Juan Antonio Pérez
Lo que hemos aprendido de la Historia,
es que nada aprendemos de la Historia.
Friedrich Hegel (1770 – 1831)
El país más poderoso del planeta tiene como presidente a un delincuente sexual, convicto además de otros atropellos. Llama poderosamente la atención que tan lamentable circunstancia no haya hecho mella en los electores, y ni siquiera en su cónyuge. La promesa xenófoba y fascista de acabar con la inmigración, que “ensucia” la pureza anglosajona, fue suficiente para llevar los agravios al olvido.
El discurso de que los migrantes “invaden” la Unión Americana en perjuicio de su economía y si seguridad, solo difieren en el tiempo de la advertencia hitleriana del complot sionista para apropiarse del mundo. Ignorar la Historia conduce a su repetición.
Hitler se empeñaba en exterminar a los judíos a pesar de sus raíces hebreas y Trump, siendo descendiente de inmigrantes alemanes aspira a desterrar a los migrantes porque, entre otras cosas son “depredadores sexuales”. Y es bien sabido que él mismo es un victimario sexual convicto. En nuestra universidad esa demencial realidad nos alcanza y contamina.
Vale resaltar que las oposiciones más sólidas que la brutalidad Trumpista ha encontrado provienen de los sectores académicos y de las organizaciones estudiantiles. Harvard y la Universidad de California en Los Ángeles constituyen los ejemplos más prominentes. El presidente de Harvard, el Dr. Alan Garber y el rector de la UCLA, el Dr. Julio Frenk, han adoptado posturas envidiablemente dignas, impensables en un rector como el Dr. Armando Flores, que no tocaría a David Monreal ni con el pétalo de una declaración de autonomía.
Lejos de abanderar las demandas estudiantiles, como en su momento lo hiciera el Ing. Javier Barros Sierra en la UNAM (1968), el Dr. José Manuel Puig Casauranc en la regencia de la ciudad de México (1929), o el Lic. Jorge Eduardo Hiriartt Estrada en la UAZ (1977), el rector Flores ha decidido descalificarlos como manipulados e intransigentes, si no directamente, sí a través de su grupo de apoyo.
En la Universidad Autónoma de Zacatecas, cada vez menos autónoma, se dan acontecimientos dignos de una relato de Franz Kafka. Un rector que es aprehendido por una acusación de violencia equiparada, un juez que re clasifica el delito cuando este acto es improcedente por tratarse de una menor de quince años, el rector que se declara culpable, una institución que se niega primero a destituirlo y luego a rescindir la relación laboral, maestras que además de ser mujeres son madres con hijas defienden al confeso. ¿En qué singular lugar del mundo nos encontramos?
Entre los defensores más ardorosos puede verse a un docente que, luego de un conflicto semejante es premiado con la contratación irregular de su pareja sentimental y un golpeador digital que se ha dedicado a sembrar rumores, levantar calumnias, propagar ofensas y toda clase de bajezas. Basta ver las redes para identificarlos con toda claridad. Ellos hablan de una “trampa política” tendida al inculpado para propiciar la derrota de su grupo político. Para echar por tierra esta versión, basta recordar que la elección fue el miércoles 14 de mayo y la detención del ex rector el viernes 16. Parece fríamente calculado, pero al revés: para garantizar la continuidad en la rectoría. Otros defensores son actores políticos que se identifican con la corriente de los Monreal, un sector que avergüenza a la mayoría morenista.
Para este grupo y para el gobierno del Estado la UAZ, en su carácter de la máxima casa de estudios de la entidad, no importa, lo que es de su jmayor interés es el control. Nuestra Alma Mater es un bocado apetitoso al que no quieren renunciar. Están dispuestos a todo, pues como publicó uno de sus más boquiflojos representantes: la política es el arte del exterminio. Contrasta esta fascista visión, con la definición que le escuché al Ing. Heberto Castillo Martínez en una de las conversaciones que me enorgullece haber sostenido con él: La política, como la ingeniería, es el arte de la correcta distribución de esfuerzos.
Mientras redacto la presente colaboración, llega hasta mí el documento mediante el cual la rectoría declara rescindida la relación laboral con el Dr. Rubén de Jesús Ibarra Reyes, por “causas no imputables a la Universidad”. Llama la atención que no se menciona en él el delito que causa la baja, dando lugar a la suspicacia de si eso representará una ventaja legal para el recién rescindido.
La versión de la trampa se antoja inverosímil por las siguientes razones:
Parece microscópicamente probable que una madre decida someter a su hija de cinco años a pruebas físicas, psicológicas e interrogatorios judiciales únicamente para perjudicar la carrera política de una persona, a sabiendas de que este hecho marcará huellas permanentes en la menor.
Aceptar la culpabilidad a sabiendas de que eso dejará antecedentes penales con todo lo que implica parece una decisión poco razonable. Conozco de cerca el caso de un profesor, acusado de “difamación” (cuando aún era delito) por una funcionaria pública que se daba el lujo de girar órdenes al entonces procurador, con el total apoyo de la gobernadora y de la magistrada presidenta. El susodicho prefirió dos años de juicio en lugar de pagar mil doscientos pesos de multa a cambio de aceptar la culpa. El honor es primero para quien lo valora.
La aceptación tendría repercusiones altamente negativas para la reputación de la institución que estaba bajo su coordinación, además de la personal y la familiar . Perdería el puesto, el trabajo, el prestigio y le representaría un reto casi insalvable retornar a la vida académica.
Previo a continuar debo decir que antes de toda esta vorágine de acontecimientos, yo he considerado a Rubén como un amigo personal y eso implica estimación que no he perdido del todo, pero tal afecto no es, no puede ser de tal magnitud que me lleve a poner en riesgo a toda una comunidad. Me cuidaría de que cualquier persona a mí cercana, de sexo femenino, se mantuviera a distancia prudente de él.
La única razón por la que podría entender la existencia de defensoras es de carácter político-electoral, y no se me antoja suficiente. La defensa va acompañada un incesante terrorismo legal que aprovecha los huecos que toda ley presenta. La imperfección de toda ley es un hecho matemáticamente probado por el austríaco Kurt Gödel (1906 – 1978) en su tesis doctoral de 1929. A ello dedicaré un texto posterior.
La intención del grupo de golpeadores digitales que trabajan para el ex rector y su continuidad, es el exterminio de todo aquello y todo aquel que se oponga a su afán de control, que ha sido alimentado por un inmoral clientelismo académico-político. Lo peor de la historia contemporánea del mundo contamina a la UAZ, al grado de tener al servicio del grupo hegemónico una pandilla de exterminadores digitales, a los que no les importa lastimar prestigios, carreras impecables, vocaciones de servicio y de entrega.
Las guerras de exterminio no son cosa del pasado: en 2015 se inicia uno de tales conflictos en Burkina Faso, y en 2023 otra en el estado indio de Manipur. El estado israelí añora apropiarse la franja de Gaza, para lo cual decide acabar con la población árabe del enclave. El mundo está enfermo y la UAZ se ha contagiado. La descomposición nos ha alcanzado.