Andrés Manuel López Obrador va por la revancha contra todos aquellos que no se sometan a la dictadura de sus pretensiones, contra aquellos que no se plieguen a sus designios y en contra de todos los que se interpongan en su camino por tercera ocasión, a la presidencia de la República.
El pasado sábado 21 de noviembre rindió protesta, una vez más, como presidente nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la ciudad de México, desde donde delineó la estrategia externa que ejecutarán sus seguidores en la lucha por el poder presidencial en el año 2018. (http://regeneracion.mx/amlo/objetivo-de-amlo-ganar-la-presidencia-y-la-mayoria-del-congreso-en-2018/)
Sería la tercera ocasión, y la definitiva, en la que López Obrador contendería por la máxima posición del poder en México –en donde el centralismo presidencial prevalece- para imponer su visión de país.
A lo largo de casi 18 años el político tabasqueño ha ido consolidando una estrategia y por qué no, una imagen en el colectivo mexicano, que divide opiniones de una forma maniquea: a favor o en contra; odio o amor; servilismo o rechazo.
Muchos críticos y enemigos políticos lo califican de mesiánico porque, argumentan, se erige como el salvador, como el redentor de un México que está a las puertas del caos, de la inestabilidad, de la abrumadora y exultante corrupción que siempre va acompañada no sólo de la impunidad sino también de la complicidad del corrompido.
En este momento es el aspirante visible de mayor crecimiento y presencia entre la opinión pública mexicana, lo que podría convertirse nuevamente en una de sus principales debilidades, aunque la posibilidad de su consolidación no es descartable, sobre todo porque en este momento, es patente el desprestigio en la imagen de los partidos políticos tradicionales que han dominado la esfera pública. (http://regeneracion.mx/amlo/amlo-encabeza-las-encuestas-para-eleccion-del-2018/)
El dirigente nacional de Morena incorporó nuevas secretarías en la estructura de su partido, con la finalidad de ampliar la aceptación de grandes sectores de la población que podrían ser determinantes en el próximo proceso electoral, entre las que destaca la Secretaría para el Fortalecimiento de Ideas y Valores Morales, Espirituales y Cívicos.
La secretaría en mención coloca en el foco de la controversia una estrategia política de manipulación de los sentimientos de los ciudadanos en el orden espiritual, algunos de ellos en el lindero de la religión puesto que ésta, es relacionada automáticamente por muchos mexicanos que profesan algún rito religioso.
Pero más allá de la presunción de una manipulación religiosa disfrazada de espiritualidad, el discurso de toma de protesta del dos veces aspirante presidencial, está impregnado de una alta dosis de autoritarismo y de intolerancia en contra de quienes cuestionen sus actos públicos.
Por ejemplo, advirtió:
“No podemos confiarnos, 2018 no va a ser un día de campo…En especial debemos cuidarnos del manejo tendencioso de los medios de comunicación y de la compra del voto”. (La Jornada/ Domingo 22 de noviembre/ Pág. 6).
Durante la estrategia electoral en el pasado proceso presidencial, López Obrador basó gran parte de su discurso mediático en “La República Amorosa”, para tratar de desviar los ataques por su radicalismo y confrontación con el entonces presidente panista, Vicente Fox Quezada.
Hoy se aprecia que recurrirá a los “sentimientos espirituales” del pueblo de México, para posicionar su discurso en un amplio sector del electorado mexicano para manipular sus emociones y enderezar la voluntad colectiva hacia un candidato y un partido que pretenden “la transformación de México”.
Independientemente de sus creencias religiosas, el nuevo dirigente nacional de Morena explotará abiertamente la veta religiosa a través de un partido político, claro, cuidando evitar la referencia textual, aunque el mensaje subliminal irá disparado.
Andrés Manuel es un hombre de lucha, tenaz y perseverante, aunque en ocasiones sea calificado de terco.
Pero no es autocrítico e incluyente. Sus colaboradores en el nuevo comité que presentó el pasado 20 de noviembre, le han acompañado desde sus inicios en la política tabasqueña hasta la dirigencia nacional perredista y a través de su paso por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
Sus principales colaboradores son sus permanentes acompañantes, los que no le cuestionan sus órdenes. Nadie más puede entrar al primer círculo.
Y su discurso también es indeclinable, al igual que su concepción del poder público en el que se erige como “la única opción”.
¿Autoritarismo o convicción?
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