Por Juan Gómez
Director general de Pórtico.mx
El COVID 19 en México puso al descubierto varios aspectos sociales, económicos y de seguridad, así como de falta de liderazgo político tanto federal como estatal y el desfasamiento de la autoridad en momentos de crisis.
Los mexicanos hemos visto el manejo de esta situación por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha mostrado serias incoherencias y contradicciones con la política de salud pública del gobierno federal, pues con sus dichos y actos reprueba las medidas adoptadas por la Secretaría de Salud bajo su mando.
El presidente no ha estado a la altura de un Jefe de Estado y menos aún, de un mandatario que esté en vigilia por el bienestar de su pueblo. Lo que es peor, López Obrador ha dado muestras de lamentables contradicciones sobre las medidas de prevención que debemos guardar los mexicanos ante la actual contingencia sanitaria.
Pareciera que el jefe del Ejecutivo federal no se toma en serio la situación sanitaria que hoy día nos mantiene bajo confinamiento voluntario en casa.
El presidente no había suspendido sus desplazamientos al interior del país hasta la semana pasada. Sin disminuir su ritmo de visitas a distintos estados, municipios y comunidades del interior del país, abrazaba y besaba a los y las asistentes a sus mítines. Los medios de comunicación transmitieron sus saludos de mano y beso a integrantes de su gabinete, contradiciendo las disposiciones del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la SSA, Hugo López Gatell Ramírez, a quien prometió obedecer sus indicaciones.
Es por ello que la Presidencia de la República ha sido rebasada como sucedió en 1985 durante el temblor en la Ciudad de México, cuando la sociedad se organizó, se unió y enfrentó el desastre.
En aquella ocasión la desgracia mayor estaba en una ciudad, pero hoy los mexicanos tenemos enfrente a un enemigo “invisible” contra el que estamos luchando, sin el liderazgo de un gobierno. Por el contrario, si alguna crítica ha recibido es que no se han tomado decisiones a tiempo que contrarresten los efectos en la salud pública y la economía.
Este domingo la Secretaría de Salud (SSA) del gobierno federal informó que en el país existen 316 casos confirmados por COVID 19, 794 son sospechosos y se han generado dos defunciones, lo que representa un aumento de 65 casos en comparación a los 251 que se habían confirmado el sábado. El viernes se habían confirmado 203 personas contagiadas.
El autoconfinamiento social y voluntario ha sido una iniciativa ciudadana ante la posibilidad de un contagio, y forma parte de la lucha ciudadana contra el enemigo “invisible”.
Las calles lucen prácticamente vacías, no hay actividad en las instituciones educativas públicas y privadas de todos los niveles académicos; los restaurantes y bares empiezan a mostrar la soledad en sus espacios donde hubo convivencia y diversión.
Poco a poco las ciudades se han ido vaciando y las redes sociales llenando con distintas informaciones y recomendaciones para enfrentar esta pandemia.
Los espacios informativos tanto de los medios tradicionales como los digitales están saturados por información del coronavirus: recetas, informes, resúmenes, historias, problemática, fotografías, videos, memes, reflexiones, críticas y noticias falsas o “fake news”.
Ante la falta de liderazgo y conducción algunos estados de la República han tomado sus propias medidas, que van desde la implantación de un tácito estado de emergencia como en Querétaro, Yucatán y Quintana Roo, hasta el toque de queda en el municipio de Nacozari de García en Sonora.
Prácticamente queda suspendida toda actividad presencial educativa y se cierra el acceso a playas en zonas turísticas; la actividad en la industria se ve afectada y disminuida, al igual que en bares, cines y plazas públicas. Las zonas comerciales también bajan sensiblemente su actividad y los oficios religiosos dominicales son transmitidos por televisión, plataformas digitales y redes sociales.
Además del escenario de la pandemia de coronavirus en México lo que preocupa es la situación de nuestra economía, ya debilitada por la falta de confianza en la conducción del país del gobierno mexicano.
El año pasado (2019) el Producto Interno Bruto (PIB) decreció, por primera vez desde el 2009, en 0.1% y la volatilidad de los mercados cambiarios posicionaron al Peso Mexicano en $24.2480 la semana pasada, mientras que el precio del crudo mexicano en el exterior se estableció a la compra en 17.70 dólares, un precio inferior al costo que representa extraerlo y trasladarlo a los centros de distribución.
Ante este panorama el gobierno de la República no ha informado sobre un plan económico para reactivar el mercado interno, estimular el consumo y el empleo y menos aún, presentar un programa fiscal que estimule a la iniciativa privada.
Tampoco ha dado a conocer un plan económico por la contingencia que se está viviendo sobre todo entre quienes viven de la economía informal, que ha sido severamente golpeada en estos días y que representa el 56,3 por ciento de la población.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI en el sector informal se sumaron 31.3 millones de personas, cifra 2% mayor respecto al periodo de octubre a diciembre de 2018.
Todo perfila a que el crecimiento negativo se mantenga durante este año y el próximo, lo que podría impactar en las preferencias electorales del 2021.
Hasta el momento el gobierno mexicano solo ha decretado dos medidas ante la pandemia del coronavirus en el país: la suspensión por un mes de clases presenciales en la educación pública y la “sana distancia” que limita el contacto personal, esta última sin ser respetada por el mandatario nacional, quien toda la semana repartió alegremente besos, abrazos y estrechó manos a diestra y siniestra.
Hoy día no tenemos un plan económico para contener la fragilidad de nuestra economía y la confianza cada vez se desvanece más, ante estantes vacíos en supermercados y escasez de productos de higiene.
El presidente López Obrador esgrime reliquias religiosas, trébol de 4 hojas y un billete de 2 dólares como su principal arma contra la pandemia del coronavirus, mientras el país se enfila para entrar en la fase 2 para enfrentar al COVID 19.
Es un enemigo invisible que nos mantiene recluidos en casa, que nos ha cambiado nuestra forma de relacionarnos y de informarnos; nos ha modificado la forma de pensar y nos ha sacado lo mejor y lo peor de nuestra condición humana.
También nos ha mostrado a una clase política contradictoria, irresponsable, que solo privilegia su estrategia de manipulación y engaño para afianzarse en el poder.
Confío en que la sociedad mexicana salga del confort del egoísmo, de su acendrado individualismo, para transitar a una mayor solidaridad y compromiso social.
Al tiempo.