En los últimos años, la presión policiaca hacia las organizaciones de narcotraficantes de México ha provocado una profunda fragmentación y podría terminar consolidándose bajo el último cártel que quede en pie, el cual, de acuerdo con un análisis del Centro de Combate al Terrorismo (CTC, por sus siglas en inglés), coordinado con el grupo de investigaciones InSight Crime, podría ser el Cártel de Sinaloa, que sigue siendo la célula delictiva más poderosa del país.
A través del artículo ”El actual estado de los cárteles en México”, el responsable del estudio —también autor del libro El último narco: cazando a ‘El Chapo’, el capo más buscado del mundo—, Malcolm Beith, expuso que la Federación de Sinaloa es la organización narcotraficante más poderosa de México, con la mayor presencia a escala nacional y mundial. Con sede en Sinaloa, cuenta con agentes en al menos 17 estados del país. En años recientes, sus miembros han sido conocidos por haber operado en ciudades de Estados Unidos.
De acuerdo con el documento, luego de más de seis años de luchar en contra de los cárteles, las diversas bandas de narcotraficantes carecen de la dirección de capos organizados y orientados a los negocios.
Ello fomenta varios escenarios para el futuro: que cárteles como Jalisco Nueva Generación, los Zetas y los Matazetas sigan ganando terreno y México se vuelva un terreno tan difícil para mover los estupefacientes, lo que promovería que los traficantes opten nuevamente por el Caribe, ruta que abandonaron en los años noventa, luego de la creciente presión de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos alrededor de las islas. Los narcos, a decir del documento, podrían optar por utilizar Centroamérica como un epicentro ante la falta de instituciones fuertes.
Por otro lado, existe la posibilidad que la Federación de Sinaloa y el Cártel del Golfo busquen consolidar el control sobre las diversas facciones e incorporarlas a sus organizaciones más grandes.
Si esto sucede, la violencia probablemente disminuirá, pero el tráfico de drogas florecería y tanto los cuerpos de seguridad de Estados Unidos como los de México en la frontera serían sometidos a una creciente presión.