Por Anne Leyniers Wilgain
Historiadora del Arte y Arqueóloga
“Trato de aplicar colores como palabras que forman poemas,
como notas que forman música.” ― Miró
La exhibición reúne tres series, realizadas entre 2018 y 2019, más un monotipo de gran tamaño de 2016 y un ebru. Las obras muestran las últimas indagaciones estéticas y producciones artísticas realizadas por Fernando Jiménez. Una primera serie se titula “La luz de tus ojos” y está compuesta de nueve pinturas al óleo sobre madera, de gran tamaño (110 x 75 o 75 x 110 cm).
Una segunda serie de pintura al óleo sobre madera con hoja de oro se compone de cinco piezas, voluntariamente sin título, es de tamaño mediano (30 x 37 cm y 37 x 30 cm).
Una tercera serie está formada de cuatro monotipos sobre papel, de tamaño mediano (23 x 33, 33 x 23 o 39 x 59 cm), también sin título; así como un monotipo de gran tamaño titulado: “Aura” de la serie “Los libros de mi vida”.
Además, se integra a la muestra un ebru o papel jaspeado de gran tamaño (99 x 69 cm). Esta selección revela el proceso de investigación estética y técnica que prosigue constantemente el artista, desde hace aproximadamente tres decenios.
El camino emprendido por Fernando Jiménez llega hoy a la búsqueda del color y de la luz. Ampliando su universo artístico desde la gráfica que es prioritariamente monocroma, el artista grafico busca incorporar permanentemente los resultados de sus exploraciones.
En perpetuo proceso de indagación, Fernando desea ampliar su espectro de técnicas, buscando nuevos resultados, efectos diferentes, recursos variables, para acercarse cada vez más a una intención bien definida que gira en torno a la incorporación de colores en la práctica del artista gráfico. Al mismo tiempo, vierte en la obra la expresión de sus emociones, plasma su vida interior en continua evolución y su universo personal cuyos cimientos se anclan en unas constantes inquebrantables. Entre ellas, la gráfica y Zacatecas.
Un factor fundamental es el entorno inspirador que lo rodea, lo emociona, le aporta unos temas de reflexión y lo respalda, acompañándolo constantemente. Me refiero a su familia: a Aura, su hija; a Fernando, su hijo; y en particular a Jovita, su esposa. Jovita Aguilar Díaz, historiadora y promotora cultural, ha sido y sigue siendo su mejor acompañante, fuente de inspiración y de energía.
Ambos han sido inspirados por el motor del trabajo, simbólicamente enunciado en el lema de la ciudad de Zacatecas, “Labor Vincit Omnia”. Tal apego a la divisa citadina resultó ser una demostración ejemplar de la verdad contenida en este mote. Es cierto que, si el talento y la pasión son importantes en la creación y la producción artística, gran parte del éxito en las artes se debe también a la perseverancia, la continuidad, el empeño, el ritmo ininterrumpido y la tenacidad. Estudiando y cultivándose constantemente, para enriquecer los conocimientos y las habilidades, se trata de un verdadero itinerario construido paso a paso, que ha ido diversificándose, en constante crescendo.
Es en el Taller “Julio Ruelas” – dirigido por el añorado pintor y grabador Alejandro Nava (San Luis Potosí 1956-Zacatecas 2014) – que Fernando inició su formación en la gráfica. Tuvo previos acercamientos a las artes gracias a tres factores influyentes en su destino que identifica claramente. En la juventud, en su natal Ojocaliente, acompañaba de manera esporádica a su hermano que asistía a un taller de pintura organizado por el padre Soriano. Al mismo tiempo, cuando deambulaba en su ciudad, le gustaba particularmente visitar el templo y su sacristía, donde se exhibían pinturas religiosas. Le generaba un gran placer poder andar libremente en el recinto, observando las obras pictóricas.
Otro factor propicio al desarrollo de su sensibilidad artística fue la casa del artista ojocalentense Ismael Guardado. La puerta de su residencia quedaba frecuentemente abierta y accesible a los pasantes. De tal manera, andando por las calles, el artista en ciernes podía asomarse y permanecía frente a las obras disfrutando el panorama. Es así como, curioseando por su ciudad natal, acompañando a su hermano, explorando en el templo de Nuestra Señora de los Milagros, vagando por los barrios, de manzana en manzana, el joven Fernando fue despertando su percepción y descubriendo su vocación, adquiriendo el impulso de hacer arte, de participar en la gran aventura de ser artista. Además, su familia no era reticente a la idea de tener un hijo dedicado a las artes. De hecho, había antecedentes, ya se contaba con algunos talentos. Sus padres eran sensibles a las artes, su hermano pintaba y tenía un tío paterno chelista. Resultaba que la percepción familiar acerca de los artistas era positiva. El artista era un ser respetado y que proporcionaba orgullo a su entorno. Este devenir artístico podía entonces vislumbrarse como una posibilidad de vida.
