Por Jorge Martínez Pérez
Introducción
El presente trabajo es una breve reflexión sobre la enseñanza de las humanidades en el mundo actual, los retos que ellas enfrentan en la sociedad globalizada y en la economía de mercado, las cuales parecen no dar cabida ni premiar los saberes humanísticos.
Vivimos en una época de grandes y rápidas transformaciones a nivel global en todos los aspectos: sociales, económicos, políticos, culturales. La palabra, cambio, parece ser la característica esencial de nuestro mundo moderno, los descubrimientos científicos y los procesos tecnológicos van de la mano con una economía de mercado cada vez más globalizada que se rige bajo las leyes de la oferta y la demanda, de la competitividad extrema, diríamos casi salvaje. En esta vorágine, la educación no ha resultado exenta y aunque las políticas dictadas al respecto por los organismos internacionales tienen diferente penetración e impacto, dependiendo de la región y el país de que se trate, probablemente ninguno de tales países podrá escapar a aquellas, o al menos eso parece, en un contexto que privilegia la acción a la reflexión, el saber hacer al saber ser, el poseer a la solidaridad, la cooperación y la convivencia. Un mundo en el que las ciencias sociales en general y las humanidades, en particular, parecen ocupar un lugar cada vez más marginal respecto de las llamadas ciencias duras y/o exactas.
Las humanidades y el mundo actual
¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué lugar ocupamos? ¿De dónde vinimos? ¿Hacia dónde vamos? Podemos considerar las preguntas anteriores como los pilares en los que se asienta el quehacer humanístico de todas y cada una de las ramas que componen las humanidades. Pero en la época actual vivimos buscando certezas cuando no tenemos preguntas, cuando ni siquiera nos las hemos planteado, cuando no sabemos si el camino que recorremos es el correcto. Las preguntas preceden a toda afirmación y a toda acción, pero la capacidad de cuestionar, propia del saber humanístico, propia de la filosofía, madre de aquél, es menospreciada y va a la saga respecto de la necesidad de actuar, de “progresar” y de obedecer, de tal forma que parecemos vivir en un mundo que avanza sin control en un estado de ceguera que amenaza con volverse permanente.
En, Replantear la educación, (UNESCO, 2015) Irina Bokova, como prologuista de tal obra, admite la necesidad de replantearse y redefinir la educación como fue concebida en las publicaciones: Aprender a ser: la educación del futuro (Faure, 1972) y, La educación encierra un tesoro (Delors, jacques, 2013) A nuestro entender, la autora admite tácitamente que el modelo llamado de, competencias, en el que, de facto, se privilegian los conocimientos científico-técnicos, es insuficiente si no va acompañado de una educación humanista que redunde en el bienestar integral de la humanidad y, a la vez, de la conservación ecológica del planeta en base a un desarrollo sustentable.
“El mundo está cambiando: la educación debe cambiar también. Las sociedades de todo el planeta experimentan profundas transformaciones y ello exige nuevas formas de educación que fomenten las competencias que las sociedades y las economías necesitan hoy día y mañana. Esto significa ir más allá de la alfabetización y la adquisición de competencias aritméticas básicas y centrarse en los entornos de aprendizaje y en nuevos enfoques del aprendizaje que propicien una mayor justicia, la equidad social y la solidaridad mundial. La educación debe servir para aprender a vivir en un planeta bajo presión. Debe consistir en la adquisición de competencias básicas en materia de cultura, sobre la base del respeto y la igual dignidad, contribuyendo a forjar las dimensiones sociales, económicas y medioambientales del desarrollo sostenible.
Se trata de una visión humanista de la educación como bien común esencial. Creo firmemente que esta visión renueva la inspiración de la Constitución de la UNESCO, aprobada hace 70 años, al tiempo que refleja la época y las nuevas demandas actuales.”(Bokova, 2015)
La concepción de la educación como “bien común esencial” es un concepto clave al que debemos referirnos, pero dicho concepto debe estar caracterizado como un elemento que vaya más allá o esté exento, en gran medida, de las leyes de mercado en sus dos vertientes: primera, la de que todo individuo tenga derecho y acceso a ella, independientemente de su condición y estatus socio-económico, de tal manera que se pueda alcanzar la educación universal y, segunda, que no todos los conocimientos, saberes y competencias vayan dirigidos al, o validadas por tal mercado, sino que contribuyan a la formación de individuos integrales instruidos en los aspectos académicos que impliquen no sólo los conocimientos científico-técnicos sino también los humanísticos.
El quid de la cuestión es saber lo que se entiende por “humanidades” y/o “visión humanista”, pues de ello depende también el valor que se le otorgue al estudio e implementación de las ciencias del hombre. Y es que el término, tan genérico, es el primer obstáculo con el que nos enfrentamos para su cabal comprensión. Si ya de por sí dicha definición es difícil, la enseñanza de las humanidades es aún mayor porque son, hasta cierto punto, un ente virtual compuesto por ciencias tan extensas y hasta cierto punto tan heterogéneas, –como la filosofía, la historia, la ética, la estética, la psicología, la antropología, la sociología, la filología etc.–, que el problema parece no tener solución.
