EDGAR HERNÁNDEZ*
Xalapa, Veracruz. No imagino a don Jesús Reyes Heroles como secretario de Gobernación recomponiendo baños y fugas en las tuberías de Palacio Nacional, a don Fernando Gutiérrez Barrios decidiendo la pintura de la fachada del Palacio de Covián, a Morales Lechuga poniendo la alfombra de la oficina de don Agustín o al Bola #8 arreglando los aposentos del atarantado.
Preguntaba a aquel secretario de Gobierno, hoy Notario, quien me pide no publicar su nombre para que no le quiten su Notaría, si él fue quien ordenó cambiar la alfombra del pasillo de acceso a su oficina y me respondió:
¡No preguntes pendejadas!
El doctor Francisco Berlín, Secretario de Gobierno de Murillo Vidal, me cuenta que una de las últimas obras mayores que se realizaron en Palacio de Gobierno fue el auditorio “Silvestre Moreno Cora”, allá por la década de los 30´s, en lo que antes era la cárcel municipal ubicada en la parte posterior del inmueble, “cuyos trabajos corrieron a cargo de obras públicas del estado”. Y Dante, quien prácticamente vivía en sus oficinas de las Secretaría de Gobierno, nunca dejó su lugar para que destaparan las cañerías.
Aquel final de los ochenta, que se recuerde, solo se remodelaron las oficinas de Comunicación Social, obra a cargo de la oficina de Finanzas de Ojeda Mestre y de Comunicaciones y Obras Públicas, cuyo responsables era el muy querido Gustavo Nachón, en donde se dispuso de la tercera parte de la planta baja para la prensa.
El equivalente al ministerio de Gobernación de México y la Secretaría de Gobernación, en nuestro caso, la de Gobierno, de siempre fueron la oficina madre.
La que coordinaba al gabinete, la que tenía la enorme responsabilidad de garantizar la paz social, la que permitía la gobernabilidad, sustento de la democracia.
Ahí, en esas oficinas, no te podía temblar la mano, ni andar con miramientos o actuar a espaldas de quien encabezaba a las instituciones.
En aquellos tiempos, el mote impuesto a Gutiérrez Barrios fue el de “Centinela de la República”.
Era tan indispensable su labor que desde la época de Luis Echeverría se determinó que viviera a dos calles de la residencia privada del presidente y a minutos de Los Pinos.
Al responsable de la política interior siempre se le consideró el garante de la paz social y la armonía ciudadana. Incluso era el sustituto cuando el Presidente salía de viaje al extranjero.
Y para todo titular de tan importante oficina estatal o federal, la responsabilidad era cual “Juramento Yaqui” que reza:
“Para ti no habrá más sol, muerte, dolor, calor, sed, hambre, lluvia, aire, enfermedad, ni familia, excepto el cumplimiento ineludible de su deber cumplido”.
El juramento no incluía, desde luego, los trabajos de albañilería de parte quien hoy aquí en Veracruz “nos ayuda mucho, muchísimo”, de quien el lugar de mantener el timón de la gobernanza tristemente lo vemos cargando planos, dando instrucciones a fontaneros y electricistas y apartando ladrillos para que pase la jefa.
Se perdió el respeto a la investidura, se desvaneció la institucionalidad, se acabó con el carácter, jerarquía e incluso temor a la mano de hierro con guante de terciopelo.
Por ello imposible entender el dicho de la gobernadora Nahle de que Ahued “nos ayuda muchísimo” cuando más que la “ayuda” que le da, es una fatal distracción de su responsabilidad como garante de la seguridad de ocho millones de veracruzanos.
Imposible, por tanto, aplaudir a la patrona satisfecha porque su segundo ya mandó poner pisos italianos y finas alfombras persas al pie de la entrada a su ostentosa oficina o que la silla embrujada ¡Por fin! fue barnizada y retapizada cuando Veracruz sigue inmerso en una violencia imparable.
Ayer mientras la orgullosa mandataria manoteaba y daba instrucciones a Ahued, contratistas y albañiles, se registraba la ejecución de René Vergara Vergara, director del penal de “La Toma” en Córdoba cuando conducía un vehículo oficial rumbo a su trabajo, sin escoltas, pese a que en este centro penitenciario se encuentran recluidos presos de alta peligrosidad.
¿Es que el señor Ahued no debería estar en el lugar de los hechos como responsable de la seguridad y paz interior de Veracruz?
¿No debería estar, en coordinación con la Fiscalía del Estado, en la realización de una investigación profesional, sin prejuicios ni sesgos que sirvan de cortina de humo respecto de estos acontecimientos?
Desde la llegada de los morenos al poder tomó carta de naturalización la alianza gobierno-crimen organizado, pacto manifiesto a través de la pesada mano del Bola #8, hoy, sin embargo, la autoridad está rebasada por la criminalidad.
Llegó un puritano.
Uno que ve la política interior alejada de pactos, compromisos y negociaciones políticas y de toda índole considerados no legales.
“Mi gestión no se presta a actos ilegales, ni a relaciones opacas, ha dicho. Pa´cabar pronto: “Ya no hay una bóveda de dinero porque ¡Trabajamos con decencia!”.
Acaso confunde que no fue nombrado ni conserje, sacristán o tapagoteras, es el Secretario de Gobierno cuyo trabajo es de resultados en favor de los veracruzanos, en donde él no figura, pero su presencia debiera sentirse día y noche.
El delegar la secretaría a su cargo a rapaces como Ramón Antonio Ramos Niembro y Oliver Aguilar Yunes, el de los bisnes de Aduanas, en nada ayuda, aunque en abono al descrédito del poblano, buena parte de la culpa se la lleva quien lo puso.
Pareciera que sigue sin quedar claro que no es lo mismo gobernar Zacatecas que Veracruz
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo