La comunicación es la base esencial en toda organización para que pueda generar otros factores que son importantes en el trabajo, en la unión de esfuerzos pero sobre todo, en los resultados, en el cumplimiento de los objetivos.
Sin comunicación no puede existir orden y tampoco coordinación en los equipos de trabajo, porque para poder cumplir las tareas que encomienda el líder o el jefe administrativo, se requiere que exista claridad en la transmisión de las órdenes para poder lograr los objetivos trazados a corto, mediano o largo plazo.
Algunos capacitadores en talleres de relaciones públicas y en organización de eventos, establecen que para poder promover un producto, servicio o bien público, de una administración pública o privada, se requiere establecer criterios o políticas de comunicación que ordenen las fases que se trabajarán en el posicionamiento de los objetivos que fueron analizados y estructurados con toda anticipación.
Hay otra fase también muy interesante que se aborda en este tipo de talleres o seminarios y tiene que ver con los escenarios de conflicto o de crisis. Al respecto se estudian las medidas que se adoptarán en ese momento crucial y los actores que participarán.
En un riguroso análisis en el que se toma en cuenta el contexto político, económico, social o gubernamental del conflicto, se define si bastará un boletín de prensa o si se convocará a una conferencia con medios de comunicación; si habrá o no preguntas, si será abierta o solo se leerá un comunicado en el que se dé a conocer la postura de la situación que prevalece, para deslindar o precisar la información.
Es toda una metodología la que se sigue en este tipo de momentos que son cruciales para preservar la imagen de una institución o de un personaje.
Pero tal parece que en la actual administración gubernamental no solo no se establecen estos criterios que forman parte de la profesionalización de las áreas de comunicación social de la función pública, sino que pareciera no importar esta área que es fundamental, estratégica para todo gobierno.
La semana pasada se volvió un tema preponderante la reubicación de una fuente en un espacio público, concretamente en la Plaza de Armas. Quizá a los responsables de estos trabajos de intervención de este icónico sitio no les pareció de importancia lo sucedido. Se quitó la fuente y ya. Fue sustituida por otra que tiene un sistema hidráulico quizá más vanguardista y moderno que, al activarse, impulsa varios chorros de agua al cielo para impactar a los parroquianos y a los turistas que transitan por el lugar.
Pero no es así. La fuente que fue sustituida en Plaza de Armas no es solo un conjunto de piedras de cantera, tiene una representación histórica, social y cultural. Es parte de la memoria y de la vida de muchos zacatecanos y sus familias, además de que forma parte de un conjunto arquitectónico que es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Pero este problema que tiene sus implicaciones de carácter normativo y jurídico, porque para modificar cualquier edificio situado en el perímetro establecido por la Unesco en el Centro Histórico zacatecano, se necesita la aprobación de varias instituciones culturales tanto nacionales como mundiales, ante las cuales se requiere presentar un proyecto de intervención que respete el entorno, la imagen y la historia del sitio.
La semana pasada los medios de comunicación entrevistaron por separado a Guillermo Carrillo Villagrana, director de Obras Públicas de la presidencia municipal de Zacatecas y al secretario de Infraestructura (Sinfra) del gobierno estatal, Francisco Ibarguengoitia Borrego, quienes cayeron de contradicciones que evidencia la descoordinación que existe en la actual administración pública.
Guillermo Carrillo Villagrana declaró que la Secretaría de Infraestructura le solicitó que le entregara la citada fuente y que por lo tanto, será dicha dependencia la que determine su reubicación que podría ser en la rinconada del museo Rafael Coronel; la Plazuela de Guadalajarita o del Moral, aunque también se contempla la Plazuela 450.
Los reporteros dieron seguimiento a esta información y entrevistaron al Secretario de Infraestructura, quien señaló que la multicitada fuente estaba bajo la custodia de la presidencia municipal de Zacatecas y que la tenía en resguardo en una bodega de la Central de Abastos de la capital del estado.
Más tarde el secretario de Sinfra, Francisco Ibarguengoitia Borrego, daría a conocer que habían enviado una solicitud al ayuntamiento de la capital para que les fuera regresada la fuente y recuperarla de inmediato.
La fuente que adornara a la Plaza de Armas y que formara parte de este escenario histórico, social y cultural durante varias generaciones, hoy se convierte en un signo de contradicción entre algunos funcionarios y también, en una papa caliente para su reubicación.
Es también un ejemplo de la falta de coordinación en materia de criterios y comunicación en la administración pública, pero también, un botón de muestra del alejamiento que se ha profundizado entre el gobierno y la sociedad zacatecana.
Hace aproximadamente cinco años acudí a la oficina del entonces secretario de Obras Públicas del ayuntamiento capitalino que encabezaba Arnoldo Rodríguez Reyes para realizar una entrevista. Observé que en dicho lugar había varias piezas de cantera con inscripciones labradas. Le pregunté a Humberto Chavarría el origen de dichas piezas y me comentó que eran parte del monumento conmemorativo por los 450 años de la fundación de la ciudad de Zacatecas que había mandado hacer el entonces gobernador Arturo Romo.
Aquella especie de obelisco en cantera que había recibido tantas críticas y que tres años después fue quitado de la Plaza de García para restituir la fuente en aquel lugar estaba en la oficina de un servidor público municipal. Formaban parte de su escenografía. No estaban en una bodega, pero si en el olvido del imaginario popular.
¿Sucederá lo mismo con la fuente habitó en Plaza de Armas por varias generaciones de zacatecanos?
Al tiempo.