Lo malo es que no existe una sola definición de lo que significan las humanidades y que todos acepten como válida y representativa, lo peor es que tampoco podría existir dicha definición. No obstante lo anterior y, desde nuestro punto de vista, es menos nocivo tener una definición aunque no sea aceptada universalmente a carecer de ella y padecer un conflicto de identidad epistemológica que nos conduzca a una incomprensión de la naturaleza y falta de sentido del quehacer humanístico.
Al respecto nos parece bastante interesante el estudio que hace Ramón de Zubiría (1990), al realizar un recorrido histórico sobre lo que han sido y significado las humanidades desde la Grecia clásica hasta la época moderna. Por cuestiones de espacio obviamos dicho recorrido histórico y nos limitamos solamente a enunciar algunas de sus ideas principales: La primera es que se debe diferenciar claramente entre las humanidades y el humanismo, que es el carácter instrumental de aquellas. La segunda, y esta es la conclusión personal que sacamos del mismo, a reserva de ser reduccionistas, es que la esencia de las humanidades es el estudio de “…la naturaleza del hombre y la posición del hombre en la naturaleza y la sociedad.”(Zubiría, 1990, p. 489).
Si recordamos las preguntas arriba planteadas, dicha definición trata de dar cuenta de cada una de aquellas al interrogarse por la esencia humana, su ser, el lugar que ocupa en el mundo, en la naturaleza, en la sociedad y el sentido hacia donde apunta todo ello. Sería interesante esclarecer cada uno de estos elementos pero el artículo, por el momento, sólo tiene el objetivo de señalar que sí existe una unidad, coherencia y claridad de propósitos subyacentes en el estudio de las humanidades que, a pesar de ser tan grande, monumental y diverso, es delimitable y diferenciable de otro tipo de objetos y saberes.
La UNESCO (2015) enfatiza el carácter humanista que debe poseer la educación al señalar que:
“La visión humanista reafirma una serie de principios éticos universales que deben constituir el fundamento mismo de un planteamiento integrado de la finalidad y la organización de la educación para todos. Dicho planteamiento tiene consecuencias a la hora de idear procedimientos de aprendizaje que favorezcan la adquisición del conocimiento adecuado y la formación de competencias al servicio de nuestra humanidad común. El planteamiento humanista aborda el debate sobre la educación más allá de la función utilitaria que cumple en el desarrollo económico.” (UNESCO, 2015, p.37)
Destacamos de esta definición que la educación debe ubicarse más allá de la función utilitaria con la que, en mayor o menor medida, está comprometida y que es, sin duda, también muy necesaria.
“Los valores humanistas que deben constituir los fundamentos y la finalidad de la educación son: el respeto a la vida y a la dignidad humana, la igualdad de derechos y la justicia social, la diversidad cultural y social, y el sentido sentimiento de la solidaridad humana y la responsabilidad compartida de nuestro futuro común. Hace falta un planteamiento dialógico del aprendizaje, como el que proponen, por ejemplo, Martin Buber56 y Paulo Freire57. Hay que rechazar también los sistemas de aprendizaje que alienan al individuo y lo tratan como una mercancía, así como las prácticas sociales que dividen y deshumanizan a la gente. Es esencial educar en estos valores y principios si queremos conseguir la sostenibilidad y la paz.”(UNESCO, 2015, p. 38)
Pero no se puede ser humanista ni exigir valores humanos si previamente no se educa en la tradición humanista, valga la redundancia, porque el humanismo no es un estado de cosas que se sostenga per se y para siempre sino que requiere de un decidido apoyo de la enseñanza de las humanidades en las instituciones educativas de todos los niveles. Pero una cosa son las políticas educativas que se plantean y otra muy diferente son las dinámicas que lleva impresa la educación en nuestros días, donde el mercado parece imprimir su sello en todas las esferas sociales, incluida la educación.
Al respecto es interesante la obra, Del humanismo a la competitividad (De la Torre Gamboa, 2004) en el que el autor nos lleva por un largo recorrido de las etapas por las que ha atravesado la educación en la sociedad occidental, partiendo de la modernidad hasta nuestros días. En síntesis, para dicho autor, si en la modernidad el discurso educativo era que la educación se concebía como un derecho que constituía al ciudadano, en la época posmoderna la educación es una mercancía que sirve para hacer competitivos a los individuos.
Conclusiones
Las humanidades y la enseñanza de las humanidades transitan por un período de grandes retos y transformaciones, los cuales hacen necesarias una serie de reflexiones sobre la naturaleza, quehacer y objetivo de las humanidades en un mundo globalizado cuya impronta principal es la economía de mercado, la competencia y la subordinación de todas las esferas de la vida social, incluida la educación, a este gran ente que parece transformar y devorar todo lo que encuentra a su paso. Es obligación de los organismos, instituciones y de todos aquellos que nos dedicamos a la docencia de estas materias, el hacer un balance sobre lo que son y sobre el quehacer de las humanidades en un mundo siempre cambiante, complejo y lleno de incertidumbres que exige soluciones, pero que también es indispensable saber que no habrá tales si antes no nos preguntamos sobre la naturaleza del ser humano y su lugar en la naturaleza y la sociedad en que nos toca vivir, como entes temporales e históricos que somos.