Por Juan Gómez
El presidente Andrés Manuel López Obrador convirtió la marcha por la defensa del INE en una guerra por ganar la calle, y demostrar el 27 de noviembre próximo la preponderancia de su figura en la preferencia ciudadana, pero lo que está haciendo es un evidente error de egolatría política, un disparo en el pie.
La clase media vilipendiada, defenestrada desde el púlpito presidencial, a la que ahora también llama con desprecio “aspiracionista”, ganó la calle y mostró su rechazo a la intentona de arrebatar la autonomía del Instituto Nacional Electoral.
La semana que agoniza constituye una de las más desgastantes para el presidente López Obrador, pues además de perder la calle, que ahora intentará recuperar con la ayuda del aparato burocrático de los gobernadores morenistas y de la Secretaría del Bienestar, su candidato a presidir el BID, Gerardo Esquivel, perdió la elección.
El colmo fue que la Secretaría de Hacienda -que no se mueve sin la voluntad del amo- publicó un boletín en el que crítica la elección del brasileño Ilan Goldfajn en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, en donde estará cinco años.
La política interior y la exterior, causan graves daños a la deteriorada figura presidencial, lo cual parece no preocuparle a López Obrador, quien confía en su imagen de tótem nacional.
Pero los errores van cobrando factura y el temperamento del tabasqueño explota muy fácilmente, es de mecha corta, lo hemos visto en los últimos días.
La ahora llamada “contramarcha” es un ejemplo de su actuación por impulso, con el hígado.
¿Por qué va a sacar mas gente a la calle la defensa del INE que yo? Parece decir López Obrador, quien primero minimizó la movilización ciudadana y después anunció la suya, esa sí, dijo, al Zócalo.
Desde el primer día hemos visto a un presidente en campaña, pero no gobernando para todos los mexicanos.
Gobierna para sus seguidores, para los aplaudidores, los que le tienen “lealtad ciega” para su proyecto político.
Aún se recuerdan sus palabras pronunciadas en Palacio Nacional con motivo de la renuncia de Jaime Cárdenas, director del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep), el organismo creado por el presidente para subastar autos, casas y joyas incautadas al crimen organizado, cuyos recursos serían para sus programas sociales, que por cierto, transita en la opacidad.
Aquel 24 de septiembre del 2020, López Obrador dijo:
Pedimos lealtad a ciegas al proyecto de transformación porque el pueblo nos eligió para eso, para acabar con la corrupción, los abusos, llevar a cabo un gobierno austero y sobrio, para hacer justicia”.
Basta decir que el constitucionalista dimitió a los 105 días de haber sido designado director del Indep por no aceptar actos de corrupción como evaluación ventajosa para los compradores de bienes, mutilación de joyas, irregularidades administrativas entre otras.
En su carta de renuncia dio a conocer que los actos de corrupción del personal fueron denunciados a la Fiscalía General de la República.
Mientras tanto, la “contramarcha” ya se organiza en los gobiernos estatales de Morena y en el aparato burocrático de la Secretaría del Bienestar en las 32 entidades del país.
Ya veremos.
Al tiempo.