Por Juan Gómez (@juangomezac)
Director general de Pórtico Online
México ha tenido avances sustanciales en el método para elegir a sus gobernantes y representantes populares; avances en la legislación que han permitido, además de la voluntad política, establecer las reglas en los procesos electorales, lo que permitió una mayor pluralidad en los gobiernos estatales.
Las reformas políticas que impulsaron y negociaron con las fuerzas opositoras los distintos presidentes del país, sobre todo con Acción Nacional, permitieron el surgimiento y consolidación de los organismos y tribunales electorales para dirimir las distintas controversias políticas.
Si damos una mirada general a las leyes, organismos y a la conformación plural de los congresos en los distintos estados del país, podríamos considerar que México en su transición a la democracia, es uno de los países más avanzados, porque su clase política y gobernante se ha preocupado y ocupado por consolidar las instituciones y las leyes que le den certeza y conducción civilizada a sus procesos electorales.
Pero no sucede así. Seguimos arrastrando los mismos vicios de antaño, las mismas prácticas antidemocráticas; la misma parcialidad gubernamental y la simulación en la legalidad es práctica cotidiana.
El acuerdo y la fuerza política en algunas ocasiones, prevalece sobre la voluntad ciudadana cuando se trata de elegir a sus gobernantes o representantes populares.
Tenemos tantas leyes y articulados sancionatorios que no se aplican con el estricto apego a las violaciones de la normatividad electoral, y ello genera nuevamente ese recelo ciudadano y esa incredulidad en los árbitros electorales.
¿Cuántas denuncias se han generado en los últimos años en los estados y en los procesos federales y cuántos actores han sido sancionados?
La discrecionalidad en la aplicación de los castigos electorales, es lo que prevalece sobre la normatividad.
Pero en Zacatecas ha surgido un nuevo fenómeno que llama poderosamente la sanción para quienes nos ocupamos de observar los procesos de elección de los candidatos en las distintas campañas electorales.
Resulta que, por ejemplo, la filtración de llamadas telefónicas interceptadas de manera ilegal, se ha convertido en una herramienta no solo de desprestigio para el oponente sino en un arma electoral.
El espionaje electoral se aplica al responsable de la política interna, al secretario general de gobierno, Jaime Santoyo Castro, al secretario particular del gobernador para invadir su vida personal, y a los candidatos al gobierno del estado.
¿Quién o quiénes son los responsables de este espionaje telefónico? Lo ignoramos pero de lo que estamos seguros es que es un arma política para debilitar, desprestigiar y atacar al oponente.
Pero el espionaje que se aplica a la autoridad representa también un signo de debilidad gubernamental, puesto que el ciudadano común y corriente se cuestiona ¿si se espía al aparato de inteligencia, qué podemos esperar nosotros?
Este escenario ilustra muy bien lo que sucede en Zacatecas al final del actual sexenio, en el que se observa un signo de desgaste y debilitamiento acelerado de un gobierno que llegó con una gran expectativa de desarrollo, pero que para muchos ha resultado una gran decepción.
Por primera vez en la historia de los finales de sexenio en el estado, nunca se había interpuesto una demanda de carácter penal ante la Procuraduría General de la República por acciones de presunción de delito por enriquecimiento ilícito, en contra de un gobernador en funciones, como es el caso del actual mandatario estatal, Miguel Alejandro Alonso Reyes.
Pero la traición política (o promiscuidad electoral) se convirtió también en un arma letal para golpear al oponente, para desfondar al partido que postuló al contendiente electoral, y armar una imagen de fortaleza.
Las llamadas “adhesiones” a la campaña del candidato de Morena, David Monreal Ávila, influyeron en la estrategia del equipo del aspirante priista, Alejandro Tello Cristerna, quienes intentaron replicar con acciones similares.
La traición no es adhesión. Traicionar es engañar y dar la espalda al partido o al candidato que otorgó la confianza y con cuya ideología se comulgó.
Traicionar es uno de los actos humanos más degradantes y deleznables.
Se ha caído en el ridículo del cinismo cuando se dice que se apoya a un candidato diferente sin renunciar a la militancia del partido que se dirige o que postuló. No se milita en aquel partido pero se apoya al candidato opositor.
El argumento es de lo más cínico: “es que no le dieron los números”; o bien “Es que fulano tiene posibilidades reales de ganar”.
Estas acciones evidencian también la degradación de la política y de un amplio sector de sus integrantes que, sin pudor, sin convicciones de por medio, “apuestan” , o se aferran a incorporarse a la nómina gubernamental, tan amplia y tan grande que ha generado una gran obesidad en los gobiernos municipales y en el estatal.
Se está por terminar un proceso electoral más en Zacatecas, los distintos candidatos y candidatas están en el período de cierre de sus respectivas campañas. A partir del próximo jueves se iniciará el período de reflexión ciudadana, lapso en el que se suspenden todas las actividades proselitistas en el estado.
¿Con qué nos quedamos? ¿Cuál es la lección que nos dan los últimos acontecimientos registrados en el estado?
Hasta este momento el presente proceso electoral en Zacatecas, es uno de los que han mostrado de manera descarnada no solo la degradación de la política, sino los apetitos desenfrenados por alcanzar el poder, sin importar la ética política, la ideología o las convicciones partidistas.
Es la lección que los actuales actores y protagonistas de la política zacatecana dejan a las nuevas y a las próximas generaciones.
Dicen que se aprende más de los errores de los demás y lo que hemos presenciado en las actuales campañas, especialmente las de gobernador, debería servir para que en el futuro se eviten este tipo de estrategias que sólo muestran el retroceso de los procesos democráticos para elegir a los gobernantes y a los representantes populares.
¿Aprenderemos la lección?
Al tiempo.