Por Juan Gómez
Director general de Pórtico MX
A la memoria de Javier Torres Valdez
El periodismo en provincia se está extinguiendo no solamente por la aparición de las nuevas formas de comunicar e informar o por el surgimiento de nuevas tecnologías informáticas, sino por el paso del tiempo y el deceso de sus fundadores.
El que está en serio peligro de extinguirse es el periodismo impreso que hace verdaderos milagros para poder continuar circulando en el mercado, pues sus ventas se han caído drásticamente a causa también de una nueva generación de lectores que tienen predilección por las redes sociales, Youtube y las plataformas digitales.
Pero si los medios impresos tanto los que se editan en la Ciudad de México como los del interior del país tienen serios problemas para sobrevivir, imagine la situación en la que se encuentran los periódicos semanales que no tienen el respaldo de las cadenas periodísticas nacionales.
Como todos los medios de comunicación impresos, los semanarios se enfrentan a los cambios en las preferencias informativas del consumidor, a la fuerte reducción de los presupuestos públicos para el rubro de comunicación; a las presiones de los gobiernos estatal y municipales; a los incrementos en los insumos para editarlos y al costo de la maquila (según sea el caso) y ahora, a la contracción de la economía doméstica a causa de la recesión y los efectos de la pandemia del Covid 19.
¿Qué semanario puede sobrevivir en un escenario como el que actualmente viven los medios impresos en general?
Estas reflexiones visistan mi memoria no como parte de la casualidad sino motivadas por el reciente fallecimiento del periodista jerezano, Pablo Javier Torres Valdez, quien por espacio de 65 años dio vida editorial a su legendario semanario El Alacrán.
El cuatro de julio de 2017 publicó una colaboración en el diario Imagen en el que rememoraba el 62 aniversario de su semanario que fundó un siete de julio de 1955, lapso en el que vio aparecer y desaparecer varias publicaciones periodísticas en Jerez.
“Eran los tiempos en que en vez de aporrear teclados de computadora, lo hacíamos en máquinas de escribir, para luego, componedor en mano levantar los tipos, para hacer el formato de una página, imprimirla, distribuir los tipos en las cajas para empezar de nuevo, hasta completar la edición de cuatro páginas”, reseña el periodista.
El semanario tenía un costo de 20 centavos en sus inicios, recuerda el periodista, quien comenta en la colaboración mencionada, la aparición y desaparición de esfuerzos editoriales y periodísticos que no pudieron mantenerse.
Consigna también que “El Alacrán tuvo el honor de que tres de sus destacados gobernadores, lo consideraran un priódico amigo; otros solo lo tomaron en cuenta para publicar sus boletines y los dos gobiernos de izquierda trataron de desaparecerlo del mercado y otros solamente lo han ignorado, como en la actual administración para la que solo existen rotativos diarios”. (Se refería a las admistraciones de Ricardo Monreal Ávila, Amalia García Medina y del priista Miguel Alonso Reyes)
El periodista Javier Torres es un ejemplo del esfuerzo y las dificultades que enfrenta el periodismo de provincia, en especial los semanarios, para sobrevivir mediática y financieramente, en un mercado inhóspito para aquellos que pretenden ser independientes.
El diarismo y los semanarios enfrentan cada vez una realidad que los coloca en el filo de una crisis que podría detonar su desaparición, debido a los factores arriba mencionados, pero también a la migración de lectores que cada vez buscan más los espacios digitales y las redes sociales.
Hoy día en Zacatecas es muy difícil, casi imposible, ver en la calle a un voceador y los puestos de periódicos prácticamente se han extinguido. Cuando el peatón pasa por un tradicional puesto de periódicos (casi inexistentes) o por una tienda de conveniencia, solo ve unos cuantos ejemplares que no se han podido vender durante el día.
Aún en estas condiciones algunos continúan librando sus batallas por mantener preeminencia en el mercado mediático, sobre todo los diarios, que han migrado también a los espacios digitales con éxito. Sin embargo, la realidad de los semanarios es muy distinta.
Una mañana cuando tomaba café con unos amigos en la tradicional nevería y cafetería Acrópolis en el centro histórico de Zacatecas, entró Javier con gran desparpajo, dando unas zancadas entre las mesas y volteando la mirada para encontrarse con algún conocido. Nos saludamos con el gusto de quienes comparten afecto pero tienen pocas oportunidades de coincidir en la calle y me dijo “no te vayas, espérame, ahorita regreso rápido; qué buen que te encuentro”.
Salió de inmediato y regresó a los pocos minutos con un ejemplar de su libro “Pláticas de Antaño” (Edición El Alacrán, 2011), se sentó en la mesa en la que me encontraba con unos amigos, se acomodó las gruesas gafas de gruesos aros cuadrados, y escribió una dedicatoria en la primera página que guardo con mucho cariño como amigo y colega.
“Pláticas de Antaño” es una edición en la que Javier hace una compilación de varios artículos publicados en el Alacrán, pero que constituye una extraordinaria crónica popular de personajes, acontecimientos, lugares e historias jerezanas, escritos con el estilo ameno y descriptivo del periodista.
Pablo Javier Torres Valdez es de esos periodistas que se vuelven personajes en su tierra y que no se olvidan, porque escribieron parte de su historia y aportaron su talento, su tenacidad y sacrificio, para que sus hijos y paisanos tuvieran un mejor lugar para vivir.
En el artículo publicado en Imagen en el que rememora los 62 años de su semanario, Torres Valdez termina redactando lo siguiente:
“Mientras tengamos vida, seguiremos alimentando al modesto periodismo de privincia, si bien es cierto, quizá no seremos lo mejor, tampoco hemos sido lo peor, nuestros límites han sido el análisis y la reflexión y saber que hay que reconocer lo bueno para censurar lo malo, venga de donde sea”.
El periodista (Pablo) Javier Torres Valdez era un hombre de carácter fuerte y de una envidiable e inquebrantable vocación periodística. Descanse en paz.
¿Quiénes imitarán esa generosidad y entrega al periodismo?
Al tiempo.