Juan Antonio Pérez
La verdadera victoria,
no está en derrotar a otros
sino en superarnos a nosotros mismos.
Choi Hong Hi (1918 – 2002)
La Universidad Autónoma de Zacatecas, sumida en la crisis financiera más profunda
que jamás haya experimentado, tiene ante sí la oportunidad de rescatar su esencia
democrática. Previo a continuar con mi exposición, ofrezco una disculpa a quienes le
concedan al texto presente la deferencia de la lectura, pues confieso que me cuesta
trabajo distinguir entre el análisis objetivo y el deseo. Dejo en usted la estafeta del juicio.
Después de dos semanas en paro casi total en nuestra máxima casa de estudios,
considero superfluo hacer énfasis en lo indecoroso de su origen. El clientelismo político
que caracterizó su funcionamiento podría quedar en el recuerdo de un bochornoso
pasado, en la memoria de una larga, amarga y pesada broma.
Me explico: la democracia tiene sentido si se concibe como un ejercicio político
que ocurre entre iguales. Una familia, por ejemplo, no puede delegar la responsabilidad
de la toma de decisiones a sus miembros menores de edad, apelando a su estructura
democrática: la madurez, en cada una de sus formas, es fundamental para la buena
marcha del colectivo familiar. En el caso de la familia, paradójicamente, quienes más
importan son quienes menos opinan.
La analogía, no siendo por supuesto absoluta, se espera que sea ilustrativa. En
nuestro claustro universitario, el voto de un docente que imparte un curso y cuenta con
unas pocas semanas de antigüedad tiene el mismo peso que el de un profesor con una
vida académica invertida de tiempo completo. Así que, si se quiere acceder a la dirección
universitaria, mantenerla o acrecentarla, bastará con contratar a muchos docentes con
pequeñas cargas de trabajo.
El modelo es ruin y perverso, tanto para la institución como para aquellas
víctimas de este modelo clientelar que lo que buscan, legítimamente, es una forma
honesta de trabajar y asegurar ingresos. En la gran mayoría de los casos, el mérito para
la obtención del espacio bajo el modelo clientelar fueron la ciega obediencia, el voto
según demanda, y la abyección total, sin desconocer que bajo este mecanismo, irregular
de cualquier modo, la institución se hizo de algunos pocos miembros de valía
académica.2
Esta mecánica de funcionamiento es criminal en contra de la institución porque
deteriora la academia favoreciendo la expresión electoral. Se diseña para promover la
influencia política de un caudillo o un selecto grupo de ellos. El resto de las huestes no
pasarán de ser carne de cañón; ese es su aceptado destino. Se arriba así a las prácticas
porriles cuyo cometido es la provocación, el terrorismo verbal, digital, procesal, la
argumentación ad hominem sin sustento, en fin, todas las prácticas que desdibujan el
quehacer universitario. El aula, el laboratorio y la clínica pasan a tener una función
exclusivamente cosmética.
Es inmoral la práctica en contra del docente contratado bajo este esquema,
porque su promoción depende de la buena voluntad y el éxito electoral de su caudillo, de
que su abyección haya sido notable y manifiesta. Como retribución recibirá, a cuenta
gotas, mejoras laborales que no llegarán a la estabilidad, porque una vez ahí podrá gozar
de libre opinión, de independencia; nada bueno para la práctica feudal.
Previo a la toma de posesión del Dr. Ángel Román, y según su propio dicho, se
expresó en pago de favores políticos en forma de promociones irregulares de diversos
tipos y calibres, pasando por alto los méritos acumulados por una gran cantidad de
miembros del personal académico, generando la indignación que usted pudo atestiguar.
La inclusión de actores políticos en la nómina resaltó de inmediato.
Sin ser justificable, es comprensible la negativa del titular de la administración
universitaria a dar marcha atrás a estas irregularidades, cuidando por un lado la
investidura rectoral, y la estabilidad política por otro. Pero debe quedar completamente
claro que sin lastimar la figura de la titularidad institucional, debe llamarse a cuentas,
por todos los medios al alcance a los perpetradores, quienes con tan irresponsables
actos, prefirieron profundizar la crisis universitaria antes que poner sus privilegios en
riesgo.
Si el rector decide dejar caer el peso de la ley sobre estos truhanes, seguro estoy
que contará con el respaldo de la comunidad: propios y cercanos. Esa determinación
será un hito en la evolución de nuestra Alma Mater, se pasará del catálogo de rectores a
la Historia de la institución. Cálculo político contra evaluación histórica.
La forma de restitución por la que se optó de forma bilateral rectoría y
conducción sindical para reparar los agravios, consistió en otorgar promociones
semejantes a todo aquel que tuviera méritos equiparables con los irregularmente
favorecidos. No falta quien, haciendo gala del fatalismo, propio del quemado que sopla
sobre el jocoque, ve en este proceso una reconfiguración de los grupos políticos en una
especie de intercambio de nepotismos. Yo veo, o tal vez quiero ver, algo diferente:
observo ahora actos de justicia laboral que desarticulan, o por lo menos debilitan, las
tradicionales redes de corrupción. Advierto un horizonte luminoso en el caos de la
monstruosa crisis actual.3
Interpreto acuerdos donde antes imperaban las complicidades, veo apertura del
rector en lo que otros pueden ver como debilidad. La voluntad de avanzar en propósitos
comunes con la rectoría mostrada por la dirección sindical se coloca en primera fila
sustituyendo los acuerdos en la sombra característicos del charrismo. Recuerdo aquí mi
colaboración Por qué Jenny González es un peligro, y para quién, en junio 6 del año
que transcurre (https://portico.mx › Tinta Indeleble › Espacio de opinión). Me parece
que los recientes hechos constituyen una forma de materialización del “peligro”
enunciado.
La descomposición del clima político universitario llegó al grado de que docentes
con pendientes disputas personales vieron la oportunidad de solventarlas
convirtiéndose en los tontos útiles de inconfesables propósitos: los embarcaron en
demandas penales, administrativas y laborales destinadas al fracaso, al ridículo, al
muladar histórico. Quedan en la orfandad política y en el oprobio ético, porque la
Historia es inflexible y no perdona. Pueden ciertamente seguir jactándose de las
victorias electorales, pero no levantarán la vista para defender su inexistente
legitimidad.
No es mi aspiración, como la del analista promedio, el pronóstico del porvenir.
Ofrezco en cambio, modestamente lo que mi alcance se encuentre para la reedificación
de nuestra institución para convertirla en un motivo de justificado orgullo para su
comunidad, para la sociedad que le provee el sustento, para que sea una entidad
confiable en la generación y reproducción de conocimientos, de preservación del arte y
la cultura, de promoción de la excelencia deportiva, en fin, cuna de hombres y mujeres
destinados a la conformación de una sociedad cada vez más equitativa y justa.

