El encuentro con Jovita Aguilar, quien sería luego su esposa, madre de sus hijos y promotora de su carrera artística, fue fundamental en su desarrollo, alentándolo siempre, promoviéndolo constantemente, respaldando sus iniciativas, guiando sus decisiones y colaborando con entusiasmo en todos sus proyectos.
En marzo del 1992, ingresó al Taller “Julio Ruelas”. Allá empezó a seguir la larga enseñanza formativa que organizaba Alejandro Nava. Siguió las etapas indicadas, empezando por el dibujo, la representación de objetos, luego la litografía en blanco y negro, hasta llegar a indagar y dominar diferentes técnicas de grabado, formándose así como artista gráfico. Varios compañeros del taller, con trayectoria, fungieron igualmente como fuentes de enseñanza, transmitiendo sus saberes e intercambiando técnicas, materiales y experiencias. La dinámica practicada en el taller era estimulante y permitió adquirir solidez formativa, confianza y determinación.
Un gran acontecimiento que marcó el buen desarrollo y dio proyección al Taller Julio Ruelas, posicionándolo al nivel de las artes nacionales, fue la exposición “Segunda de siete” Taller Julio Ruelas, inaugurada el 2 de diciembre de 1992 en el Museo Nacional de la Estampa del INBA, en la ciudad de México. Al término de varios años llegó la “graduación” tal como la concebía el maestro Nava. Pero al pasar de los años, como en la tradición gremial, el aprendiz se había vuelto oficial y podía empezar la siguiente etapa, en calidad de maestro. Ya era tiempo de volar de sus propias alas. La separación se hacía entonces con rispidez para bien asegurarse que el discípulo tomara su propio camino de ahora en adelante.
En su desarrollo, Fernando Jiménez pasó por fases figurativas. En esos momentos, produjo series sobre Fausto, carpetas de vistas de Zacatecas, otras sobre la Virgen de Guadalupe, personas de la calle llamadas Marionetas, entre varias, culminando esta etapa en una seria llamada Drácula. Todas esas obras eran en blanco y negro, salvo algunas gotitas de rojo en la última serie. En ocasiones, incursionó también en la escultura y en los libros objetos.
Después de 25 años con el grabado como técnica principal, vino el interés por la abstracción, buscando evolucionar, dejando libre cauce a lo que hacía distraídamente o a escondidas. Estaba atraído por investigaciones sobre el color y la luz, buscando un proceso de transición, pero sin perder su lenguaje. Primero abordó la monotipia, considerando esta técnica como transitoria entre el grabado y la pintura. Respondía al deseo de soltar el pincel.
De ahí descubrió una plataforma inmensa de indagación de colores, texturas, manejo de la luz, acercándose al tachismo. Un resultado fue la exposición “Las cuatro estaciones”, en el Museo Francisco Goitia en abril 2017. Enseguida, cumplió su deseo de manejar la pintura al óleo, combinando el color, la aplicación directa sobre el soporte, las técnicas mixtas, la inclusión de texturas y materias provenientes de la colografía y la aplicación de hoja de oro, proporcionando así más resplandor a la obra. En esta etapa, la monotipia le permitió cumplir con algunos retos personales tales como incluir en la obra varios parámetros que son: la emoción, los recuerdos, una historia y luz sin recurrir a la pintura metálica.
Mientras la serie de pinturas titulada “La luz de tus ojos” era un homenaje a los 25 años de casados con Jovita, recordando los momentos de vida común, el nacimiento de los hijos, unas exposiciones importantes en el itinerario, y sobre todo el tándem incansable y productivo que forman, aludiendo a los toques de luz, tanto en la vida como en la pintura.
Los últimos ejercicios han sido de pintura Sumi-e, hermana japonesa de la pintura china. Es un trabajo en blanco y negro, nuevamente. A estas alturas, la tendencia originaria del manejo del blanco y negro resurgió, pero dejando la técnica del grabado para realizar un paseo por la pintura y la luz.
Sus indagaciones estéticas no se han interrumpido, y lo han llevado recientemente a interesarse al grabado Ukiyo-e, es decir xilografía en japonés, mejor conocida como estampa japonesa.
Habiendo oscilado por ratos entre blanco/negro y color, figurativo y abstracto, monocromía y policromía, grabado y pintura, esa técnica de grabado a color podría conjugar las experiencias previas. Esperamos ver los resultados, mientras disfrutamos de las obras propuestas en la exposición “Fragmentos de luz”, seleccionadas especialmente para el ARTESPACIO HUMANITAS de la Unidad Académica de Estudios de las Humanidades de la Universidad Autónoma de Zacatecas.