Los líderes de África, desde una punta a otra del continente, se despidieron hoy con palabras de admiración y agradecimiento de Nelson Mandela, su “hijo más querido”, quien inspiró su lucha por la libertad y les dio esperanza.
La sonrisa de Mandela, que murió ayer a los 95 años, hizo ver al mundo que África no era solo sufrimiento y se convirtió en la cara “más bonita” de un continente que todavía sufría la herencia del colonialismo y la segregación.
El caso más extremo de la marginación racista fue Sudáfrica, donde el carácter infatigable y la humanidad de Madiba (como se conoce popularmente al expresidente en su país), en su lucha contra el régimen del “apartheid”, le privaron de 27 años de libertad.
Aún así, el antiguo estadista tuvo el coraje moral de facilitar el entendimiento entre blancos y negros.
Mandela fue “el único que utilizó la paz como un vehículo para la reconciliación” cuando los resentimientos no solo segregaban razas, sino también etnias, comunidades y Estados sobre un mapa traumatizado todavía por sus tragedias, recordó hoy el presidente de Ghana, John Dramani Mahama.
“Su uso de la paz como un vehículo de liberación de África mostró que, más allá de las divisiones causadas por la colonización y el dolor de nuestras heridas, la compasión y el perdón deben jugar un papel en el Gobierno”, opinó el mandatario ghanés.
Así, Mandela inició el viaje que le permitiría perdonar a quienes le habían confinado a una celda de Robben Island, en Ciudad del Cabo, de la que salió casi tres décadas después convertido en otro hombre, decidido, a su vez, a transformar a toda una sociedad.
En palabras del presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, Mandela se convirtió en “una fuente de inspiración para los pueblos oprimidos de todo el mundo” por su “lucha épica por la libertad, la justicia, la igualdad y los derechos humanos”.
Recomponiendo Sudáfrica, donde terminó con el “apartheid” al alzarse como el primer presidente negro del país en 1994, Mandela alivió también el dolor de un continente que pudo ver cómo hasta los conflictos más arduos podían resolverse de manera pacífica.
“Como un hombre libre, el presidente Mandela lideró la lucha para liberar a África no solo de la esclavitud política, sino también de la enfermedad, la pobreza, el mal gobierno y el analfabetismo”, afirmó hoy el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta.
Acusado de crímenes contra la humanidad por instigar supuestamente actos violentos tras las elecciones de 2007 en Kenia, por los que será juzgado en 2014 ante la Corte Penal Internacional, Kenyatta hizo suya una de las máximas de Mandela: “La comprensión de que podemos y debemos perdonar incondicionalmente a los que nos ofenden”.
El legado del exmandatario, guiado por ese principio, se eleva hasta personificar el propio “espíritu del panafricanismo”, según el líder keniano.
Precisamente uno de los rostros actuales de esa cultura de solidaridad entre los países africanos, la también sudafricana y presidenta de la Unión Africana (UA), Kosazana Lamini Zuma, fue quien más desgarrada se mostró tras conocer el fallecimiento de su compatriota.
“África está desolada. Es una gran pérdida para su familia, el continente y la propia humanidad”, afirmó la presidenta de la Comisión de la Unión Africana.
Para el presidente senegalés, Macky Sall, Mandela fue “un gigante que ha revelado lo mejor del ser humano”.
“Y lo más positivo de África”, apostilló el famoso cantante Youssou Ndour, también de Senegal, en un homenaje al expresidente sudafricano, de quien dijo que era “la imagen más bonita, la más positiva, la de la dignidad de África”.
Eso mismo pensaba el cantante Peter Gabriel cuando, al cumplirse en 2012 los 25 años de “Graceland”, el álbum que concienció al mundo sobre la necesidad de la lucha contra el “apartheid”, dijo que Nelson Mandela “hizo que la gente quisiera bailar”.