Este día el presidente Andrés Manuel López Obrador se levantó con el pie izquierdo. La publicación de una encuesta que lo coloca sólo con el 46.9 por ciento que aprueba su gestión y la presentación de la renuncia en su cuenta personal de Twitter del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, marcaron el derrotero de este largo y tortuoso día.
A unos cuantos minutos de la publicación del responsable de la economía nacional el peso perdió valor frente al dólar con un incipiente 0.07% al generar un efecto inmediato por el impacto negativo de la noticia.
El secretario de Hacienda presenta dos argumentos contundentes de su renuncia a la dependencia: su discrepancia en la toma de decisiones sin fundamento en materia económica del presidente y la imposición de funcionarios inexpertos en el sector financiero.
Lo anterior se traduce en las ocurrencias presidenciales para disponer del erario público y la designación de funcionarios inexpertos, pero ciegamente leales a López Obrador.
La renuncia de Carlos Urzúa echa por tierra el argumento de la política económica “esta requete bien”, como ha dicho coloquialmente el presidente, pero además evidencia las ocurrencias para gobernar que no son compartidas por un sector de sus colaboradores, que actúa con responsabilidad y compromiso con el país.
El presidente mostró el 1 de julio pasado que es un experto en las lides electorales, pero los resultados, al menos hasta el momento, en la presidencia de la República, muestran incapacidad para conducir los destinos del Estado Mexicano.
Un dato más: la renuncia de la secretaria del Medio Ambiente, Josefa González Ortiz Blanco, del director general del IMSS, Germán Martínez Cázares y la de este día, del secretario de Hacienda, y otras que se han generado en otras áreas del gabinete ampliado en un lapso de seis meses, manifiestan que la toma de decisiones unipersonales del presidente están afectado a la conducción del país.
No pretendemos que México se derrumbe y tampoco festejamos que al presidente le vaya mal, porque lo que está de por medio es la seguridad y la estabilidad de los mexicanos, pero es más que evidente que las medidas tomadas en materia financiera, de seguridad y mediáticas no están funcionando.
El deseo de López Obrador de ser el mejor presidente de México va en sentido contrario a la toma de decisiones del mandatario.