Por Juan Gómez (@juangomezac)
Director general de Pórtico Online
No es parte de la democracia moderna o de la apertura electoral. El poder económico siempre ha estado íntimamente ligado a la política. Van de la mano. Uno y otro se necesitan para hacer crecer los capitales privados y para ganar legitimidad social, respectivamente.
A lo largo de la historia política del país los ciudadanos hemos sido testigos de las componendas entre gobierno e iniciativa privada, pero también registramos los grandes rompimientos que se han dado, sobre todo en las postrimerías sexenales, como fue el catastrófico final del presidente José López Portillo (1976-1982) cuando estatizó la banca privada, ante la fuga enorme de capitales al exterior.
El antecesor de JLP, Luis Echeverría Álvarez, (1970-1976) ya había tenido un serio desencuentro con la clase empresarial, especialmente con la de Nuevo León. El 7 de septiembre de 1973 la Liga Comunista 23 de Septiembre intentó secuestrar al empresario Eugenio Garza Sada, líder del Grupo Monterrey, quien en la acción perdió la vida.
En los funerales de Garza Sada el representante del Grupo Monterrey, Ricardo Margáin Zozaya, pronunció uno de los discursos más duros del sector privado en contra del presidente Echeverría, a quien responsabilizó de los ataques al sector privado.
La semilla de la confrontación entre empresarios y gobierno estaba sembrada. Los hombres de negocio empezaron a apostarle a la oposición panista, sobre todo los empresarios derechistas, para preservar sus intereses, pero también para escalar al poder público. Con Vicente Fox lo lograron, pero muchos de ellos fueron absorbidos por el sistema de corrupción o de plano se decepcionaron del guanajuatense.
En las elecciones presidenciales, en las gubernamentales y en las municipales, el empresariado mexicano le apuesta al candidato que estima, puede ganar la elección en juego.
De esa manera no solo podrá obtener un beneficio como proveedor, sino que será el constructor preferido de la administración –no importará la normatividad de la convocatoria y licitación- y también recibirá exenciones de impuestos, donación de terrenos, condonación de impuestos y un largo etcétera.
Pero si el candidato al que apoyaba pierde la elección, las consecuencias son severas. Es excluido de la asignación de obra pública y de la proveduría, pero además, las auditorías federales o estatales serán invitadas permanentes en sus negocios.
Zacatecas no es la excepción de la regla de participación de la iniciativa privada en la política local. Hasta la elección de 1998 los empresarios encabezaban el sector de financiamiento para el candidato al gobierno del estado.
Los principales empresarios zacatecanos dirigidos por Juan Guillermo Zezati, encabezaban la estrategia de financiamiento para el entonces candidato priista al gobierno del estado, José Marco Antonio Olvera Acevedo, en la elección de 1998.
Pero al perder la elección acudieron a una cena con el gobernador electo, Ricardo Monreal Ávila, en casa del entonces director del Tecnológico de Monterrey campus Zacatecas, Apolonio Castillo, en donde le ofrecieron su respaldo incondicional al nuevo mandatario.
Con el primer gobernador perredista que tuvo Zacatecas nació sin embargo una nueva clase empresarial, pequeños constructores y comerciantes de antaño que apoyaron su campaña, se convirtieron en los nuevos ricos de Zacatecas, mientras que la clase empresarial de abolengo, muchos de ellos se quedaron estancados en sus negocios y otros, los menos, buscaron trabajo en el gobierno estatal.
El pasado 24 de abril el empresario Pedro Inguanzo Varela convocó a una conferencia de empresa en su hotel, para anunciar su apoyo al candidato David Monreal Ávila, ahí presente al igual que su hermano Ricardo Monreal, delegado en la Cuauhtémoc.
Ahí el destacado empresario hotelero se dijo decepcionado del gobierno de Miguel Alonso Reyes (2010-2016), “porque ahora es un proyecto lleno de corrupción y que sólo busca el desarrollo de unos cuantos”.
Inguanzo Varela afirmó en aquella conferencia de prensa que no es un traidor y tampoco un malagradecido:
“El que tenía que haberme agradecido es él porque yo le ayudé bastante desde que fue presidente municipal, diputado y creí en su proyecto como gobernador, pero se transformó en corrupción”.
Denunció que sus hijas María Teresa y Fabiola Inguanzo González recibieron amenazas del gobierno del estado, después de que manifestaron su militancia en Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).
Sin embargo su hijo, Pedro Inguanzo González, actual secretario de Turismo del gobierno alonsista, a través de la Coordinación de Comunicación Social del gobierno del estado, envió un boletín en el que se deslindaba de las declaraciones de su padre y agradecía el apoyo del gobernador Alonso Reyes.
Los empresarios zacatecanos están inmersos en las campañas electorales. Algunos lo hacen abiertamente, otros de manera discreta. En ocasiones un hermano apoyo al candidato priista y el otro lo hace con el aspirante de oposición más fuerte. De esa manera, no hay pierde. Todos ganan.
¿Quiénes serán los próximos capitales fuertes, los nuevos ricos zacatecanos?
Al tiempo.