a una mujer que le diera una hija para que se llamará como tu madre, para que gobernará la casa y tú no pudieras hacer nada, nada. Pero nací yo y entonces me llamo Roberto, como tú. Sé lo que eso significa. (Melo, 1964:159)
En el libro La noche alucinada en el relato “Estela” afirma: “Y a fin de cuentas, convéncete Estela, lo que importa es el nombre” (Melo, 1956: 87). Esto se repite en otro cuento con el mismo título, el mismo nombre en Los muros enemigos, como si fuera una continuación del anterior:
(Ven Estela, ven a jugar conmigo como la semana pasada y la otra y los otros lunes, como el primer día y desde entonces siempre. A jugar conmigo con los cabellos mojados de la lluvia, volando, sonriendo, ven. Tú y tu nombre tuyo y mío, Estela, a limpiar tu nombre escrito por mis dedos en la mesa que no conoces, tú y tu pelo desordenado, ven a que juegue con tu pelo entre mis dedos). (Melo, 1962: 99)
Los paréntesis son una constante en Melo, parce que protegen y autorizan al narrador de alguna forma (Melo/autor/narrador), o quizás se protege de sus personajes y de su pasión, su viacrucis; ser un Dios no acarrea un lugar de placer completamente sino también una responsabilidad, avasallada entre las líneas del paréntesis, impase y forma que conserva, resguarda su voz que limita y dibuja el destino que tendrán sus personajes. Melo nos recuerda que este proceso también aparece en su última novela, La Rueca de Onfalia. Le pregunto por la novela que escribe en ese momento, a inicios de los noventa:
Sí, Onfalia es una reina y está en una rueca haciendo su vestido de novia y al terminarlo lo deja en el suelo, y luego se lo hace poner a Hércules. Feminiza a Hércules, no lo afemina, con el objeto entre otras cosas de que el apellido de ella continúe. Esa es una obsesión mía. ¡Recuerdas los cuentos de Fin de semana; así como continúan los nombres, también los apellidos y las situaciones. Siempre busco crear un universo en un tiempo cíclico […] no hay que olvidar que ónfalos es ombligo. (Melo, 1993: 20)
En la obra de Juan Vicente Melo acontece algo similar a Juan Rulfo, escritores puristas, orfebres del lenguaje y la narrativa, en el caso de ambos la palabra es poesía antes que narración, es instante previo a la descripción, compartiendo una mirada trágica de la realidad. Escritores que guardaron un largo silencio, en el caso de Melo escribió su primera novela La obediencia Nocturna y dejó una huella en la Literatura Mexicana, sin duda, esta novela y los cuentos de Fin de semana es lo que sedujo más a la crítica.
Toda su obra manifiesta el rito de iniciación que va de la mano del personaje, con él la elección de un nombre y su trayectoria de vida. Nombrar el mundo y tomar el lenguaje como una especie de arcilla que funda las posibilidades del relato, ya sea el cuento o la novela, pero siempre con un profundo conocimiento de la textura y la cadencia de la palabras música, cielo, lluvia, calle, ventana, mariposa, verano: Titina.
Bibliografía:
Domínguez Michael, Christopher. Juan Vicente Melo. Material de lectura. México: Universidad Autónoma de México, serie El cuento contemporáneo, núm. 45, Coordinación de Difusión cultural, 2009.
García Argüelles, Elsa Leticia. “Las fidelidades terrenales de Juan Vicente Melo”, La Jornada Semanal, núm. 230, noviembre, 1993: 16-20.
Melo, Juan Vicente. La rueca de Onfalia. México: Universidad Veracruzana, Ficción breve, 1996.
___________. El agua cae en otra fuente. México: Universidad Veracruzana, Colección rescate, 1985.
Pavón Alfredo, El presente insoportable [soliloquio de la solterona], Xalapa: Universidad Veracruzana, Instituto de Investigaciones Lingüístico-literarias, Manantial de Arena, 1990.
Ramos, Luis Arturo. Melomanías: La ritualización del universo (una lectura de la obra de Juan Vicente Melo), México: Universidad Nacional Autónoma de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1990.
Salas, Eliseo. Los nombres. Su significado y su influencia secreta sobre el carácter y el destino. Barcelona, SWING, 2007.
[1] “Leí en Quito, hace muchos años, la antología Narrativa mexicana de hoy, preparada para Alianza Editorial de Madrid por Emmanuel Carballo. […] En esa antología leí, con asombro y gratitud, “Sábado: el verano de la mariposa” del entonces para mí desconocido Juan Vicente Melo. Cuando uno lee un gran cuento sabe, desde el momento mismo en que lo termina, que no lo va a olvidar. Y, en efecto, nunca he olvidado esa historia de provincia sobre una solterona que por un día intenta transformarse en otra mujer, nunca he olvidado esa maravillosa metáfora de la aspiración al amor, de la metamorfosis de una oruga en radiante mariposa. (Vladimir, 2000: 1) También nos dice Christopher Domínguez Michael en una selección de Lectura sobre Juan Vicente Melo, dice “Sábado: el verano de la mariposa” es la segunda parte de ese terceto narrativo que es Fin de semana y es el mejor cueto de Juan Vicente Melo. En el centro, otra vez, atmósfera y cuerpo. Una mujer quedada se dedica a la costura en cuarto nuevamente cerrado” (Domínguez, 2009, p. 7,6).
[2]http://es.wikipedia.org/wiki/Titina