Por Elsa Leticia García Argüelles
Rescate y recreación del pasado histórico en la ficción
La presencia de la historia en la literatura es, en primera instancia, una reflexión de la reescritura del pasado, entre los olvidos, los silencios, las enunciaciones del yo y del conocimiento de la memoria colectiva. La evocación narrativa del pasado histórico abre muchas posibilidades de invención y reinvención novelística, tal como lo demuestran tres novelas históricas, publicados en 2010 con motivo del Bicentenario de la Independencia, protagonizadas por Leona Vicario, una mujer intelectual, una heroína insurgente, que se ha convertido en una heroína privilegiada por la ficción histórica más contemporánea.
Esta nueva novela histórica, a semejanza de la novelística tradicional como la “nueva”, se encuentra ligada a un referente histórico dentro de un marco que se originó en el siglo XIX y que se ha renovado en el siglo XXI en medio de una reflexión general sobre la novela. El género se ha reinventado y construido a partir de una tensión entre dos discursos distintos —la literatura y la historia— que se influyen mutuamente y que se alimentan de otros géneros tales como el ensayo, la biografía, los documentos históricos, el relato de viajes o el género epistolar.
Junto con la novela del dictador y la novela social, en Latinoamérica ocupa un lugar destacado, por su proliferación y su calidad, la novela histórica. Seymour Menton en La Nueva Novela Histórica de la América Latina 1979-1992 (1993), enfoca un género donde predominan las nuevas técnicas narrativas y experimentales (monologo interior, el dialogismo, la parodia, la multiplicidad de puntos de vista, la reflexión metatextual del proceso de escritura y la intertextualidad, por nombrar algunos), a la vez que sugiere la aparición de “un nuevo género” (Mentón 25); cuando en realidad lo que sucede, como afirma María Cristina Pons en su libro Memorias del olvido. La novela histórica de fines del siglo XX (1996) habla de innovación a partir de presupuestos tanto formales como ideológicos:
Las novelas históricas latinoamericanas del siglo XIX se constituyen, en cambio, en discursos de legitimación de la ideología liberal, de ratificación del poder y de una búsqueda para confirmar la identidad de las nacientes repúblicas frente a esa otredad que era el pasado colonial. La novela histórica latinoamericana del siglo XIX no sólo tenía que colaborar a construir el futuro de esas nacientes repúblicas, sino que también tenía que participar en la construcción del pasado. (Pons 88)
La revisión contemporánea de la Independencia ha reavivado el concepto tradicional de la historiografía, con su nostalgia por las grandes sagas históricas del siglo XIX. En su versión romántica y realista, esta novelística decimonónica se proponía construir una identidad nacional, iniciando a los lectores en la Historia de México. La historia y la novela presentaban la “realidad” de los acontecimientos históricos bajo un pensamiento positivista, que implicaba una voluntad de verdad absoluta. El siglo XX ha modificado la percepción literaria de la historia hacia una consciencia menos fija, menos inamovible:
Desde esta perspectiva, lo que la novela histórica a finales del siglo XX se propone es afectar esta memoria histórica colectiva desde una percepción del cambio. Para ello buscan recuperar lo particular, lo singular, lo heterogéneo y la dimensión del tiempo histórico en el cual el pasado no es un tiempo fijo y concluido, sino cambiante que se conecta con un presente también cambiante, inacabado, en su contemporaneidad inconclusa […] Se trata más bien de destacar su posicionalidad, en términos espacio-temporales e ideológicos, desde donde se produce el discurso y la (re)escritura de la Historia. (Pons 262-263)
Como factor de cambio literario, la revisión historiográfica actual ha revalorado el lugar de la identidad femenina dentro de la historia, como lo demuestra Las mujeres de la Independencia en América Latina (2010), un libro que revisa el papel de las mujeres en esa guerra, desde un amplio marco temático y crítico. Por otra parte, los estudios sobre el bicentenario permitieron revisar el “acto de independizar” tanto el pensamiento como la escritura. A partir de estas nuevas perspectivas, el presente ensayo se propone analizar quién escribe y desde dónde se escriben estas novelas: qué estrategias textuales proponen, qué postura histórica adoptan, hasta qué punto sus personajes femeninos trascienden los límites de su historicidad.
La novela histórica en los albores del siglo XXI busca a su lector y establece un eje entre el concepto de historia y la propuesta discursiva literaria que enfoca el escritor/a. Si bien, en el XIX y el XX esta prosa forma parte de un proyecto mayor como una verdad unidimensional, apoyada por un sentido de “compromiso social o nacional de identidad”, esto se ha relajado y relativizado, dando paso a otras formas de concebir una narración de carácter histórica.
Para ello, el presente trabajo analizará el personaje femenino central en cada una de estas tres novelas, que buscan conmover al lector contemporáneo exponiendo la situación de la mujer durante la época novohispana y el proceso de la Independencia, contraponiendo puntos de vista múltiples —críticos o nostálgicos— en torno a una de las más reconocidas figuras de nuestro calendario cívico —“junto con Josefa Ortiz de Domínguez, no obstante que ambas fueron integradas desde 1981 en el calendario cívico”— (Tecuanhuey 77- 83). El proceso de ficción en la novelística remite a la construcción de las identidades del referente histórico de Leona Vicario, dando lugar a distintas posicionalidades: insurgenta, mujer y heroína (ya sea desde la memoria historia oficial, desde su humanización o su desmitificación, como veremos más adelante).
La figura de Leona Vicario ha recibido varios homenajes y ha sido representada en numerosas ocasiones, desde la telenovela que protagonizaron Diana Bracho y María Rivas hasta la obra de teatro El juicio de Leona Vicario, con de María Inés Pintado y Leonor Cortina.