Por Lidia Medina Lozano
En México existe una gran cantidad de películas donde la ciudad se presenta como escenario, personaje importante y protagonista. Recordemos que durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, el llamado Cine de Oro Mexicano, encontró en el aparente desarrollo del país, un marco ideal para exponer a la metrópoli como tema central en el desarrollo narrativo. Por un lado, la capital cosmopolita y glamourosa, fruto de la inversión y el desarrollo y, por otro lado, el de la periferia y los barrios marginados, el tugurio y la vecindad; ámbitos de la esencia del nuevo México que se proyectaba.[1]
Posteriormente cuando el cine mexicano de los ochenta decae por la pobreza de los argumentos y el abaratado costo de producción, surgieron intentos por recuperar en pocos casos la filmografía nacional, cargada de temas picarescos de ficheras o sexicomedias, pero también aparecieron los grandes temas de la época; la migración hacia Estados Unidos, el narcotráfico y otros argumentos de carácter urbano. En la década siguiente se observa un ligero cambio como consecuencia de la narrativa desgastada de la década anterior y se vislumbra la llegada del Nuevo Cine Mexicano, que propuso enmendar bajo las nuevas generaciones de cineastas un “cine de calidad” retratando, aunque de manera cuestionable, la realidad social mexicana para ser mostrada en los festivales de cine nacionales y extranjeros, no solo en largometrajes sino también en documentales.
El nuevo milenio y la llegada de los medios digitales facilita la reducción de costos y realización, provocando un nuevo desarrollo en las producciones fílmicas. En la década de los 90 y principios del siglo XXI el cine mexicano aborda temas tan variados como lo cotidiano, el existencialismo, la violencia urbana, la migración, la denuncia de la descomposición social y la corrupción del Estado. Se enfoca a las grandes problemáticas sociales por las que atraviesa México: narcotráfico, drogadicción, el crimen organizado, marginación, la trata de blancas y las relaciones de los jóvenes en su entorno.
A pesar de la diversidad temática propuesta por los creadores, existe una constante en muchas de ellas y es el uso del espacio urbano. Seleccionar una de tantas películas que aborden la ciudad es una tarea meritoria, de allí que nos enfoquemos en algunos ejemplos que destaquen por mostrar la ciudad contemporánea desde la mirada de su creador. En este aspecto, el argumento es distinto en cada una de ellas, presentando lecturas que ayudan a comprender y reflexionar las grandes ciudades latinoamericanas como el caso de la Ciudad de México.
Destacan Amores perros (2000) de Alejandro González Iñárritu, tres historias cuyos personajes no se conocen pero que coinciden a partir de un accidente automovilístico mostrando el caos y la violencia de la gran ciudad. En Amar te duele (2002) de Fernando Sariñana se refleja la vida cotidiana de los adolescentes que viven la diferencia de clases y la discriminación social urbana.
El documental H2OMX, (2013) de José Cohen y Lorenzo Hagerman es un film que tiene la intención de crear conciencia social entre los habitantes capitalinos al abordar el problema del agua en una de las ciudades más pobladas del planeta. En Vivir Mata (2002) de Nicolás Echevarría la historia captura desde el aire la gran ciudad de México, las vistas aéreas tanto diurnas y nocturnas reflejan el dinamismo de la metrópoli, sirviendo de marco para prolongar posiblemente una caótica relación de pareja sustentada en la mentira. El film refleja la idea de una ciudad delirante, donde los individuos ensimismados en su quehacer cotidiano mienten para sostener una historia de amor.
El siguiente film De la calle (2001) del director Gerardo Tort, utilizó a verdaderos niños de la calle en el elenco para lograr mostrar la marginación urbana, una historia del abandono y de la precariedad. La película revela un fragmento de la metrópoli, el sector olvidado de la población, la indigencia que vive en los drenajes y que el sistema ignora. Perfume de violetas (2001) de Marisse Sistach es un film que describe la vida en una zona paupérrima de la ciudad, muestra la suburbanización de la ciudad de México. La trama consiste en la amistad de dos jovencitas que viven y mueren con una realidad atroz.[2]
Éstos son solo algunos ejemplos de una centena de películas que la filmografía mexicana ha logrado recuperar a la ciudad como el espacio para entretejer historias reales e imaginarias. El análisis del espacio urbano en el cine mexicano de principios de este siglo, se concentra como la ciudad emocional y no como mero contexto y telón de fondo, un escenario capaz de dialogar con el espectador del siglo XXI acostumbrado al mundo de la imagen y a los medios de comunicación.