Por Juan Gómez
Director general de Pórtico Mx
No lo olvidaremos. Muchos dicen en broma que el 2020 es el año del olvido, pero no, no podemos dar simplemente el pase de página, son demasiados acontecimientos y una sola realidad: nuestra fragilidad humana.
¿Por dónde empezar? El tema dominante es sin duda, la pandemia que nos confinó, que nos postró en nuestras casas, presos y presas del miedo y la incertidumbre.
Las primeras imágenes que llegaron de forma inmediata fueron las de la ciudad de Wuhan en China, sus calles vacías, llenas de gritos por sus habitantes y después, la celeridad para construir un hospital en unos cuantos días, en diez para ser exactos. Increíble.
En México reinaba -y sigue empoderada- la incredulidad y la ineficiencia, la irresponsabilidad de un presidente al que más le interesa su gobierno que la salud pública, por esa razón invitó a salir a comer con las familias a los restaurantes y fondas para fortalecer la economía familiar.
Este año vimos como la ola de violencia se extendió por todo el país, militarizado por una nueva corporación, la Guardia Nacional, que no ha podido detener la criminalidad en distintas regiones de México. La impunidad se extiende por todos los ámbitos de impartición de justicia.
El 16 de octubre de este año los medios nacionales dieron a conocer la noticia sobre la detención del ex secretario de la Defensa Nacional, General Salvador Cienfuegos, cuando llegaba al aeropuerto de Los Ángeles para vacacionar con su familia.
Si la detención que hiciera la DEA del ex Jefe de las Fuerzas Armadas mexicanas en el sexenio de Enrique Peña Nieto fue sorpresiva, más lo fue su liberación sin cargos por parte del juez de la causa que lo juzgaría por cuatro cargos de narcotráfico en los Estados Unidos.
Son muchos, quizá demasiados los temas que nos han impactado y afectado en este 2020 de distintas formas, en lo familiar, en lo personal. Hemos visto como suceden uno tras otro con la vertiginosidad de sus consecuencias uno a uno. Apenas estamos recuperándonos de la sorpresa cuando ya está otro a la vista. Es nuestra nueva realidad.
En lo económico asistimos al mayor deterioro de nuestra economía. La prospectiva es muy preocupante: recesión, caída de la inversión y del Producto Interno Bruto (PIB); cierre de miles y miles de empresas; desempleo, pérdida del valor adquisitivo y de la inversión.
La acechanza al Banco de México es igual de preocupante, así como al sistema financiero nacional por la iniciativa que pospone el senador Ricardo Monreal Ávila, de modificar la ley para la captación de divisas que podría incurrir en lavado de dinero.
¿Qué pasará? No lo sabemos. Solo se aplaza una decisión que está en manos de la mayoría parlamentaria que gobierna.
La narrativa es distinta, se construye desde el púlpito de Palacio Nacional, donde ha desaparecido el discurso laico para ser sustituido por otro de tintes evangélicos.
La separación Iglesia-Estado ya no forma parte de las políticas presidenciales y tampoco de las corrientes liberales. Hoy día se da paso a las iglesias y a los pastores para que repartan la Cartilla Moral, que será la base de la nueva Constitución Moral que impulsará el actual gobierno Lopezobradorista. El silencio es sepulcral.
Terminamos un año desalmado en el que el Covid-19 nos ha quitado la certidumbre y nos ha colocado en la realidad de nuestra fragilidad. Como piezas de dominó hemos visto caer a miles de mexicanos y mexicanas pero lo peor, es cuando escuchamos los toquidos en las puertas de nuestros amigos, de nuestras familias. Aún no damos crédito a sus ausencias, pero ya no están físicamente entre nosotros.
Ya nada es igual. Es cierto que la tecnología nos acerca y que hoy es vida cotidiana dar y recibir clases virtuales, pero extrañamos el aula, el contacto visual y a veces físico de la palmada para reconfortar y dar ánimos.
Los grandes edificios de las universidades, de las escuelas e institutos, lucen vacíos, sin alma, fríos como los aires de este invierno.
¿Qué pasará en el 2021?
Muchas acciones y cambios dependen de nosotros, de nuestra iniciativa, del talento; de la disciplina y la tenacidad para lograr los objetivos personales, empresariales o profesionales de cada quien.
El año próximo, que está a la vuelta de la esquina, puede ser el año de la transformación no solo del país, sino del colectivo social, porque tendrá la oportunidad -esperemos que así sea- de cambiar la ruta de la historia que hoy se dicta con tintes autoritarios y excluyentes.
Tendremos la oportunidad de cambiar, pero nada se da solo con el deseo, con las “buenas intenciones”, hay que trabajar para que así sea.
Al tiempo.