Por Juan Gómez
Director de Pórtico MX
Mientras los partidos con registro nacional se pierden en el marasmo de los intereses políticos -personales y cupulares- y trazan sus estrategias en el intento de realizar alianzas electorales, se pierde la perspectiva de que lo que está en juego, no solo es la democracia participativa sino la constitucional que permite, hasta ahora, el contrapeso en la toma de decisiones.
Las elecciones del 2021 pondrán en la boleta no solo a los candidatos a un puesto de elección popular, sino el destino de un país en los próximos años y en especial, la viabilidad democrática que resiente las embestidas de la regresión al presidencialismo absolutista y al autoritarismo sistémico.
Lo que está en juego es el predominio de la visión de un solo hombre y no la de los ciudadanos representados no solo en la Silla del Águila sino en el Poder Legislativo, en donde la mayoría aliancista que gobierna -MORENA, PT y Verde Ecologista- es sometida por la voluntad de un solo hombre: el presidente de la República.
Más de 70 años de un partido hegemónico en la vida nacional que marginó a la oposición de la toma de decisiones y que dio paso a una forma de gobierno autoritaria y rapaz, hoy está a punto de regresar nuevamente a ser una realidad en la vida política del país.
La sociedad mexicana no aprende de su historia y la repite. El México de caudillos que parecía lejano hoy se traduce en el populismo de un solo hombre; el México asistencialista que controló el voto en la simulación electoral, en la partidocracia, hoy se traduce en becas para ancianos, jóvenes y en todos aquellos programas asistenciales que llevan el efecto del control presidencial.
Las luchas que hicieron muchos demócratas para restarle poder al Ejecutivo, para reducir sus excesivas facultades, hoy se desechan y se reconstruyen para que las acopie un solo hombre, pero además, el acelerado y atropellado reformismo constitucional, pretende fortalecer una sola visión de país y no la voluntad de los ciudadanos.
¿Quién detendrá la acelerada carrera hacia el autoritarismo y la antidemocracia en México? ¿Quién frenará el regreso al presidencialismo exacerbado, al capricho de un solo hombre, a la centralización del poder en el país?
La respuesta es muy sencilla: seremos los ciudadanos que queramos un país de libertades, en el que los contrapesos constituyan instituciones de Estado, libres de la influencia corrupta y mediocre de muchos gobernantes y representantes populares.
La oposición real a la autollamada “Cuarta Transformación” debe abrazar una visión de mayor trascendencia y dejar de lado los apetitos de “arreglos en lo oscurito” con el poder en turno, porque tarde o temprano los despedirán con una patada en el trasero cuando ya no sean útiles.
El presidente de la Republica no cesará -así es su obcecación- hasta lograr el control absoluto del Senado y del Congreso mexicano; no bajará el agobio al Instituto Federal Electoral hasta tener el pleno control de los procesos electorales; no disminuirá su ataque a los medios de comunicación independientes hasta controlar a la opinión pública.
Andrés Manuel López Obrador tiene muy claro sus objetivos. Por eso en su toma de posesión el 1 de diciembre de 2018 señaló:
Trabajaré 16 horas diarias para dejar en seis años muy avanzada la obra de transformación, haré cuanto pueda para obstaculizar las regresiones en las que conservadores y corruptos estarán empeñados.
Y puntualizó el objetivo de la siguiente manera:
Por eso aplicaremos rápido, muy rápido, los cambios políticos y sociales para que si en el futuro nuestros adversarios, que no nuestros enemigos, nos vencen, les cueste mucho trabajo dar marcha atrás a lo que ya habremos de conseguir.
El lunes dos de julio de 2018, una noche después del triunfo electoral, el entonces presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, decía esto en su discurso ante seguidores:
Pero, también, confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen Presidente de México. Deseo con toda mi alma poner en alto la grandeza de nuestra patria, ayudar a construir una sociedad mejor y conseguir la dicha y la felicidad de todos los mexicanos.
Cuando escuché esta pieza final de su discurso, pensé ilusamente que López Obrador haría todo lo que estuviera en sus manos por lograr ese objetivo y que por fin, México tendría a un estadista en su gobierno.
Los hechos me han demostrado lo contrario.
¿Seremos capaces los ciudadanos de evitar el país de un solo hombre con nuestro voto en el 2021?
Al tiempo.