Por Juan Gómez
Director general de Pórtico Online
Los responsables de la conducción del país no toman en cuenta que las acciones que hacen como funcionarios públicos, gobernantes o líderes partidistas, abonan al fortalecimiento o debilitamiento del Estado mexicano, y que sus actos repercutirán no solamente en lo inmediato sino en el largo plazo.
El otrora llamado sistema político mexicano fincó su conducción en un partido hegemónico y en un esquema de acción autoritario, que impedía al ciudadano ajeno a su interés, o contrario a su visión de país, participar en la toma de decisiones.
Después de casi 18 años de alternancia y de una serie de reformas políticas que han pretendido fortalecer a la democracia mexicana, los resultados, o dicho de otra manera, los avances son mínimos.
Los mexicanos observamos que el gobierno en turno, indistintamente de quien encabece el gobierno federal o estatal, sigue actuando con la misma mentalidad caciquil y sobre todo, utilizando a las instituciones o a los poderes, en su favor o como instrumento de presión para sus contrarios.
La última reyerta entre Ricardo Anaya, candidato de la alianza electoral “Por México al frente” que integran PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, y la Procuraduría General de la República, pone a discusión sobre la mesa la utilización de los instrumentos institucionales del poder en contra de la oposición.
No es la primera ocasión que sucede algo así, la historia de la política mexicana está plagada de actos de los gobiernos priistas en contra de sus opositores, desde la época del partido hegemónico hasta nuestros días.
La siembra de droga y armas contra el sindicato petrolero y el encarcelamiento de Joaquín Hernández Galicia la “Quina” y su grupo dirigente, son solo una muestra de las venganzas que se han prohijado en México.
¿Cómo olvidar el encumbramiento del dirigente magisterial potosino Carlos Jonguitud Barrios, creador de la corriente “Vanguardia Revolucionaria” y su atroz caída que empoderó a la líder magisterial chiapaneca Elba Esther Gordillo Morales, quien después sería procesada y después liberada por la actual administración de Enrique Peña Nieto?
La PGR tiene un historial que en ocasiones ha llegado a los linderos de lo fantástico y lo ridículo. Cómo no recordar aquel 8 de octubre de 1996 cuando Francisca Zetina, la vidente que dijo tener una visión del lugar donde se encontraba el cuerpo del entonces diputado tamaulipeco, Manuel Muñoz Rocha, presunto autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, hallazgo con el que se pretendía involucrar a Raúl Salinas de Gortari.
El rancho “El Encanto” y “La Paca” eran noticia nacional en voz de sus protagonistas, el subprocurador, Pablo Chapa Bezanilla, quien de esa manera intentaba aportar las pruebas que involucraban al “hermano incómodo” del presidente Carlos Salinas de Gortari.
La brujería y la política se mezclaban entre lo fantasioso y la manipulación en los medios de comunicación, que se daban un festín con el escándalo y las “revelaciones” que emergían de la PGR que encabezaba el panista Antonio Lozano Gracia, hoy defensor jurídico del ex gobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías.
“La Paca”, una vidente –como se hacía llamar- o bruja, como fue tildada por la prensa mexicana en aquel momento, era la que llevaba las investigaciones de una fase del proceso jurídico que deslindaría responsabilidades de autoría en el asesinato del entonces secretario del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, José Francisco Ruiz Massieu.
La discrecionalidad en el uso del poder y de la fuerza del Estado forma parte de uno de los factores del debilitamiento institucional y por ende, del fortalecimiento de la impunidad en México y del descrédito de los mexicanos en la impartición de justicia.
Ante los evidentes desatinos las organizaciones, colegios, cámaras y demás organismos que agrupan a los profesionales del Derecho en México, no han demandado un freno en el uso discrecional y en ocasiones, arbitrario de la impartición de justicia en nuestro país.
Algunos casos del abuso del poder han pasado a la narrativa popular, al imaginario colectivo; algunas historias han sido llevadas a la publicación en libros, reportajes periodísticos, al cine comercial o al teatro de carpa, pero tal parece que solamente nos regodeamos con la risa, el chiste o los “memes” en las redes sociales.
Es momento de pasar del cotilleo a la exigencia de que exista una justicia ajena al poder en turno, sea estatal o federal, pero sobre todo, que se deje de utilizar a los órganos de investigación o de impartición de justicia con fines políticos, como método de imposición del miedo o de ejecución de venganzas personales.
Al tiempo.