A bordo de una vieja avioneta remodelada y rozando el desierto blanco de la costa este de Groenlandia, tres científicos de la NASA lanzan sondas en las aguas nacaradas del Ártico para medir el impacto de los océanos en el deshielo.
Joshua Willis dirige la misión Oceans Melting Greenland (OMG, ‘derretimiento de los océanos Groenlandia’), que desde 2015 supervisa este territorio autónomo danés víctima del cambio climático.
En su traje azul de astronauta, este oceanógrafo con pinta de Elvis Presley está al mando en esta jornada de agosto en la que se invitó a periodistas de la AFP a acompañar a la misión en el cielo polar.
Mientras sobrevuelan los rocosos fiordos, los deslumbrantes glaciares y los icebergs a unas decenas de metros de altitud, Willis y su equipo lanzan al vacío por turnos sondas de metro y medio de diámetro, llenas de sensores.
La ojiva se hunde en las aguas, en medio de un halo de espuma y sol boreal. En la línea de la costa, los glaciares en peligro, erosionados por el aire y el oleaje, se hunden y desarman, liberando en medio de un ruido ensordecedor bloques de hielo que parecen islotes de azúcar a la deriva.
“El nivel del mar podría aumentar probablemente en varios metros en los próximos 100 años, es una amenaza enorme para cientos de millones de personas en el mundo”, alerta Joshua Willis.
Una vez sumergida, la sonda envía en tiempo real informaciones sobre la temperatura y la salinidad del océano, que se traducen en diagramas multicolores en las pantallas del laboratorio volador de los científicos.
“Mucha gente cree que el hielo se derrite debido al calentamiento del aire, como si fuera un cubito bajo un secador de cabello, pero en realidad los océanos también corroen el hielo“, recuerda el investigador estadunidense.