La política, como la ingeniería,
es el arte de distribuir adecuadamente
los esfuerzos.
Heberto Castillo Matínez (1928 – 1997)
Los acontecimientos del miércoles 2 de octubre de 1968 marcaron, indudablemente, la ruta por la que ha transitado nuestro país hasta el día que vivimos. Sus ecos siguen vivos y fuertes. Una gran deuda tiene nuestra democracia con los cuatrocientos cadáveres sembrados impunemente por la rancia oligarquía que hoy aún se niega a dejar sus privilegios, sin importar que ello signifique hambre y miseria para las mayorías. Con la sangre de esos jóvenes caídos se sigue escribiendo nuestra Historia.
El conflicto del 68 no únicamente marca la pauta de las reivindicaciones populares, sino que también orienta las distintas rutas de la Universidad Pública en México. Resuena aún el grito que demanda de la universidad ser una institución científica, crítica y popular, el mismo que repetimos hasta el cansancio durante el conflicto local de 1977. Hora es de preguntarnos en qué medida nuestras instituciones han alcanzado las tres características que tanto le demandamos.
La universidad debe ser científica porque únicamente de la búsqueda intensa surge la verdad, porque el rigor académico no es un ornamento sino un requisito para el progreso de nuestro país. La simulación, la corrupción y la autocomplacencia soloprofundizan el rezago y nos condenan a la mediocridad.
Las instituciones de educación superior están llamadas a ser la voz crítica de las comunidades, y con base en el conocimiento cierto señalar al Estado las mejores rutas para el bien común, para el logro de la paz positiva, esa en la que no solo se carece de violencia, sino en la que las ideas fructifican, se confrontan y se complementan. La universidad debe ser un lugar seguro, refugio e imperio de las ideas.
El carácter popular de la universidad la llama a extender su cobertura a todos los sectores de la sociedad sin distinciones, libre de discriminación, segregación e intolerancia. Una institución comprometida con las causas de los sectores más desprotegidos, que privilegie la justicia acercando a ella el diseño de la ley.
En el ejercicio más audaz de la autocrítica, cabe voltear al pasado para encontrar y corregir los errores cometidos, que no son pocos. Es obligado preguntarnos qué tanto honor hacemos a los que nos antecedieron en la búsqueda de una universidad ligada a la gente, apegada a la verdad científica e independiente del poder ya sea político, económico o ideológico.
La recién instalada administración de la Universidad Autónoma de Zacatecas convocó a su comunidad a un foro para la integración del Plan de Desarrollo Institucional (PDI), mismo que tuvo lugar los días 23, 24 y 25 de septiembre del año que transcurre. De forma casi simultánea, el Sindicato de Personal Académico de nuestra máxima casa de estudios celebró un plebiscito, el jueves 25, con el fin de renovar su cuerpo estatutario. Ambos eventos podrían convertirse en un hito para la vida universitaria, sobre la cual se ciernen serias amenazas.
El foro para la construcción del PDI tuvo una respuesta que, con toda seguridad, rebasó las expectativas de sus organizadores. Si el hecho se coloca en el portaobjetos del microscopio político, tiene varias lecturas posibles: puede verse como un respaldo decidido a la nueva administración, o bien como una muestra de que la base crítica es propositiva y no se reduce a la detracción irreflexiva.
La convocatoria se realizó de forma apresurada, impidiendo que se elaborarantrabajos acabados producto de reflexiones colectivas. Quienes hemos hecho propuestas ante muros sordos las volvimos a sacar del costal de los viejos anhelos, con el objeto de que sean escuchadas, discutidas y consideradas. No faltó, como siempre ocurre, quien se presentara con el miope objetivo de la acumulación de méritos curriculares, siendo por fortuna una escasa minoría.
A pesar del restringido formato que no daba lugar al intercambio de pareceres, ni al análisis de los datos, ni a la cavilación en común, tuve la fortuna de verificar la existencia de una masa crítica dispuesta a transformar a nuestra Alma Mater en una institución digna de su tiempo y en consonancia con los reclamos de la sociedad que le da sustento.
Mal procedería la dirigencia universitaria al hacer de este foro un evento cosmético o una exhibición de fortaleza política. Muchos de quienes tuvimos la osadía de querer hacernos escuchar nuevamente concebimos este ejercicio como una piedra fundamental en el cimiento de la nueva universidad, que surja del compromiso que enunciamos tanto en el amargo conflicto de 1977, a cuya reedición apuestan algunas mentes peregrinas, palurdos emisarios de la ultratumba política.
Mientras el foro de referencia tenía lugar, por cierto sin la participación de los más ardientes partidarios de la nueva rectoría, el SPAUAZ, en un ejercicio de sindical democracia, votaba por un nuevo marco estatutario. La pandilla del terrorismo procesal, haciendo gala de su magistral manejo del tráfico de influencias, y vislumbrando la posibilidad de que perdiera su opción, dan a conocer, justo en el medio del proceso un laudo judicial que mandata la no ejecución de la elección, pero con la consigna, para sus correligionarios de votar no obstante. El resultado fue una votación pobre que inhibió la expresión de quienes no se alinean con grupo político alguno.
Para este nano grupito, de lógica por demás primitiva, la elección en el SPAUAZ no fue sino una medición de fuerzas entre opciones políticas, y la trampa surtió su efecto, abonando a su jactanciosa ilusión. Pierden ganando, porque, luego de conocer que el resultado les favorece, retiran la demanda que da lugar a la suspensión, exhibiendo con todo posible esplendor su miseria ética, expresada en la consigna: hay que ganar, no importa cómo. La credibilidad en franca caída libre.
Estas hordas viven gracias al manejo corrupto de las plazas y las cargas de trabajo mediante el clientelismo político, al galopante nepotismo que inevitablemente desemboca en conflictos tan sórdidos como el que hoy sufre la Unidad Académica de Agronomía, y que se replica en otros ámbitos universitarios, con alto potencial explosivo.
Urge una reforma integral de la Universidad Autónoma de Zacatecas, luego de que el modelo académico, que no se concretó en la mayoría de las áreas, ha sufrido además un irreversible desgaste. Escúchense las voces que auténticamente pugnan por una mejor UAZ, promuévase la reflexión colectiva, búsquese un lugar en la Historia, y que sea honroso.
Nuestra Alma Mater enfrentará en el futuro cercano momentos complicados que deben asumirse con unidad y entereza. Saldremos bien de ellos si se actúa con responsabilidad, solidaridad y apego a los más sentidos intereses institucionales. Encaminemos nuestros pasos al foro integral de reforma, sin prisa, pero sin pausa.