Por Juan Gómez (@juangomezac)
Director general de Pórtico Online
Son 29 estados de la República Mexicana en los que se ha manifestado el encono social por el aumento en los energéticos (gasolinas, luz eléctrica y gas doméstico) que golpearán con severidad a la economía de las familias.
Desde manifestaciones pacíficas, comentarios caseros o muestras de preocupación ciudadana, hasta marchas, bloqueos de carreteras, quemas de unidades, toma de oficinas recaudadoras de rentas en algunas entidades como Zacatecas, vandalismo y robo de enseres domésticos; marchas de protesta, se han generado en estos primeros días del año.
Mientras que los ciudadanos indignados toman algunas calles y plazas públicas la ausencia gubernamental es a todas luces manifiesta, la única presencia es a través de algún cuerpo policiaco que poco hacen para contener el saqueo de algunos comercios y bodegas.
El pasado miércoles la dirección de Comunicación Social de la Presidencia de la república informó que el presidente Enrique Peña Nieto daría un mensaje a través de la televisión mexicana. El anuncio generó expectativa pero la desilusión fue rápida cuando algunos medios adelantaron que el mandatario daría a conocer cambios a su gabinete.
La decepción fue mayor cuando presentó a Luis Videgaray Caso como nuevo Secretario de Relaciones Exteriores, quien en sus primeras palabras dijo no ser diplomático y desconocer la política exterior. “Vengo a aprender”, remató.
Los mexicanos pasamos del asombro a la indignación, sobre todo porque el Presidente Peña penosamente intentó justificar el incremento en el impuesto a la gasolina, con lo que se le cargará a los mexicanos el peso de la corrupción política y gubernamental que prevalece en el país desde hace varias décadas y que hoy es insultante.
En México cada vez es más notorio el alejamiento entre gobernantes y gobernados pero especialmente entre la clase política y la ciudadanía. Esta última es una especie de casta plenipotenciaria que navega entre la impunidad y la incapacidad sin poder conducir al país hacia mejores niveles de desarrollo.
Este círculo de la política mexicana mantiene al país no solo en el subdesarrollo, en la miseria creciente, sino en los niveles de corrupción más elevados en América Latina, factor que contribuye en la actualidad a la inestabilidad social y a la inseguridad.
El regreso del Partido Revolucionario Institucional al poder en México ha sido desastroso. El viejo estilo de gobernar de los priistas chocó con una nueva sociedad más y mejor informada, con mejores niveles de preparación y con una expectativa de crecimiento y desarrollo.
El viejo PRI sigue siendo el dinosaurio del siglo pasado, con sus añejos métodos de organización, su estructura cooptada en las zonas populares y campesinas; su control en algunos sindicatos y la manipulación de sus sectores.
Este viejo PRI ya no funciona con la sociedad contemporánea, no mantiene esa adaptación al cambio que le caracterizó por décadas; tampoco incorpora a las nuevas generaciones a la clase política, porque los jóvenes no aceptan al vetusto dinosaurio y sus prácticas autoritarias.
Durante todos estos días del incipiente año 2017 el Presidente Enrique Peña Nieto se enfrenta al hartazgo ciudadano y a la ira social que sale a la calle, no solo para demandar que no se dañe a su ya deteriorada economía familiar, sino para exigir un cambio radical en la política mexicana.
Esta demanda de cambio de la sociedad mexicana es muy diferente al que en su momento llevó al guanajuatense Vicente Fox a la Presidencia de la república. En aquel momento una gran mayoría de mexicanos fue manipulada por la habilidad discursiva del entonces candidato panista, pero el resultado fue desastroso durante su período presidencial.
Hoy la situación es diferente y las manifestaciones de rabia social, desatada por la rampante corrupción, la impunidad y el desastre financiero que vivimos, tuvieron su arranque con la puesta en marcha del incremento en las gasolinas, luz eléctrica, gas LP y otros servicios) que traerán en cascada otros aumentos en productos y servicios para los ciudadanos.
Los mexicanos estamos hartos del cinismo de la clase gobernante y política, del encubrimiento de unos a otros que ofende al más elemental sentido común ciudadano; del enriquecimiento insultante y de la incapacidad para gobernar.
Cuando veo las manifestaciones en la calle observo también a muchos oportunistas, a vividores de la izquierda que cobran con la derecha los favores al gobierno en turno; a los granujas que saquean pantallas, aparatos de sonido y otros enseres; pero también observo a muchas personas honestas que quieren un cambio en la forma de hacer política y de gobernar.
Estos ciudadanos están preocupados por el futuro del país. El aumento a los energéticos es sólo la chispa que los sacó de la comodidad de su hogar, de su tranquilidad cotidiana y podría decir, de su zona de confort, para sumarse a las demandas de un cambio por un mejor país.
También veo a gobernadores ausentes, sin idea de lo que significa enfrentar situaciones sociales de esta naturaleza; mandatarios estatales que solo envían boletines para amenazar, para amedrentar con el propósito de inhibir la manifestación y el encono social.
Estos mandatarios estatales están hundidos en el desconcierto y escondidos en sus miedos para gobernar. El fenómeno social de arranque de año no solamente los sorprendió y rebasó sino que los asustó, con lo cual, mostraron también su incapacidad para gobernar a la altura de lo que México necesita.
Es increíble que los “tuits” de un gobernante norteamericano electo causen tantos miedos. En estados Unidos, por ejemplo, la empresa automotriz Ford suspendió una inversión programada para México de 1,600 millones de dólares; mientras que Carrier (fabricante de aparatos para aire acondicionado), así como General Motors y Toyota, también frenaron sus inversiones programadas para nuestro país este año.
Estas trasnacionales sintieron temor por la amenaza de Donald Trump de aumentarles impuestos si no invertían en su país y tomaron la decisión de parar su expansión en territorio nacional, pero aquí el gobierno mexicano no ha tomado ninguna medida preventiva ante la amenaza.
Lo único que hizo fue la desacertada designación de Luis Videgaray Caso en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Fue el colmo.
La actual clase política está rebasada y su liderazgo, si es que alguna vez lo tuvo, está totalmente rebasado por el descontento y el encono social.
El cambio golpea a la puerta de la democracia. ¿Quién le abrirá?
Al tiempo.