Por Renata Ávila
“Hay que aprender a soltar con amor y no con rabia”, dice Buika, y su voz —esa voz hecha de cicatrices, de raíz, de ternura indomable— nos recuerda que la paz no es una idea abstracta, sino una elección radical en medio del dolor. En un país desgarrado por la violencia, y en un Zacatecas herido por los embates de los grupos criminales, su llegada al 39 Festival Cultural Zacatecas 2025 no es solo un acto artístico: es un gesto profundamente humano, casi sagrado.
Buika no solo canta: sana, reza, ofrece. Es un alma que se entrega entera. Su voz no busca halagos; busca verdades. Y su poesía —la que ha compartido en libros como “A los que amaron a mujeres difíciles y acabaron por soltarse”— nos toma de la mano y nos lleva al abismo del amor, la pérdida, la libertad, la esperanza. Buika se ha definido a sí misma como “un soldado al servicio de la humanidad”. Y no exagera. Lo suyo no es entretenimiento. Es servicio. Es misión. Es llama viva.
Por eso, considero que la decisión del Gobierno del Estado de Zacatecas, a través del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC), de invitarla al festival, es un acto luminoso en medio de la sombra. Porque la cultura —cuando es auténtica, cuando no se vende ni se disfraza— es un acto de resistencia, de ternura pública, de paz sembrada en medio del miedo. Y Buika representa justamente eso: la voz que desafía al terror sin violencia, el arte que no se rinde, la palabra que consuela sin mentir.
En su historia personal caben muchas vidas: hija de exiliados africanos, mujer negra, migrante, artista del margen, sobreviviente de duelos y silencios. Y, sin embargo, Buika no canta con rabia, sino con amor. Con ese amor grande que abraza incluso lo que no se puede nombrar. Sus canciones —como “Mi niña Lola”, “Jodida pero contenta”, “Volver, volver”, “No habrá nadie en el mundo”— son himnos para quienes han amado sin red, para quienes han perdido, para quienes buscan consuelo sin renunciar a su dignidad.
Zacatecas, tierra de historia, de pueblos que resisten, de memorias profundas, abre este año su corazón a una artista que también ha hecho de su existencia una lucha por la luz. La presencia de Buika en nuestro festival no es casual: es un acto de justicia emocional, una apuesta por el arte que cura, por la cultura que abraza, por la música que —como soñaba Gandhi— construye paz no desde el poder, sino desde la compasión.
Este 2025, que Buika cante en Zacatecas es más que un lujo: es una necesidad del alma colectiva. Es un canto al amor como camino. Una tregua emocional. Un altar levantado con palabras, con notas, con fuego suave.
Y en medio de tanta herida, eso —solo eso— ya es una forma de sanar.