Por Fátima Ivette Gómez Vargas
Los cambios en mi país están cada vez más cerca, me aferro a creer. Trato de ser objetiva y realista en momentos como estos; en los que, por un lado, observo atenta y entusiasmada cómo la mayoría de ciudadanos se unen en situaciones sin duda devastadoras.
Por otro lado, me quedé sorprendida, debo confesar, de ver a mi generación, los tan mentados Millennials alzando la voz, levantándonos de nuestros asientos y ser proactivos apoyando, organizándonos sin esperar a que las cosas sucedan.
Después de la sacudida que nos dio la tierra el pasado martes y la saturación por todos los medios del seguimiento de los hechos me quedé reflexionando, meditando sobre una pregunta que se clavó en mi mente por más de dos días: ¿Por qué se tenía (o tiene) la percepción de que los millennials somos apáticos, ególatras y poco activos socialmente hablando? Yo misma tenía esa percepción de mí.
Pero conforme veía más y más las redes sociales la pregunta se empezaba a clarificar ante mis ojos. Cada vez que veía un tweet, un hashtag, un Face live de jóvenes volcados a las calles ayudando, donando, ofreciendo sus redes para dar con el paradero de las personas, ofreciendo sus talentos a cambio de un donativo, vestidos de dragones para llevar una sonrisa a los niños, estudiantes dispuestos a aplicar sus conocimientos para el que lo necesitara, son apenas unos pocos ejemplos conmovedores y cargados de la energía suficiente para no desistir en los momentos de cansancio.
Entonces empecé a recordar cuando fui docente a nivel Universitario. Mis alumnos, que no estaban tan lejos de mi propia edad, me parecían un tanto apáticos y faltos de interés por las asignaturas y las calificaciones.
Recuerdo que siempre traté de hacerles “más amenas” las clases que les impartía. Los mejores resultados siempre los obtuve cuando les daba más libertad de expresión y creatividad. Siempre me quedó claro, que incluso cuando yo era estudiante, perdía el interés en la materia cuando ésta se volvía ajena a mí, cuando sólo eran datos que memorizar, preguntas que contestar e información que no veía utilidad en mi vida diaria.
Cuestionaba a mis pobres maestros cada palabra que salía de su boca, cuestionaba su método de enseñanza, su criterio para calificar y hasta el examen que debía contestar. Qué dolor de cabeza debí ser
Es aquí donde llego a la conclusión de que no somos una generación “perdida” y aquí están mi muy particular punto de vista:
Cierto que a las generaciones anteriores les tocaron tiempos duros y de mucho trabajo y eso es lo que esperan ver en sus hijos. Déjenme decirles algo: por supuesto que entendemos, valoramos y agradecemos su esfuerzo.
¡No es que no queramos trabajar, es que el trabajo tradicional (jornadas de 8 horas, horarios estrictos, estructuras rígidas y jerarquías de autoridad marcadas) no nos hace sentir plenos, felices, libres y eso nosotros lo valoramos mucho! No elegimos un trabajo sólo por la remuneración económica, buscamos trabajos flexibles, menos rígidos, donde sentirnos más cómodos y plenos.
Déjenos hacer home office, déjenos expresar nuestras ideas, creatividad y deseos y verán como nuestra productividad se eleva de inmediato.
Nos gusta investigar y tener nuestro propio criterio. Esa “rebeldía” que mostramos al querer cuestionarlo todo se debe a que tenemos la información a la mano; nos gusta distinguirnos entre los demás y no creer en lo que se nos ha dicho que tenemos que creer.
No me malinterpreten, simplemente buscamos apropiarnos de las creencias que van mejor con nuestra manera de pensar. No se preocupen, no es que hayamos dejado los valores y sus consejos de lado, es que estamos apropiándolos a nuestra forma de vivir.
Hay cosas que se han perdido y cosas que se han ganado con cada generación. Cosas que mejoraron y cosas que no. Lo que sí puedo dar fe es que sí nos interesa participar, queremos que nuestra voz sea escuchada, deseamos tener mejores condiciones de vida.
El detalle es que no creemos en las estructuras prestablecidas en tiempos donde ni siquiera fuimos procreados; creemos en las personas, en sus ideas y sus actos. Nos gusta la inmediatez, los diálogos naturales, directos, de tú a tú; nos gusta la neta, las cosas como son y no andar dando rodeos; nos gusta lo auténtico no lo prefabricado; nos gusta unirnos al contenido que realmente nos interesa. Queremos participar y para ello estamos construyendo nuestra propia estructura.
No nos pierdan de vista porque aquí permanecemos. Que nuestras palabras sigan guiando nuestros pasos y nuestras acciones continúen hablando por nosotros, que esta historia aún no la terminamos de escribir…