Por Juan Gómez
Zacatecas vive una etapa muy difícil que podría marcar el cambio de ruta en el ejercicio no solo de la administración pública, sino de cambios sustanciales en la convivencia social y en la conducción del estado.
El ejercicio del poder está mutando y en México se sienten también esos vientos que vienen a modificar no solo el estilo de gobernar, sino a cambiar la forma de gobernar, de enseñar, de trabajar, en una palabra, la sociedad se está transformando.
La inseguridad pública que hoy padecemos está acelerando las transformaciones en la sociedad mexicana en general y en la zacatecana en lo particular.
Vivimos en el estado momentos inéditos pero también de alto riesgo, sobre todo porque no faltarán los astutos que pretendan encender los ánimos sociales para generar inestabilidad, capitalizar la natural preocupación ciudadana, e intentar subirse a la cresta de la ola para su beneficio personal.
La semana pasada inició con una serie de crímenes que se mantuvieron a la alza durante todo ese lapso, pero el sábado cerró con el hallazgo del cuerpo de la jovencita preparatoriana Cinthia Nayely Vázquez, quien el día anterior había salido a temprana hora de su casa para asistir a clases a la Prepa 1 del plantel UAZ Siglo XXI.
La lamentable noticia estremeció e indignó a la comunidad universitaria y a la sociedad en general, pues las características del crimen y el entorno que hoy se vive en el estado y en el país, exacerban los ánimos de una ciudadanía preocupada por un escenario de incertidumbre y de conflicto.
Es por ello que la presión social va en aumento a causa de este encadenamiento de los acontecimientos que nos han golpeado en lo que más preciamos, en nuestra tranquilidad.
Este tipo de acontecimientos de impacto están acelerando los cambios en las relaciones gobierno-sociedad, pero se observan algunos riesgos que de no cuidarse, podrían sacar de control un escenario muy sensible y frágil.
Y es que la inseguridad, aunque es el factor que en este momento más preocupa a la ciudadanía en general, no es el único que se vive en el país y en Zacatecas. Las finanzas públicas también están muy presionadas por la actitud vociferante y amenazadora del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y por los huracanes y sismos que han lastimado a varios estados del país.
De hecho el análisis del Presupuesto de Egresos 2018 ya sufre algunas modificaciones en el congreso federal, lo que impactará en mayor o menor medida a las finanzas públicas de los estados del país.
En Zacatecas, por ejemplo, los legisladores federales priistas y de oposición, estiman que difícilmente se podrá obtener el mismo monto presupuestal que se ejerce este año, pues los fenómenos naturales que generaron desastres en distintos estados del país, imponen una reconsideración en la asignación del gasto público, puesto que deberán aplicarse medidas de reconstrucción y de incentivación de la planta productiva.
Este escenario se complica aún más con el debilitamiento que desde hace varios años registran las instituciones públicas del Estado Mexicano, empezando por la presidencial y la de impartición de justicia, lo que ha contribuido a la pérdida de la credibilidad de la sociedad mexicana.
La impunidad que hoy vemos los mexicanos y el crecimiento de las bandas delictivas, son una combinación que en nada ayudan al fortalecimiento de la autoridad en los tres niveles de gobierno, en donde también se requiere que los gobernantes en general, asuman la responsabilidad y compromiso en su función.
La clase política que hoy gobierna al país debe mirar más hacia el fortalecimiento social y menos hacia los factores que demeritan a la función pública, y que han colocado al país en los umbrales de la inestabilidad y el desorden que constituyen la antesala de la anarquía.
Hoy todavía la sociedad está en espera de una interlocución con sus gobernantes, con los representantes populares. Todavía se mantiene una expectativa del cambio de paradigma mediante los procesos democráticos. Pero el tiempo se agota y la paciencia es cada vez más escasa.
Creo que estamos en un punto de quiebre, de modificación en el ejercicio del poder en México y en Zacatecas. Así lo apuntan los últimos acontecimientos que, dolorosos y traumáticos, empujan hacia una transformación política y social.
Sólo espero que los radicalismos, las tentaciones hacia el autoritarismo, no prosperen en un escenario de transformación en el que se requiere firmeza, convicción, capacidad y sobre todo, sensibilidad a este cambio que toca la puerta y que amenaza con derrumbarla, si es que no se actúa con oportunidad, valentía y prudencia.
Es el punto de quiebre.
Al tiempo.