El presidente electo Andrés Manuel López Obrador ha borrado prácticamente no solo las apariciones del presidente en funciones Enrique Peña Nieto del ámbito mediático, sino que literalmente lo ha eliminado de las acciones estratégicas de las políticas públicas y le ha quitado fortaleza al poder presidencial.
A poco más de tres meses de que rinda protesta como presidente constitucional, López Obrador, tomó ya las riendas de la presidencia de la República y ha hecho a un lado a un débil presidente en funciones.
La semana pasada que se reunieron ambos –presidente electo y en funciones- en Palacio Nacional, salió el acuerdo para enviar una iniciativa que resucite jurídica y administrativamente a la Secretaría de Seguridad.
El tabasqueño trae un ritmo frenético. Está ocupado en designar funcionarios, jefes de bancadas en las dos cámaras, coordinadores de delegados de su administración, asesores, aún sin estar en funciones.
De esa manera rompe el esquema tradicional y pone freno a la especulación mediática. Decide y se adelanta a los rumores. No crea vacíos informativos.
Pero no todo ha salido bien.
Los cuatro primeros Foros por la Pacificación Nacional han sido un desastre. Pero eso no ha sido impedimento para que continúen.
Aún resuenan las demandas de familiares de las víctimas que primero claman justicia, antes del perdón y el olvido, cuando el presidente electo propone una consulta para decidir la viabilidad del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y la Reforma Educativa.
La propuesta de consulta esta fuera de los tiempos constitucionales para aplicarlos, pero eso no le importa al presidente electo. Lo que quiere es imponer su criterio con la manipulación de una consulta popular desinformada.
Así se perfila la próxima administración, la de un solo hombre: López Obrador.