La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) llamó hoy a mantener “el impulso” de la ayudahumanitaria en Somalia, que atraviesa una coyuntura inquietantemente similar” a la que precedió a la hambruna de 2011.
El responsable para Somalia de la OCHA, Philippe Lazzarini, pidió, en un comunicado, que no se caiga en la “complacencia” por la ligera mejora que la situación alimentaria de este país del Cuerno de África ha experimentado desde 2011.
No en vano, la hambruna, que causó 260.000 muertes hace tres años, amenaza ahora a 857.000 personas, que necesitan “asistencia humanitaria urgente”, según un informe difundido ayer por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El estudio matizaba que las lluvias, los bajos precios de los alimentos y la asistencia humanitaria han provocado una significativa reducción de la población que requiere ayuda urgente, que alcanzó el pico de 4 millones de personas durante la hambruna de 2011.
En los últimos seis meses, el número de personas en situación de emergencia en Somalia se ha reducido “muy ligeramente”, al pasar de 870.000 a 857.000, precisó Lazzarini.
El número de somalís en riesgo de seguridad alimentaria también ha bajado a 2 millones de personas, desde los 2,3.
“Gran parte de estas mejoras se deben a la acción rápida de las agencias humanitarias, que respondieron de forma temprana a las alertas por la escasez de las cosechas al final de 2013”, explicó.
Según Lazzarini, esto ha ayudado a suavizar el impacto que puede llegar a tener la pobreza de los cultivos, si bien advirtió de que las recientes mejoras “podrían fácilmente invertirse sin asistencia sostenida”.
El responsable de OCHA en Somalia alertó de que las organizaciones “se enfrentan a brechas de financiación importantes en 2014”.
La dificultad para la llegada de las ayudas y la pérdida de socios clave ha impedido la distribución de servicios esenciales de nutrición en el país.
Las principales víctimas de la escasez de ayudas serían los niños, unos 50.000 de ellos “en el umbral de la muerte”, y cuyo número “podría duplicarse en seis meses sin ayudas”, dijo.
“Ya lo advertimos en el pasado y lo volvemos a hacer ahora. Éste no es el momento para la complacencia”, apostilló.
“Si no somos capaces de seguir apoyando a los somalís en el fortalecimiento de su capacidad de recuperación, estarán en riesgo de volver a caer en la misma crisis”, concluyó.
A pesar de los avances logrados en los últimos dos años en el terreno político, Somalia se encuentra todavía inmersa en un prolongado y complejo conflicto armado.
Las tropas de la Misión de Unión Africana en Somalia (AMISOM), el Ejército somalí y varias milicias pro gubernamentales combaten a Al Shabab, la milicia fundamentalista islámica dominante desde 2006, y que controla amplios territorios del centro y el sur del país.
Somalia vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barré, lo que dejó al país sin un gobierno efectivo y en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra y bandas de delincuentes armados.