Comenzó con mucha agitación –más de lo políticamente normal- el 2016 en Zacatecas, por el cúmulo de acontecimientos que laceran no solo la imagen de la administración estatal, sino por la cuenta regresiva que provoca que los colaboradores y otrora aliados del gobernador Miguel Alonso Reyes, volteen hacia otro lado en busca del continuismo en el aparato gubernamental.
A partir de este momento los días serán más cortos para el mandatario estatal que entregará la estafeta a su sucesor este año, precisamente el 12 de septiembre, cuando la ceremonia del cambio de poderes se lleve a cabo en el congreso estatal.
Cómo cada seis años ha sucedido, entrará el gobernador Miguel Alejandro Alonso Reyes y saldrá el ciudadano en la búsqueda de dos aspectos que son fundamentales para cualquier gobernador zacatecano: el reconocimiento y trascendencia popular y la obtención en el mediano plazo de un puesto de elección popular (el Senado de la República) que le permitan transitar en la política nacional.
Pocos son los gobernantes que han logrado transitar en la esfera nacional después de concluido su mandato. En la era moderna solo dos lo han logrado, Ricardo Monreal, actual delegado en la Cuauhtémoc y Amalia García Medina (2004-2010), Secretaria del Trabajo en el gobierno del Distrito Federal con Miguel Ángel Mancera.
Genaro Borrego (1986-1992) fue enviado por el entonces presidente Ernesto Zedillo para retener junto con José Bonilla Robles una posición priista en el Senado de la República, en tanto que Arturo Romo Gutiérrez (1992-1998), hasta el momento, ha fracasado en sus intentos por reposicionarse en la esfera nacional o local.
Miguel Alonso Reyes fue formado en la burocracia política por Ricardo Monreal Ávila (1998-2004), quien lo incorporó al Senado como su asistente y después en la secretaría particular al inicio de su administración en el gobierno de Zacatecas, en donde se desempeñó con eficiencia.
El ahora delegado en la Cuauhtémoc siempre le vio facultades para trascender en la Política y por ello lo mandó como candidato a la presidencia municipal de Zacatecas, en donde lo apoyó incondicionalmente para que trascendiera. Al término de su gestión sexenal lo recomendó con Amalia García para que ocupara la Secretaría de Turismo, de donde saldría para ganar la elección como diputado local. El resto de la historia ya se sabe.
Miguel Alonso se encuentra hoy en el camino hacia el final de su gestión al frente del gobierno de Zacatecas. Seguramente está conciente que dejar el poder implica un gran riesgo, pero también una gran oportunidad para trascender en la política mexicana.
El escenario que hoy enfrenta es de alto riesgo por dos motivos:
1.- La complicación de la economía zacatecana presionada por la disminución presupuestal y el creciente endeudamiento, y
2.- la fragilidad de la política interna local.
En cuanto al manejo de la política económica zacatecana el gobernador Alonso Reyes no está mandando un mensaje de certidumbre, puesto que el secretario de Finanzas, Fernando Soto Acosta, ha sido debilitado por la intervención del Secretario de la Función Pública, Guillermo Huizar Carranza, en la negociación con la LXI legislatura del congreso local, lo que le resta autoridad y sobre todo, fuerza política para mantenerse en el cargo.
Respecto a la política interna tampoco le ha dado el respaldo al actual secretario General de Gobierno, Jaime Santoyo Castro, para que pueda operar con firmeza y sobre todo con certeza con los grupos o personajes opositores a la administración estatal.
Una vez superado el conflicto del empréstito que mantuvo en vilo las relaciones Ejecutivo-Legislativo, el mandatario estatal deberá cuidar escrupulosamente su política interna, porque es el instrumento que le dará certeza en la transición política que hoy se vive en Zacatecas.
A través del ejercicio gubernamental del actual mandatario estatal se aprecia que Guillermo Huizar Carranza ha sido el funcionario clave, el hombre fuerte de la administración alonsista, y por tanto, al que en repetidas ocasiones ha respaldado frente a las crisis que ha vivido este funcionario de extracción monrealista, pero no ha sucedido así con el actual Secretario de Gobierno, a quien no solo no ha respaldado sino que le ha negado el apoyo en la resolución de las problemáticas que se han generado durante este tramo de la administración.
Jaime Santoyo es un político formado en las filas del priismo clásico, con una larga trayectoria en el ámbito legislativo, administrativo y judicial, pero también con una amplia participación en la actividad académica y notarial, lo que lo convierte en un activo clave en la transición gubernamental, pero sin el respaldo del Ejecutivo no podrá ejercer sus facultades con eficiencia. Su llegada a la administración estatal fue bien acogida por un amplio sector social y político, pero su trabajo no ha sido respaldado.
Al gobernador Miguel Alonso no le gusta hacer cambios en su gabinete, esa ha sido su característica, pese a los malos resultados de muchos de sus colaboradores. ¿Porqué? Solamente él sabe la respuesta, pero en este momento, cuando su administración empieza a fenecer, su Secretario de Finanzas está frágil por la acción supletoria del Secretario de la Función Pública, el responsable de la transparencia gubernamental, y por el otro, su responsable de la política interna carece del respaldo del Ejecutivo.
Por salud política el Ejecutivo del estado está obligado a definir la viabilidad de los funcionarios en estas dos áreas que son fundamentales para cualquier gobierno.
¿Le dará esa atención y apoyo al Secretario General de Gobierno para que coadyuve en la transición política este año?
Al tiempo.