La exministra francesa de cultura Audrey Azoulay fue elegida este viernes nueva directora general de la Unesco por el Consejo Ejecutivo de la organización, al derrotar en la votación final al catarí Hamad bin Abdulaziz.
Azoulay obtuvo 30 votos de los 58 que componen el Consejo Ejecutivo, por lo que sustituirá a la búlgara Irina Bokova, que ha ocupado el cargo los últimos ocho años.
La elección debe ser validada por la conferencia general de Estados miembros del 10 de noviembre.
Audrey Azoulay, es una síntesis del espíritu universalista que preconiza la organización: francesa de nacimiento, de origen marroquí y familia judía, llega al mando con un programa que coloca la educación en el centro de sus prioridades.
Ministra de Cultura hasta hace cinco meses bajo el mandato de François Hollande, Azoulay nació en 1972 en París, en el seno de una familia judía imbricada en la monarquía marroquí: su padre, el político y banquero André Azoulay, fue consejero de Hasán II y mantuvo el puesto con el actual rey, Mohamed VI.
Sus orígenes y el hecho de que su candidatura se presentara prácticamente en el último minuto, el pasado marzo, irritaron a algunos países árabes, confiados en que en esta ocasión la dirección general durante los próximos cuatro años recaería en la zona.
Azoulay recordaba en su candidatura que ha dedicado su carrera “a poner sus competencias al servicio de la cultura y de su difusión al público más amplio posible”.
Alumna de la prestigiosa Escuela Nacional francesa de Administración (ENA), por cuyas clases ha pasado gran parte de la elite política del país, la futura directora general de la Unesco está diplomada por el Instituto de Estudios Políticos de París y por la Universidad de Lancaster, donde hizo Administración de Empresas.
Ha ocupado diversos puestos en el sector audiovisual público francés y en la implantación de la televisión digital terrestre, por lo que en Francia se le considera como una mujer muy cercana al mundo del cine y la televisión.
Azoulay, madre de dos hijos y casada con un alto funcionario, se define a sí misma como una “ciudadana del mundo”, y habla francés, inglés y español con fluidez.
En su programa para la Unesco, dice ver la educación como “germen de desarrollo y de igualdad entre sexos”, quiere convertir el organismo “en un actor de referencia del desarrollo sostenible”, aumentar su eficacia y hacer de él un “foro intelectual al servicio de los valores universales”.
Su inminente llegada a la cúpula del organismo coincide con un momento especialmente delicado para el mismo: Estados Unidos, que en 2011 retiró su financiación por la admisión de Palestina como miembro, anunció este jueves que abandona la organización por considerar que esta necesita una reforma y no ha cesado su “tendencia anti-Israel”