Por Fátima Ivette Gómez Vargas
Todos los días nos enfrentamos a situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta. Desde el cómo enfrentar el tráfico en las mañanas hasta la pérdida de un ser querido. Todas las personas, no importando nuestra edad, sexo o situación, nos vemos obligados a enfrentar obstáculos, problemas y situaciones que pueden o no estar bajo nuestro control.
Si bien es cierto que hay días en que parece que la nube negra y tormentosa es reacia a soltarnos y hasta parece que hay rachas en donde no vemos la luz al final del camino, también es cierto que es justo aquí cuando enfrentamos (consientes o no) la decisión más difícil de tomar: ¿Cómo afrontar los sinsabores de la vida? ¿Qué actitud debo tomar ante una adversidad?
Y aquí es cuando aparecen dos tipos de personas: las que se victimizan y van echando culpas a diestra y siniestra; que si la economía, que si la vida, que si mi horrible niñez. Siempre habrá “algo” externo en que o quien depositar la respuesta a nuestros problemas. Por el otro lado, distinguimos a las personas que, sin bien, no están exentos de padecer obstáculos, pareciera que sacan del sombrero mágico, la solución, la sonrisa, la fuerza para seguir.
No, no es magia, se llama resiliencia y es un término Psicológico acuñado hace muy poco que viene del latín resilio «volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar» y es perfecto para describir su significado: es la capacidad de las personas para dar un salto a esa piedrita, sufrimiento o pérdida.
Es cierto que, algunas personas se les da ser resilientes con mayor natularidad; sin embargo, también es cierto que no es una capacidad sino un proceso que como tal, puede desarrollarse a base de voluntad. Aquí describo 5 hábitos que me parecieron básicos para empezar a ejercitar el músculo “resiliente”:
Asume las dificultades como una oportunidad para aprender.- No siempre es fácil verle la lección o el aprendizaje a las cosas que pasan, sobre todo si son cosas que no esperabas. Vamos dando por hecho nuestra vida que se nos olvida que en cualquier instante nos pueden cambiar la jugada. Sin embargo, lo ideal es darle un giro a la perspectiva y mirar desde otro ángulo. A veces es necesario salir de la foto para apreciar el paisaje completo.
Practica el mindfulness o conciencia plena.- Es tener presente lo que hoy tengo y lo que no tengo. Saber distinguir que el pasado ya se fue, el futuro es incierto y el presente es lo que verdaderamente vivo. Aprender a disfrutar lo que hay nos ayuda a estar mucho más tranquilos pues evitamos la ansiedad de lo que fue y lo que será.
No intentan controlar las situaciones.- ¡Libérate de esa carga! Mil cosas van a pasar en tu día y que crees, tú no tienes el control. Suelta, deja fluir y no te aferres a las cosas, mucho menos a las personas. Enfócate en ver cómo irás sorteando cada una de ellas en lugar de querer evadirlas a toda costa. Recuerda que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.
Afrontan la adversidad con humor.- Decimos mucho esta frase “No sé si reír o llorar”. Siempre elige reír y sobre todo reírse de uno mismo trae consigo un mayor beneficio. La risa alimenta el alma y nos hace más llevaderos los problemas. Ello no significa que no demos importancia a las cosas, sino que podemos suavizar un poco una situación liberando la tensión del momento.
Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social.- Nunca estarás solo, aún en los mayores desastres las personas estamos programadas para ayudar. Sé capaz de pedir esa ayuda y sobre todo la de carácter profesional. Procura pertenecer a círculos sociales (vecinos, amigos, familia, compañeros de trabajo, etc) serán ellos tu apoyo y fortaleza cuando sientas que no puedes cargar tu solo tus problemas.
Por último, recuerda que las cosas no te suceden a ti, sino para ti; que lo malo pasa y pasa también; que nadie es inmune a los problemas, pero es una decisión personal el cómo vivirlos. Siempre habrá dos opciones y eres libre de elegir.