Por Anne Leyniers
Signos y formas, anotaciones automáticas, materias y texturas, impactos y chorreados, transparencias sobrepuestas templando, buscando, hasta que quede capturado un instante indefinido, para volver luego a vivir metamorfosis infinitas. La perfectibilidad es constante, deseable, en proyecto perpetuo, tendiendo al equilibrio, anhelando paz.
Los recursos plásticos y efectos estéticos de que dispone Javier Cortez son amplios, conformando un gran abanico de referencias, de experiencias y de conocimiento aplicados a su pintura neo expresionista abstracta.
La serie expuesta se origina en una colaboración con el Artespacio y el programa de posgrado en Patrimonio y Cultura para la Paz de la UAEH-UAZ. Ha germinado y se ha desarrollado a lo largo de varios meses, mientras la crisis sanitaria de la pandemia de COVID-19 se expandía en el planeta entero, sin omitir México y Zacatecas. La Galería “Arroyo de la Plata” ha ofrecido sus espacios y apoyo para poder llevar a bien este hermoso proyecto, a pesar de todo, mientras estamos semi confinados, prudentes y pacientes, esperando que todos “pronto venzamos a este diabólico virus”, como expresó recientemente el entrañable artista Manuel Felguérez, en ocasión del Día Internacional de los Museos, el pasado 18 de mayo.
En la serie “Ataraxia”, todo empieza con un impacto rojo, el choque de la materia proyectada contra la superficie del soporte. La interpretación o la expresión pictórica del sentir de la paz, pasa para Javier Cortez por elementos antagónicos en equilibrio, por extremos balanceados. Puede ser una evocación de la guerra y la paz, de la agitación y la calma, del universo en expansión y contracción, del impulso vital que consiste en inspirar y expirar. Varios de sus cuadros encarnan esta complementariedad de los polos opuestos.
En el laboratorio del alquimista, Javier trabaja los colores, en monocromías policromas, en bicromías matizadas con extrema sutileza, en policromías escondidas, sobrepuestas, reveladas por puntos y líneas, trazos y manchas, morfologías y signos, como cicatrices intemporales y rasguños impulsivos en la superficie del lienzo, de la piel viva de la obra.
Puede ser una coreografía semiótica, una explosión sin rumbo ni brújula, una pseudo caligrafía automática. Buscando imprimir movimiento, fuerza, velocidad, impacto, impulso, explosión. Lo efímero del instante captado, procesado y exteriorizado. Es una constante experimentación espiritual acompañada de profundas y documentadas investigaciones artísticas con habilidades técnicas acumuladas.
Es el gesto que genera el trazo, vivo, directo, repetitivo. Como ahora la incorporación del recurrente óvalo, de la mandorla, la intersección, la escotilla, la puerta, el encuentro de dos círculos, la comunicación de esferas distintas, de dentro hacia fuera y viceversa. Este movimiento que imprime en la tela es la figura que ocupa su mente en esos días, que lo atraviesa por este período creativo.
Es también impresionante la infinita paciencia que dedica a construir progresivamente, capa sobre capa, de manera muy reflexiva o experimental, aplicando los colores al temple, como veladuras transparentes, películas infinitamente finas, de materia cromática para ir concretando el color superficial, influido por los tonos subyacentes, a veces ligeramente revelados, otras veces entremezclados o sutilmente acercados de dentro hacia fuera, o disimulados del córtex hacia el núcleo, dosificados con gran arte.
Generada por voluntades conjugadas, experimentación constante, la obra es, cambia, renace, evoluciona, permanece siempre inacabada…
El artista exhibe, revela, devela el espíritu, la impresión, la idea en formación. Juega y ofrece un espacio especulativo para sentir, cogitar y hacer trascender el concepto. Sin composición ni boceto previo elabora un “texto” pintado, expresa una impresión mental, exterioriza, comunica, coincide, transforma. Con la materia, el soporte, el sujeto, el ambiente, el lugar y el espectador. Todo ocurre adentro, expulsa y plasma los encuentros, los accidentes en la tela gracias al gesto y la palabra plástica creadora, polifacética, pictórica.
Se operan variaciones en torno al principio del significante-obra y sus múltiples significados-lenguajes. Ahora, podemos hablar del artista como expresante, y del público como receptor, perceptor, impresionado o conmocionado en una sensitiva simbiosis. Una experiencia estética y sensible mutua. Expresión-impresión pura, generadora del pensamiento, del signo, del logos abstracto.