Por Juan Gómez
Director general de Pórtico
A los periodistas que todos los días trabajan por construir una prensa independiente
En México y en el mundo se conmemoró este domingo 03 de mayo el Día Internacional de la Libertad de Prensa y, en esta ocasión, en medio de una emergencia sanitaria que ha puesto nuevamente a prueba al ejercicio periodístico que profundiza la crisis económica, los cambios generados por las tecnologías de la información, la relación tirante con los gobiernos nacionales, los principios éticos de la profesión y lo más lamentable, el asesinato de periodistas mexicanos.
¿Por dónde empezar?
El país entró por decreto presidencial en la Cuarta Transformación pero la impunidad no ha cambiado. Los crímenes de periodistas se continúan presentando acompañados por su inseparable pareja, la impunidad.
Declaraciones van y vienen, se construyen discursos en campañas políticas y se generan compromisos que nunca se cumplen. Nada cambia, todo se transforma.
En la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador han sido asesinados, hasta el 11 de abril del año en curso, 15 periodistas en diferentes partes del país.
Cabe señalar que en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña nieto, se asesinaron a 25, 52 y 59 periodistas respectivamente.
La muerte de un periodista como la de cualquier comunicador es muy lamentable, pero es más lamentable que el presidente de la República no haya emitido ya no digamos un compromiso de protección al ejercicio periodístico, sino un posicionamiento sobre estos crímenes. No le han merecido una palabra.
En cambio le incomoda la crítica y el cuestionamiento a sus actos públicos, a sus acciones de gobierno. En los 16 meses de su administración ha descalificado el trabajo de investigación de muchos periodistas y rechazado la labor de medios de comunicación a los que llama “prensa fifi”, “conservadores” y los coloca como parte de “la mafia del poder” o de plano los denomina como “el hampa del poder”.
Pero no solo con las empresas periodísticas se registra este comportamiento, sino con los propios medios públicos, en donde han sido expulsados decenas de periodistas sin respetarles sus derechos laborales. Simplemente llegó un nuevo equipo de trabajo que desplazó sin misericordia a quienes habían laborado para otras administraciones.
En lo económico, los medios de comunicación en general atraviesan por un pésimo momento. La crisis, ciertamente, no es actual, pero se ha recrudecido en la presente administración a causa de la austeridad del presupuesto publico.
Ciertamente la prensa mexicana durante muchas décadas gozó de las prebendas de los gobiernos, quienes les canalizaban cientos de millones de pesos en publicidad, les “condonaban” los impuestos y se les permitía a los dueños de los grandes consorcios eitoriales participar de la obra pública; se otorgaban concesiones de medios electrónicos o radiofónicos, o de grandes negocios, al amparo del poder en turno.
¿A cambio de qué? Del silencio o del ataque a los contrarios, a la oposición, a los enemigos políticos.
Aquellos que todavía suspiran por los viejos tiempos del amasiato prensa-gobierno están al acecho, pero sobre todo, quienes detentaron parte de aquella fortuna que obtuvieron de los gobiernos priistas y panistas, son los principales lobos con piel de cordero que merodean en Palacio de Gobierno.
Los gobiernos priistas privilegiaron a una casta incondicional de la prensa mexicana, pero a los críticos los castigaron con severidad. Era el precio por disentir del gobierno en la prensa. Ejemplos, hay muchos. Garrote y dádiva, represión o dinero era la disyuntiva tradicional. Era una regla no escrita.
A muchos opositores se les cerraron las puertas en los medios electrónicos de comunicación y en las páginas de los medios impresos.
López Obrador fue un opositor desde su salida del PRI cuando se unió en 1988 a la Corriente Democrática de dicho partido, que demandaba un cambio en el método de selección del candidato presidencial.
En dicho período el tricolor y su gobierno tenían un fuerte control sobre la prensa mexicana y López Obrador sufrió esas consecuencias.
Desde entonces nació esa rivalidad contra el expresidente Carlos Salinas de Gortari y contra la prensa.
El ahora presidente reitera que no es hombre rencoroso, pero lo que si se sabe es que tiene buena memoria.
Pero no solo se lamentó de la ausencia de cobertura a sus campañas por parte de los medios de comunicación, sino que construyó su propia estrategia y creó sus propios instrumentos de comunicación social y política.
¿Recuerdan el Sendero del Peje? Fue solo un instrumento que detonó en las redes sociales y que le permitió abrir otros espacios entre periodistas aliados que hoy, algunos, forman parte de su equipo de comunicación gubernamental.
López Obrador mantendrá su línea, su visión y su experiencia. No habrá tregua con los medios que considera adversarios y a los que ha encasillado en los calificativos ya conocidos.
Pero no solamente descalificará a quienes ancestralmente le hicieron el vacío en sus campañas o lo atacaron mediáticamente, sino también a los medios de comunicación que cuestionen sus acciones de gobierno.
Este es solamente parte del escenario que hoy viven los medios de comunicación en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2020 que establece la Unesco y que este año lleva el lema: Por un periodismo valiente e imparcial.
Muchos periodistas han perdido la vida en cumplimiento de su deber en México, otros el empleo por la llegada de una nueva administración pública, pero otros están en la inanición empresarial a causa de la crisis económica por la que atraviesan desde hace muchos años.
La situación para la prensa mexicana no cambia. Garrote o palmada; descalificada o premio.
Aún así el periodismo de convicción independiente y profesional seguirá luchando por su sobrevivencia mediática y ejerciendo la libertad a la crítica del poder, independientemente de su signo ideológico.
Al tiempo.