El Gobierno de Egipto, respaldado por el Ejército, se reunió el domingo para analizar su sangriento enfrentamiento con los Hermanos Musulmanes, en medio de contradictorias propuestas sobre posibles concesiones a los adversarios políticos y llamados a luchar a muerte contra los manifestantes.
En un discurso televisado, el jefe del Ejército, Abdel Fattah el-Sisi, se comprometió a tomar medidas enérgicas contra cualquiera que use la violencia, pero también sorprendió al decir que “hay espacio para todos en Egipto”.
Los Hermanos Musulmanes, que se encuentran bajo una gran presión desde que la policía irrumpió en los campamentos de protesta en El Cairo y mató el miércoles a cientos de los seguidores del grupo islamista, organizó varias marchas posteriores en todo el país para exigir la reincorporación del depuesto presidente Mohamed Mursi, derrocado el 3 de julio.
Egipto, el país árabe más poblado del mundo, sufre la peor ola de derramamiento de sangre interna de su historia moderna, sólo 30 meses después de que el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak fuera aclamado como un cambio democrático en una región gobernada por autócratas.
Setenta y nueve personas murieron y 549 resultaron heridas el sábado por la violencia política en todo el país, dijo el domingo la agencia estatal de noticias MENA citando al Gobierno. Esto hizo subir la cifra de muertos desde el miércoles a 830, incluidos 70 policías y militares.
No está claro cómo se produjeron las muertes del sábado. Anteriormente, sólo se había reportado la muerte de una persona.
El sábado, los partidarios de Mursi intercambiaron disparos con las fuerzas de seguridad, que finalmente desalojaron a cientos de manifestantes de una mezquita de El Cairo donde se habían refugiado tras los enfrentamientos del día anterior.
La represión ha originado críticas contra el Gobierno por parte de los principales aliados de Egipto -Estados Unidos y la Unión Europea- pero apoyo en los ricos estados árabes, encabezados por Arabia Saudita, que temen una propagación de la ideología de la Hermanos Musulmanes en las monarquías del Golfo Pérsico.
Antes de que el gabinete se reuniera, el liberal viceprimer ministro, Ziad Bahaa el-Din, lanzó una propuesta conciliadora a la que tuvo acceso Reuters, abogando por el fin de un estado de emergencia declarado la semana pasada, la participación política de todos los partidos y las garantías de los derechos humanos, incluido el derecho a la libertad de reunión.
Pero su iniciativa parecía en contradicción con la postura del primer ministro, Hazem el-Beblawi, quien sugirió la ilegalización de los Hermanos Musulmanes, lo que lo obligaría a pasar a la clandestinidad.
“No habrá reconciliación con aquellos cuyas manos se han manchado de sangre y que han levantado sus armas contra el Estado”, dijo Beblawi el sábado a la prensa.
La reunión del gabinete duró cerca de cuatro horas, pero terminó sin un anuncio inmediato de cualquier decisión clave.
Las frenéticas calles de la capital egipcia, inusualmente vacías en los últimos días, volvían a la normalidad el domingo, aunque el Ejército mantuvo varias grandes plazas cerradas e hizo cumplir el toque de queda desde el anochecer hasta el amanecer.